Si nos guiamos por los improperios de Ramos Allup y las exigencias de Almagro a Macri para que cumpla con sus compromisos de campaña respecto a Venezuela, es porque es evidente entonces que Argentina dirige lo que podríamos llamar la coalición de policías buenos que ofrecen una salida negociada que favorezca el cambio de régimen.
En este grupo podemos ubicar a Argentina, Chile, Colombia y Uruguay, quienes firmaron un documento conjunto hace pocos días en el que apoyan todo "procedimiento constitucional", entre ellos el referendo, que sirva para resolver la crisis. Justamente esta posición fue la que utilizó México para presentar el documento votado por la mayoría del Consejo Permanente de la OEA y respaldar el diálogo realizado bajo la instancia de Unasur.
Precisamente, la principal promotora de esta iniciativa de generar un consenso sobre el tratamiento del tema Venezuela es la canciller argentina Susana Malcorra, quien recientemente sostuvo sobre la Carta Democrática: "No hay forma de resolver un problema de un país importando la solución desde afuera. Las soluciones surgen desde adentro y los venezolanos tienen que encontrar ese mecanismo y yo estoy convencida de que tienen posibilidades de encontrarlo".
Aunque se afirma que esta posición guarda relación con el deseo de que Malcorra tenga el apoyo de Venezuela y América Latina para obtener la secretaria general de la ONU, lo cierto también es que el objetivo de esta iniciativa diplomática de los policías buenos está sintetizada en la brutalidad política de Mauricio Macri cuando remarca: "Estamos buscando que se siente oposición y oficialismo en una misma mesa y convoquen a elecciones de forma anticipada".
Así que por un lado tenemos como policías malos a Almagro, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Paraguay, los dos últimos interesados en suspender al país del Mercosur para destruir la unión comercial a placer, y por el otro como policías buenos a Argentina, Colombia y Chile, sumados a México y otros países que abiertamente no pueden darse el lujo de ponerse directamente en contra de Venezuela.
El objetivo es anular un proyecto regional distinto al libre mercadoSi bien podemos afirmar que los dos policías buscan el mismo objetivo y se complementan en poner una espada sobre la cabeza del chavismo para intentar darle una salida del poder, lo cierto es que hay países que no pueden darse el lujo de buscar vías más duras para romper relaciones con Venezuela, como quisiera Almagro, y esto influye a la hora de medir el impacto de lanzarse una votación que pueda finalmente terminar en una expulsión de la OEA y sanciones económicas.
Y aunque ambos bandos, que se pelean por ser los que cierren el "ciclo progresista" en América Latina, preferirían presionar al chavismo para que acepte una salida ordenada que no implique su eliminación y persecución con el mismo estilo que lo hicieron a principios de los 90 con el sandinismo, también es cierto que estamos en la región post-Chávez con nuevos organismos, como Unasur y Celac, y una construcción de relaciones regionales que se retroalimentan a través de la complementariedad.
Aquí es donde radica la estrategia emprendida por el presidente Maduro para consolidar una Zona Económica con los países del Petrocaribe y acelerar los proyectos comunes que vuelvan a Venezuela un actor estabilizador de la región, más cuando se intenta no sólo romper los mecanismos de convivencia entre países progresistas y títeres e imponer una sola forma de ver el mundo que, sin duda, implica dar diez pasos hacia la desintegración regional y una nueva etapa de conflictos sociales.
Estados Unidos, precisamente, esto es lo que pretende desencadenar a través de utilización de terceros y una nueva forma de digerir los recursos naturales de la región, sin tantos costos, por lo que Venezuela tiene bastantes herramientas para jugar con la división entre sus aliados producto de la erosión de la gobernabilidad continental y apuntar a construir una agenda común, aun con enemigos, que fortalezca la complementariedad con estos países que haga más difícil tomar la decisión de cortar los lazos a largo plazo, como se plantea en la OEA y el Mercosur.
Se trata de no pisar el peine de las confrontaciones estériles y consolidar instancias regionales asediadas como Unasur, cuando, justamente, su progenitor se ve asediado por un típico intento de usar una revolución de color para presionar por un adelantamiento de elecciones para un cambio de régimen, y fortalecer el orden constitucional y la imagen del país hacia una región que todavía no ha dado un total giro hacia la nueva área de influencia de Estados Unidos.
Porque el objetivo es anular un proyecto regional distinto al libre mercado, y la manera de fortalecerlo también reside no sólo en defenderlo sino también en actualizarlo y proyectarlo para que sea una alternativa viable ante el camino hacia la nada al que va el sistema-mundo de Occidente.
-misionverdad.com
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