Aunque el tema del que quiero hablar es para muchos un ladrillo que incluso dormiría a los más rancios académicos de la Academia de Historia, es también una cuestión interesante que nació de una conversación que me quedó rondando en la cabeza por algún tiempo y que al final decidí compartir en este espacio.
Esta inquietud surgió a raíz de una acalorada discusión con un compañero de colegio a quien tengo en gran estima y que casualmente esta semana presentó su candidatura para conformar la terna de candidatos a la Fiscalía General de la Nación en Colombia. Es un gran académico y litigante que muchos medios ya han referenciado como uno de los favoritos y a quien le deseo muchos éxitos en esa difícil apuesta.
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