A las puertas del infierno del 6D


La ultraderecha venezolana prepara una revolución de colores post-electoral, con una ayudita de sus amigos

Por donde se le vea, el país ingresa en días tensos. Indeseablemente tensos para la mayoría, que lo más seguro es que quieran pasar por otras elecciones donde se hará la cola, se vote y ya. Y al día siguiente resaca o despecho según el caso. Pero no algo más excepcional. ¿Qué y cómo se están jugando los factores de la violencia de cara a los resultados electorales y los días a continuación?

“Con el cambio político a la vista, las elecciones del domingo son la última oportunidad que el fascismo gobernante en Venezuela tiene para aplicar sus métodos de fraude. Después, su fuerza, ahora mismo tan disminuida, declinará día a día hasta ser insuficiente para tenerlo en pie”. Así escribía Rafael Poleo (Zeta, del 5 al 12 de diciembre de 2013) en vísperas de las elecciones municipales del 8 de diciembre de 2013.

Y ya sabemos en realidad dónde quedó su “pronóstico”, cuáles fueron los resultados y en dónde desembocó todo eso que el ultradisminuido Capriles, gobernador de Liliput mas no del estado Miranda, quiso acuñar (mal asesorado, seguramente y sin duda decididamente poco pensado por el comandante Suapara) como un plebiscito. Y vaya que lo fue: se cagaron encima, una vez más.

Pero lo que podía haberse anunciado como un proceso de estabilización que tuvo como centro la convocatoria de diálogo en Miraflores con los alcaldes electos, terminó en la activación de la agenda ultraviolenta, producto del pacto más oscuro, peligroso, miserable y nefasto de toda la historia republicana: “La Salida”.

No por el constante guión maniqueo, ni por la misma estrategia de mercadeo perceptivo ni por la monumental hipocresía, sino por el intento de inserción definitivo en la agenda excepcionalista de afuera y por el intento fraguado de desplazar lo político definitivamente: porque la guerra actual se libra para que no haya política. Y donde no hay política prevalece la violencia, dicen.

Cortando en seco las intoxicaciones múltiples

Es falso que en la calle se discuta “el modelo”, que la preocupación electoral pase por que “Venezuela quiere otro modelo” y por sobre todas las cosas que en el hipotético escenario de una mayoría opositora esa sea la brújula. La aplanadora del actual modelo de acumulación delictiva de capital global no necesita de discusión alguna, sino de ejecución por la vía que sea. Y muy cierto que el principal deseo es sencillamente que el funcionamiento de la vida diaria vuelva a un mínimo de estabilidad, de todo lo demás se hablará después.

Es falso, como promueve Tomás Guanipa, que se busquen en su “programa” una dolarización del salario o un aumento del 1000% del mismo: ha quedado absolutamente claro, lo dice el cartel economicista, que las “medidas” a tomar serán las mismas del shock. Y muy cierto los intentos de dolarización de facto e infravaloración precarizante del trabajo, el bienestar y la vida diaria.

Es falso que la población se abalanzará a una presunta “rebelión electoral” que ni caracterizan ni definen, porque no están autorizados y porque no hay cojones para decir abiertamente lo que ahí se promueve.

Es falso que se vive “el fracaso del modelo” y cierto que se vive un shock de conmoción y pavor (ahora económico, luego contra los servicios, y finalmente con el sacrificio “‘necesario’ de los cuerpos”): un descomunal shock en cámara lenta.

Es falsa la orientación que intelectuales víctimas de su propio repliegue académico (en franco ejercicio de fidelidad a su esencia) dan de que el peligro se deba a las debilidades, contradicciones o fallas del gobierno por sí mismas, y muy cierto que esas mismas contradicciones, debilidades o fallas (que existen) están siendo instrumentadas como elementos de la guerra política.

Es falso que la ultra vaya pendiente de hacer política

Es comprobadamente falso el interés de la “oposición” por resultado electoral alguno, como es falsa su prédica de “arrolladora victoria”, y muy cierto que el escenario más conveniente sea el de la violencia post-electoral tutelada por operadores internos y externos; porque es muy cierto que para ellos el escenario ideal es una derrota electoral que lleve a una caída del chavismo por sus propios medios, pero todo análisis situacional sabe que eso es imposible. De ahí la opción de la ruptura, el cuajo y la sangre ajena.

Es falso que la oposición pueda traducir el malestar en la calle genuinamente, falso la creencia del ala burocratista que ante un triunfo del chavismo se sentirá premiado, falso que el partido de la corrupción tenga identidad política determinada dentro del Estado en tanto estar en perfecta capacidad de disfrazarse y brincar de un lado a otro; falso el blandido deseo de “reconciliación nacional”, “transición política pacífica” y que es de su interés que aquí quepamos todos.

