La situación brasileña, el resultado de la reciente elección presidencial argentina y los pronósticos sobre las elecciones parlamentarias venezolanas intensificaron el debate sobre si estaríamos o no ante el "fin de ciclo" abierto, entre 1998 y 2003, por los triunfos electorales de Hugo Chávez, Luis Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner.
Las posiciones en debate son variadas, pues no hay consenso sobre la existencia de tal ciclo ni sobre su naturaleza. Además, hay tanto los que afirman su terminación, como los que defienden la posibilidad de su continuidad con profundización de los cambios, etc. Debate que se combina con el análisis de la situación mundial y la discusión acerca de la estrategia de la izquierda.
Debate similar se registró en el marco del Grupo de Trabajo del Foro de Sao Paulo, cuando analizamos los impactos de la elección de Obama y de la crisis de 2007-2008 sobre América Latina y el Caribe. Varios integrantes del Foro señalaban la existencia, en aquella época, de signos evidentes de una contraofensiva de la derecha latinoamericana y sus socios externos.
No obstante, por motivos diversos, y a veces opuestos, diversos sectores discreparon con esta caracterización.
Algunos, por lo general no participantes del Foro, consideraban que los gobiernos "progresistas y de izquierda" hacían parte de la arquitectura neoliberal e imperialista, por lo que no tenía sentido hablar de "contraofensiva" de quienes nunca habían sido efectivamente derrotados.
Otros consideraban, como característica fundamental del momento, la crisis del capitalismo y la desmoralización del neoliberalismo, sobrestimando las posibilidades y minimizando las amenazas, tanto estratégicas como tácticas, que la situación ofrecía a las izquierdas.
Había incluso quienes parecían trabajar con el supuesto de que la "fórmula" (económica y política) adoptada por los gobiernos "progresistas y de izquierda" era en lo fundamental inmune a retrocesos y no debía sufrir alteraciones. Curiosamente, esta tesis de la inmunidad a retrocesos provenía de sectores tanto ultra radicales, como de sectores radicalmente moderados.
Un argumento usado en el debate, para contradecir a quienes hablaban de la contraofensiva de la derecha, era de que, por lo menos hasta entonces, ningún gobierno "elegido por la izquierda" había sido derrotado electoralmente por la derecha.
El caso de Piñera y las elecciones en Guatemala, los golpes de Estado en Paraguay y en Honduras se utilizaron en favor del argumento anterior, en los dos primeros casoS por no ser considerados como gobiernos integrantes del ciclo de 1998, en los dos últimos casos por la vía no electoral adoptada por la derecha.
Independientemente de cómo este debate fue resuelto, en la época y posteriormente, sea en los documentos del Foro, sea en la acción de los partidos, movimientos y gobiernos "progresistas y de izquierda" existentes en la región, lo cierto es que la contraofensiva de las derechas continuó.
En el ámbito económico-social, presionando, saboteando y revertiendo procesos y conquistas. En el campo ideológico, conteniendo, desmoralizando y dividiendo a los oponentes de izquierda. Y con respecto a la actuación político-electoral, parte de la derecha regional aprendió las lecciones de las derrotas sufridas desde 1998 y, siempre "combinando formas de lucha" (inclusive el paramilitarismo), casi gana las elecciones presidenciales en Brasil en 2014 y ahora triunfa en las elecciones presidenciales en Argentina.
La victoria de Macri –independientemente de lo que suceda en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre 2015 en Venezuela– coloca la contraofensiva de la derecha en otro plano.
Argentina, junto con Brasil y Venezuela, cumplieron hasta ahora un papel decisivo en el proceso de integración regional, que constituye la retaguardia estratégica de cada una de las izquierdas que opera en los países de la región. Es evidente que la situación se tornará más difícil a partir de ahora, sea por efecto demostración-emulación que la victoria de Macri tendrá sobre las derechas de otros países, sea por los efectos prácticos en todos los ámbitos de la integración regional.
Esto, por supuesto, si dejamos de lado el optimismo de Pollyanna según el cual un gobierno Macri causará daños tan intensos y tan rápidamente, más allá de provocar una contundente reacción popular, que se transformará en una victoria pírrica para la derecha. Ciertamente los daños serán intensos, sin duda habrá reacción, pero hay que tener en cuenta que estamos frente a una ola, no ante un episodio aislado.
Independientemente de los motivos específicos, tácticos, coyunturales, episódicos y, a veces "personales", involucrados en cada situación nacional, hay un proceso regional y global que se debe tener en cuenta. Es esto, por cierto, lo que nos permite comprender mejor la aparente contradicción entre lo que sucede con la izquierda europea y la latinoamericana.
