El Plan Colombia: “un éxito militar y un fracaso social”


Navarro Wolff, ex dirigente de la guerrilla M-19, es una de las voces más autorizadas de Colombia para hablar de paz: jugó un papel protagónico para lograr el acuerdo de paz y la reincorporación del M-19 a la vida política en 1990, y fue uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente de ese año, que redactó la actual Constitución colombiana. Navarro Wolff fue ministro de Salud, alcalde de la ciudad de Pasto y gobernador del departamento de Nariño, representante a la Cámara (elegido con la mayor votación del país en 1998) y al Senado (la segunda votación del país en 2002), y es actualmente senador por el Partido Verde.

¿Cuál fue el resultado del Plan Colombia, del cual se cumplen 15 años?

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El Plan Colombia fue una reestructuración de las Fuerzas Armadas que permitieron que el Estado recuperara la iniciativa en el terreno militar. Militarmente fue un éxito, pero el Plan también tenía un componente de desarrollo social y de suplantar cultivos ilícitos, que fracasó. La región del Putumayo está tan mal hoy como hace 15 años. El Plan fue un éxito militar y un fracaso social. Fue una reingeniería de las Fuerzas Armadas con los asesores militares de Estados Unidos y 67 helicópteros Black Hawk, que aumentaron la movilidad de los militares y permitieron al Estado colombiano tomar la iniciativa frente a la guerrilla. En parte, esa demostración de la imposibilidad de la victoria guerrillera, incidió en la decisión de las FARC de negociar.

¿Usted cree que la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de participar en la verificación del cese al fuego hace irreversible el proceso de paz?

Se habla de un cese al fuego bilateral, con concentración de la guerrilla en una serie de sitios del territorio y con verificación. No puede haber verificación si no hay concentración de la guerrilla y eso se está negociando en este momento, con la verificación de la comunidad internacional a través de la participación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Esto demuestra que hay un respaldo muy importante al proceso de paz colombiano.

Es como si estuviéramos en una escalera eléctrica: avanza de a poco pero continuamente. Se puede ir la luz y pararse la escalera, pero todo indica que esto es un punto de no retorno.

Este sería el segundo proceso de paz exitoso en Colombia. ¿Cree que este acuerdo puede cerrar una etapa histórica de violencia?

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Sí. El primer acuerdo de paz se firmó en 1990, con el M-19, cuando nadie creía en eso, y en 1991 otras organizaciones firmaron acuerdos también.
Si se firma el acuerdo con las FARC, se cerraría una etapa de violencia, en gran medida, aunque todavía queda por fuera el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que es más pequeño y menos importante desde el punto de vista militar. Haría falta, para cerrar el ciclo totalmente, que la negociación con ellos fuera exitosa.

¿Usted cree que este proceso de paz conducirá a cambios tan importantes como los que se produjeron tras la firma de la paz con el M-19, como la Asamblea Constituyente de 1990?

Nosotros no negociamos la Asamblea Constituyente, fue una coincidencia histórica: en gran medida hubo Constituyente porque hubo acuerdos de paz, y los acuerdos de paz se consolidaron en la medida en que se lograron una serie de cambios institucionales, los dos procesos se alimentaron el uno al otro.

Hoy no es posible el mismo mecanismo, no va a haber simultaneidad entre el acuerdo de paz y una posible asamblea constituyente. Pero sí se desarma la guerrilla que ha manejado la agenda para elegir presidentes en las últimas cinco elecciones, que se decidieron alrededor de qué hacer frente a las FARC. Con su incorporación a la vida civil, va a cambiar la agenda nacional y van a aparecer otros temas, más al estilo suramericano, como el modelo de desarrollo, el calentamiento global, la desigualdad y cómo combatirla, porque con la desmovilización de las FARC desaparece en gran medida el tema del uso de las armas.

Con su experiencia en el post conflicto, ¿cuáles son los principales peligros de la etapa siguiente a la firma de los acuerdos?

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El primer problema es que no haya una presencia integral del Estado en los territorios que las FARC abandonen al desarmarse. Como hay estímulos a la presencia de grupos ilegales armados porque hay una economía informal en forma de siembras ilícitas de coca o minería de oro ilegal, otros grupos armados pueden ocupar el espacio. Ese es el primer riesgo. Es muy probable que por falta de preparación y de suficiente presencia del Estado, terminemos con muchas de esas zonas ocupadas por bandas ilegales, apropiándose de la utilidad que dan esas actividades económicas.
El segundo es que se cumplan los compromisos del gobierno con las FARC en un periodo de vacas flacas en la economía, por la baja de los precios del petróleo.

¿Será fácil la incorporación política de las FARC?

No van a tener demasiado éxito inicial porque tienen una imagen negativa entre la población urbana y aún en zonas rurales, pero tienen un gran partido de cuadros que les da un colchón fuerte y va a haber una ola de opinión favorable frente a la firma de la paz, lo que les va a permitir seguir existiendo como fuerza política en las elecciones.

El Congreso que se elija en 2018 tendrá miembros de las FARC. El problema es qué porcentaje del Congreso estará en manos de fuerzas alternativas, porque hoy no pasa del 10% y tiene que subir. El cambio de agenda va a ayudar a que este porcentaje suba.

¿La firma de la paz abre la posibilidad de que, por fin, Colombia tenga un gobierno de izquierda?

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Sin duda. La pregunta es si es en el 2018 o en el 2022, pero viene un movimiento de péndulo en Colombia, no me cabe duda.
El cambio de la agenda va a producir un gobierno alternativo, pero no sabemos de qué tipo. Creo que no va a ser un gobierno clásico de izquierda, sino más de centro izquierda. En el 2018 se elegirá el sexto gobierno alrededor del tema de la paz, y el último de ellos, porque creo que lo que se impondrá será una coalición de centro izquierda, cuyo objetivo será el cumplimiento de los acuerdos y la consolidación de la paz.

La votación más alta de la izquierda fue la del M-19 en 1990, cuando obtuvimos el 28% en la elección de la Asamblea Constituyente, la segunda fue la votación por Carlos Gaviria en 2006, que obtuvo el 22%. Existen esos antecedentes, pero lo importante es pasar de estas votaciones a la posibilidad de ganar las elecciones. Eso va a llegar más temprano que tarde.

¿Cómo va a ser el proceso de ratificación de los acuerdos de paz?

Es el primer proceso de paz que no tiene un consenso nacional amplio, con fuerzas importantes que están en contra, como las que representa el ex presidente Álvaro Uribe, y por lo tanto es necesaria la refrendación popular. Va a haber un plebiscito y va a ganar el sí.

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