Falso de toda falsedad que las riendas de su agenda la lleven ellos mismos. Falso el presunto coraje con lo que predican, por esa “línea reflexiva” de la izquierda reaccionaria y del fascismo empresarial.

Y es falso que existe marco jurídico, teórico-político o sociológico que logre enmarcar por sí mismo la guerra en curso. Por lo tanto, tales expresiones de escepticismo y repliegue racional no son más que huídas a la zona segura del “pensamiento” y no son ni infalibles, ni incuestionables, ni completos.

Es cierto el impacto que ha tenido el proceso destituyente, y muy falso que tendrá una expresión unívoca y dirigida de acuerdo a las pautas pre-establecidas por la mediocracia y subnormales de la talla de Capriles, payasos del circo móvil de la Embajada.

Es falso que la fachodirigencia estará al frente de algo que comprometa su propio pellejo y muy cierta la necesidad de delegar en quienes se lancen a la calle (fuera de los multicontratos con paramercenarios y ONGs, etc.); en realidad no les importa un carajo la vida de nadie.

Es falso que Leopoldo López sea inocente.

El sabotaje, la decolorada revolución de colores y la negación plausible

Caos y colapso no son lo mismo. Caos y colapso son elementos tácticos distintos que a veces van por canales propios, a veces se entrecruzan, a veces se unifican. El caos -en este caso un momento evidente de “caos creativo”- es un proceso; el colapso un objetivo. El proceso puede convertirse en objetivo (las guarimbas de 2014), el colapso puede volverse proceso (la guerra económica). Lo indiscutible es la línea maestra que los ejecuta. Lo comprobable es la ausencia total de autonomía política local en su puesta en ejecución. Y lo certificable es que se unimisman bajo el manto mediático.

La mediocracia sigue siendo el principal partido, el único, el poderoso, el funcional. La psicopatológica MUD es una (infeliz) brizna de paja bajo el viento de las circunstancias. Toda esta combinación también tiene un reflejo interno, en el alma, en la psique, y se alborota ante este crítico momento. Crisis no significa un gobierno contra la pared, crisis debe entenderse como una suma descomunalmente inestable de movimientos que confirman el escenario de guerra.

El director para América Latina de la cancillería rusa, Alexandr Schetinin, señaló que las elecciones del 6 de diciembre “entrañan graves riesgos”. “Vemos que la situación en Venezuela es difícil, se está produciendo un serio choque entre dos formas de ver el futuro desarrollo del país, aunque, en mi opinión, en un caso se trata de ver ese futuro y en el otro de negarlo… no se vislumbra un programa constructivo en el enfoque de la oposición”. Destaca la nota de 'Ria Novosti' que en previa entrevista aludió a los métodos gringos de “‘tecnología política’ que se emplearon en Ucrania para provocar un cambio de régimen violento, el fomento de una oposición interna influenciada por las ‘revoluciones de colores’”.

Venezuela también habita en la Globalistán de crisis sistémica

La experiencia de las revoluciones de colores, no ajena a la memoria inmediata venezolana, es aún más profusa y certificada en la órbita rusa. Schetinin no habla solo. Esa opinión es la del Kremlin. El Kremlin sabe muy bien qué se está moviendo ahora antes de las elecciones.

Varían los contextos, repetimos por enésima vez, pero la metódica es la misma. Y se está actualizando constantemente. Fracasando en algunas partes como Armenia en tiempo recientemente, o coronando nuevas instancias de efectividad dentro de la dinámica política, como en Guatemala, al encauzar un proceso de agitación y movilización que terminó en el triunfo de un presidente que por un lado encarna lo peor de la farándula, y por el otro lo más oscuro del ejército más brutal y oscuro de América Latina (y seguramente ranqueado en el Top 10 mundial).

Las nuevas fórmulas ahora involucran disminución “protagónica” directa, “transiciones políticas”, omisión en el esquema de relaciones entre las agencias, las ONGs, el discurso mediático, los actores directamente involucrados con lo que canalizan el Departamento de Estado y demás agencias, gringas o de otro signo, igualmente pertenecientes al corretaje corporativo que lo lleva todo. Lo que el investigador Tony Cartalucci llama los “golpes silenciosos”. Que a su vez también obligatoriamente se vale de recursos asimétricos aún menos visibles, como la violencia irregular, escenarios probeta, globos de ensayo, simulación de conflicto y creación de movimientos políticos “espontáneos”. Más las dimensiones inéditas en la fabricación de mentiras en los medios a disposición.