A escala mundial, las principales variables son: la defensiva estratégica de la clase obrera desde el fin de la URSS; la resultante hegemonía capitalista, con una intensidad mayor que en otros períodos de la historia; la profundidad de la crisis capitalista, consecuencia combinada de las otras dos variables; el declive de la hegemonía estadounidense y el esfuerzo brutal que están haciendo para detener y revertir este declive; la disputa entre diferentes formas de capitalismos, y no entre el capitalismo y el socialismo, como el hilo conductor de las grandes disputas mundiales; la formación de bloques regionales, principalmente como una reacción defensiva de los procesos mencionados; y, por último pero no menos importante, una tendencia a la inestabilidad, a las crisis y conflictos cada vez más profundos.
Siendo este el escenario mundial, es evidente que la izquierda latinoamericana corre contra el tiempo, como señalé en 2012 en un artículo titulado "Ensayo sobre una ventana abierta", publicado en la antología La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe, de la editorial Océano Sur1. A continuación la parte final de este artículo.
Hay que considerar, en primer lugar, la incidencia sobre la región de macro variables sobre las cuales no tenemos incidencia directa: la velocidad y la profundidad de la crisis internacional, los conflictos entre las grandes potencias, la extensión e impacto de las guerras. Destacamos, entre las macro variables, aquellas vinculadas al futuro de los Estados Unidos: ¿Recuperará su hegemonía global? ¿Concentrará energías en su hegemonía regional? ¿Agotará sus energías en el conflicto interno de su propio país?
Hay que considerar, en segundo lugar, el comportamiento de la burguesía latinoamericana, en especial, de los sectores transnacionalizados: ¿Cuál es su conducta frente a los gobiernos progresistas y de izquierda? ¿Cuál es su disposición con respecto a los procesos regionales de integración? ¿Cuál es su capacidad de competir con las burguesías metropolitanas y aspirar a un papel más sólido en el escenario mundial? Del «humor» de la burguesía dependerá la estabilidad de la vía electoral y la solidez de los gobiernos pluriclasistas. O, invirtiendo el argumento, su «falta de humor» radicalizará las condiciones de la lucha de clases en la región y en cada país.
En tercer lugar, está la capacidad y disposición de los sectores hegemónicos de las izquierdas – partidos políticos, movimientos sociales, intelectualidad y gobiernos.
La pregunta es: ¿Hasta dónde estos sectores hegemónicos están dispuestos y conseguirán rebasar los límites del período actual, y con qué velocidad? Dicho de otra manera, cuánto conseguirán aprovechar esta coyuntura política inédita en la historia regional, para profundizar las condiciones de integración regional, soberanía nacional, democratización política, ampliación del bienestar social y del desarrollo económico. Y principalmente, si van a lograr o no alterar los patrones estructurales de dependencia externa y concentración de la propiedad imperantes en la región hace siglos.
Considerando estas tres grandes dimensiones del problema, podemos resumir así las perspectivas: potencialidades objetivas, dificultades subjetivas y tiempo escaso.
Potencialidades objetivas: sin olvidar las alternativas negativas, el escenario internacional y las condiciones existentes hoy en América Latina, en especial en América del Sur, hacen posibles dos grandes alternativas positivas, a saber, un ciclo de desarrollo capitalista con trazos socialdemócratas y/o un nuevo ciclo de construcción del socialismo.
En cuanto a esta segunda alternativa, estamos, desde el punto de vista material, relativamente mejor que la Rusia de 1917, que China de 1949, que Cuba de 1959 y que la Nicaragua de 1979.
Dificultades subjetivas: hoy, los que tienen la voluntad no tienen la fuerza, y los que tienen la fuerza no han demostrado la voluntad de adoptar, a una velocidad y con una intensidad adecuadas, las medidas necesarias para aprovechar las posibilidades abiertas por la situación internacional y por la correlación regional de fuerzas. Un detalle importante: no hay tiempo ni materia prima para formar otra izquierda hegemónica. O bien la izquierda hegemónica que tenemos aprovecha la ventana abierta, o será la pérdida de una oportunidad.
El tiempo está escaseando: la evolución de la crisis internacional tiende a producir una creciente inestabilidad que sabotea las condiciones de actuación de la izquierda regional. La posibilidad de utilizar gobiernos electos para hacer transformaciones significativas en las sociedades latinoamericanas no va a durar para siempre. La ventana abierta a final de los años noventa todavía no se cerró. Pero la tempestad que se aproxima puede hacerlo.
Concluyo reafirmando que el juego aún no ha terminado, motivo por el cual debemos trabajar para que las izquierdas latinoamericanas, en especial aquellas que están gobernando, y dentro de ellas la izquierda brasileña, haga lo que debe y puede hacer. Si ello sucede, podremos superar con éxito el actual período de defensiva estratégica de la lucha por el socialismo. En resumen, la ventana sigue abierta.
Hasta aquí cité literalmente el texto de 2012. Concluyo diciendo que la ventana sigue abierta, pero se está cerrando. Lo que vaya a pasar con el "ciclo" abierto en 1998 depende, en gran medida, de saber si el Partido de los Trabajadores y el gobierno de Dilma Rousseff van a mantener o alterar su estrategia.
Fuente: -alainet
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