Son las caras de los ministros del nuevo Gobierno brasileño. Es fácil apreciar cuál es la característica que les une. Todos son hombres. Forman el primer Gabinete de Brasil que no cuenta con ninguna mujer desde 1979. Un detalle más: todos son blancos, lo que llama la atención en un país en el que el 51% de la población se definió como de raza negra o mulato en el censo de 2010. Pero por otro lado esto último no es sorprendente en absoluto. Han sido nombrados por el nuevo presidente en funciones, Michel Temer, del PMDB, el partido dirigido por los caudillos y caciques regionales del país. No, no hay muchos negros entre las personas que están en esas posiciones de poder.
Habrán visto que en muchos medios de comunicación el PMDB aparece descrito como partido “centrista” o “moderado”. No exactamente. La única razón por la que se le podría denominar así es porque esa formación pactó antes con el partido de Lula y Dilma, como lo hicieron con otros presidentes anteriores. No suele presentar candidatos a las elecciones presidenciales, porque su función es proteger los intereses de los grandes propietarios agrarios e industriales pactando con el partido que gana en las urnas. Eso no le convierte en moderado. De hecho, nos encontramos ante el mayor giro a la derecha en Brasil de las últimas décadas.
El proceso de destitución de Dilma Rousseff recibió esta semana el visto bueno definitivo del Senado, que votó por 55 votos a 22 iniciar el juicio político de la presidenta durante un periodo máximo de seis meses en esa mima Cámara. La sesión no tuvo el aire carnavalesco del debate y votación en la Cámara Baja, pero arrojó el mismo resultado. En ese tiempo el vicepresidente Temer ocupará la presidencia a la espera del veredicto definitivo. Si Dilma es destituida, como opinan la mayoría de los analistas brasileños, Temer cumplirá el resto del mandato que Rousseff ganó en las urnas y que concluye en 2018.
La primera decisión de Temer ha sido nombrar a su Gobierno. Los integrantes dejan pocas dudas sobre sus intenciones. La aguda crisis económica y financiera del país no permite un Ejecutivo de transición. La legitimidad para proceder a un cambio político completo es otra cosa. Para el Ministerio de Hacienda, ha elegido el tipo de persona que suele ser descrito como alguien “que tranquiliza a los mercados”. Henrique Meirelles fue presidente del banco central durante el mandato de Lula, entre 2003 y 2010. Es decir, lo fue durante la época de las vacas gordas cuando Meirelles consiguió reducir la inflación a un solo dígito.
El PMDB tiene ideas claras, no muy centristas, sobre las reformas que hay que aprobar. Temer ha prometido liberalizar algunas de las leyes laborales de Brasil, conocidas por favorecer en general a los trabajadores. Un documento del PMDB sobre las prioridades de la nueva Administración incluye la necesidad de “privatizar todo lo posible en el campo de las infraestructuras”. En sus primeras declaraciones, ha dicho que pretende resguardar de los recortes el programa Bolsa Familia de ayudas sociales a los más pobres, tan popular en el país como detestado por las élites económicas.
Otros ministerios tienen un sello inconfundiblemente derechista, incluso más de lo que hubiera sido un Gobierno de Aecio Neves si este hubiera derrotado a Dilma en las últimas elecciones. Uno de sus ejemplares más notorios es el ministro de Agricultura, Blairo Maggi, el llamado “rey de la soja” y dueño de la corporación que es la mayor productora de soja del mundo. Maggi es un enemigo declarado de todos los ecologistas. Greenpeace le concedió en 2005 el premio Motosierra de oro por su mandato como gobernador de Mato Grosso. Ha apoyado una enmienda constitucional para que se elimine la obligada declaración de impacto ambiental en todas las obras públicas. No parece que Temer haya pensado que nombrar ministro de Agricultura al mayor empresario agrario del país pueda suponer un riesgo de conflicto de intereses.
La empresa del ministro de Deportes ha participado en las obras de los Juegos de Olímpicos. Él niega que eso pueda ser un problema porque sostiene que el Ministerio no hace las adjudicaciones de esos contratos.
El nuevo ministro de Educación es Mendonça Filho, uno de los principales diputados del PMDB y que ha tenido un papel clave en el proceso de destitución de Dilma en la Cámara Baja. Filho aparece en los documentos filtrados del caso Lava Jato, el mayor caso de corrupción que se investiga ahora en Brasil, como uno de los presuntos receptores de sobornos. También están varios miembros del nuevo Gobierno, lo que no ha impedido su nombramiento. El nuevo ministro de Justicia ha sido abogado del multiimputado Eduardo Cunha, presidente de la Cámara Baja hasta hace poco, ya que las numerosas acusaciones de corrupción han hecho que el Tribunal Supremo haya forzado su dimisión. Justo después de que Cunha utilizara todo su poder para impulsar la destitución de Rousseff.
Pero lo más significativo sobre Mendonça Filho es que su llegada ha causado una gran satisfacción a uno de los predicadores evangelistas más famosos del país, Silas Malafaia, que se considera el “enemigo público número uno del movimiento gay en Brasil”. Malafaia está convencido de que el nuevo ministro “barrerá la ideología de los patológicamente izquierdistas” en educación.
Aún más contento habría quedado si hubiera sido elegido ministro de Ciencia Marcos Pereira, diputado y obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, que se confiesa creacionista (aunque dice que “respeta el darwinismo”). Pereira dio entrevistas para sostener que sus ideas no serían ningún problema en el Ministerio, pero en el último momento Temer debió de pensar que eso tendría mala venta en el exterior y le dio la cartera de Industria. El Ministerio de Ciencia perdió categoría y pasó a estar englobado dentro del Ministerio de… Comunicaciones.
En el plano científico, hay que destacar lo que ha dicho el nuevo ministro de Sanidad, Ricardo Barros, cuando le han preguntado por la fosfoetanolamina, que en Brasil llaman la “píldora del cáncer”. Ni siquiera se le puede considerar un medicamento, pero está muy extendida en el país por sus supuestas propiedades curativas contra el cáncer, nunca demostradas en ningún ensayo clínico serio. Sobre ese tema, Barros no ha querido pronunciarse en concreto, pero ha dicho que “la fe mueve montañas”. Muy alentador cuando Brasil se enfrenta a la crisis del zika.
Las élites económicas que no pudieron derrotar a Dilma Rousseff en las últimas elecciones han conseguido ahora su objetivo sin pasar por las urnas. Mucho más barato que financiar una campaña electoral.
-iniciativadebate.es
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