La acumulación de acciones de sabotaje como los 13 atentados al sistema de generación y distribución de energía así lo evidencian. Como también evidencia por un lado operaciones que sólo pueden llevar personas entrenadas en materia de fuerzas especiales, y por el otro de los respectivos Pérez Venta de turno que les sale mal la jugada y mueren electrocutados. La naturaleza y brote de los atracos, desde lo más estilo comando en zonas no acostumbradas, hasta la brutalidad pública también dan otra seña.

Bajo el principio de negación plausible, es decir, ese área gris donde discursivamente no se puede “ni negar ni confirmar” se opera en toda su extensión, certificando el corrido aquel que dice que “porque parece mentira, la verdad nunca se sabe”. O aquello de aquel poeta francés donde recuerda que “el mejor truco del diablo es el parecer que no existe”. Y vaya que existe, vaya que es confirmable. Pero por un lado rebasa a la razón académica, por el otro conviene, y en otro más hace que reflote la estupidez humana y la petulancia política de llenar el vacío al no tener el arrojo de disponerse a entender este proceso desde su contexto de guerra.

La sintonía con la hora loca global en la que la pugna imperial estira y afloja en los puntos álgidos del planeta, y en la que existe un contrapeso en ciernes más poderoso que el anterior así dentro de su fuero no se construya una cohesión ideológica que no supere los principios de la no intervención, el respeto a la legislación internacional como vehículo malquebien para la resolución de los temas globales y el apoyo a la diversidad y el desarrollo (ni falta o tiempo que haya ahora para eso). Suficientes argumentos para poner en peligro la otra agenda. Este peo es global, y Venezuela también habita en la Globalistán de crisis humana, política, ambiental, bélica, económica, cultural, ética y espiritual que, como recuerda Andréi Fursov: ese hecho crítico demuestra que es una crisis del sistema. Y el único sistema vigente y realmente existente es el turbocapitalista.

La atmósfera, el (cobarde) tono milenarista y la “rebelión electoral”

Y entonces llegamos en este punto a los efectos de la suma de acciones tácticas que se ciernen sobre el país en este tiempo donde se acumulan el electoral, el político y el histórico con insoportable carácter de definición.

La negación de la portavocería es total, y las cotas de violencia verbal sofisticada que han alcanzado especialmente con el secretario de la MUD, además de irresponsable y peligroso, marcan la punta de la agenda, y el punto 1 de la misma es el desconocimiento total, absoluto e inamovible de todo lo que sea gobierno, acto de gobierno. Torrealba ya declaró la guerra y la está ejecutando, jugando posición adelantada. El deseo podrido y morboso del no retorno. Eso pesa sobre ese lomo de burro político, de mula oenegera.

Ya la relación con las autoridades electorales y el proceso mismo están totalmente definidas. La confrontación se va abriendo y se invocan a frases pegajosas del tipo “rebelión electoral” que no se definen en toda su ascepción porque no conviene, porque caga a su mayoría radical, esencialmente cagada desde que se dieron cuenta de que Salas Römer iba a perder en el 98. Las instancias internacionales ya están haciendo lo propio y todos están jugando a cuadro cerrado como nunca. El tapabocas para evitar oler la mierda mutua en esta oportunidad está tuneado, y así transmitan el olor a mierda que todos conocemos, ellos están en capacidad de omitirlo y venderse como si estuvieran unidos de verdad. Y nunca lo han estado.

Ya de por sí instalar en las encuestas desde hace tanto rato como marzo la idea del triunfo, habla de la enorme inyección de recursos que desde entonces emana de la Embajada, de la casa del embajador, o directamente del Departamento de Estado y su madeja de agencias y mamparas político-mediáticas. Es enorme la operación psicológica que tuvo como punto de partida la encuestología tempranera y no sirve para ganar, que eso no es lo que se busca. Sirve para instalar la idea y mover todos los resortes del microfascismo interno, más las dificultades económicas, para disparar la idea milenarista del “ya verán cuando ganemos las elecciones lo que les va a pasar” matizado y disfrazado de millones de formas distintas en redes sociales, pero claramente orientados. “Tecnología política”. Ingeniería de la percepción y el deseo. Pasiones tristes. Fantasías sádicas que tampoco cumplirán.

Ya lo ha denunciado el Presidente, y ya se ha activado una operación antigolpe. Porque el golpe quieren que vaya. Ya andan llamando “hora cero” al 6 de diciembre. Nada es espontáneo ni gratuito.

Pero todo es disuadible. Lo importante es no perder de vista la magnitud del proceso. Y preservar mente y corazón para aguantar los embates que sí o sí se vienen. Porque de igual forma vienen.

via- diariovive

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