Venezuela este viviendo una situación de extrema complejidad.Haciendo un diagnostico grueso podemos decir que después de dieciséis año de revolución donde el gobierno bolivariano ha realizado extraordinarios avances en la inclusión social y en la promoción de la democracia participativa, no realizo avances en la modificación de su matriz productiva rentista, carencia que ahora paga en un escenario internacional muy desfavorable por la caída de los precios del petróleo. Esa situación de crisis es agudizada por la guerra económica desatada desde usinas imperiales, que combina manipulación financiera, contrabando de extracción, guerra psicológica mediática, promoción del paramilitarismo, desabastecimiento y alza artificial de los precios.
El fracaso de las políticas de “correr la arruga” apelando a la importación esperando tiempos económicos y electorales mas favorables, se expresa en una importante devaluación que superando los dos dígitos, golpea a los bolsillos que dependen de ingresos fijos, en particular quienes dependen del empleo publico. Las características del empleo venezolano por su alto nivel de informalidad y por la peculariedad de que los ingresos informales suelen ser más elevados que los formales, mas la amplitud de las familias venezolanas donde se aportan ingresos formales e informales ha atenuado esta crisis. Explican porque cuando una canasta básica supera los treinta mil bolívares, y los sueldos formales promedios no superen los diez mil bolívares, hay una restricción del consumo, pero no existen hambre, ni explosiones sociales de descontento por causas económicas.
Tratando de buscar explicaciones en estas debilidades del proceso bolivariano debe reconocerse que el imperio está actuando en correspondencia con su diagnóstico de que la economía es el punto más vulnerable para desestabilizar al proceso bolivariano. Y que su apoyo interno, la burguesía local que desplazada de sus negocios en PDVSA, concentró esfuerzos en el control de las cadenas de importación, distribución y comercialización, ha demostrado ser mucho mas eficientes en lo económico que en lo político.
Debe contemplarse además que en el propio gobierno, y la estructura del Estado se han desarrollado intereses que se benefician con la continuidad de la matriz productiva rentista y han incursionado en algunas de sus manifestaciones más perversas como son el contrabando de extracción.
Finalmente debe considerarse que siendo la matriz económica rentista un arrastre de larga data, no menos de cien años, tiene implicancias no solo económicas, sino también políticas y culturales en el propio pueblo.. Estas implicancias, que se expresan en resistencias a cambios, influyen negativamente en un proceso revolucionario cuya continuidad depende de ganar elecciones periódicas.
Caracterizando que la batalla por cambiar la matriz productiva rentista ubica en la vereda de enfrente a políticas imperiales, la actividad desestabilizadora de la burguesía local, intereses infiltrados en el propio gobierno y el Estado venezolano, más comportamientos y expectativas que expresan antivalores enquistadas en el propio pueblo, debe imaginarse una alianza lo suficientemente fuerte para afrontarla. Pensando en la acumulación de fuerzas imprescindible para derrotar a la guerra económica y resolver favorablemente la batalla por cambiar la matriz productiva es pertinente recuperar las lecciones de las luchas de la independencia que enseñaron que objetivos que no pueden alcanzarse con guerras de aparatos, se conquistan movilizando al pueblo, promoviendo su protagonismo.
La idea de “sembrar el petróleo”, del desarrollo endógeno como alternativa a la importación de alimentos y bienes de consumo y de capital, es una discusión que por antigua, no está más resuelta. Por el contrario, es un debate donde siempre mete la cola la burguesía local que, sobreactuando su papel productivo, intenta imponer condiciones y chantajes. Habría que decir en primer lugar que el carácter “productivo” no ha sido una de las virtudes de una clase social cuya preocupación principal ha sido en los últimos cien años vivir de los negociados del petróleo, o del cobro de sobreprecios abusivos de bienes de consumo importados, pagado con los ingresos del petróleo. Pero como también es cierto que lo producido por el Estado y las Comunas es insuficiente para sostener un desarrollo endógeno y hay que apelar necesariamente a lo que produce la burguesía si se plantea “vivir con lo propio”, reduciendo al máximo las importaciones, se proyectan algunos debates que me parece necesario desbrozar.
Plantearse una perspectiva desarrollo endógeno presupone en primer lugar resolver si la orientación será de transición al socialismo o capitalista. Esta orientación no modifica la realidad, pero sí define cómo se actúa sobre la realidad. Una orientación de transición al socialismo no nos impide identificar que hay actividades productivas o redes de importación, distribución y comercialización que están en manos de la burguesía, pero esta identificación es funcional a proponer políticas y medidas dirigidas a debilitar su hegemonía, que apunten a subordinarlas a un sistema no capitalista.
Para que esas medidas sean eficaces deben analizarse las cadenas productivas, los circuitos de importación, distribución y comercialización, los sistemas de crédito y financiación, el papel del Estado como cliente y proveedor de divisas. Asumida la realidad de que por bastante tiempo van a convivir distintas economías, distintas lógicas de acumulación, corresponde identificar como cuestión principal: ¿Quién decide, quién determina volúmenes de producción, formas de distribución y precios?
La llamada “Economía social”, o “Tercer Sector”, es el mejor ejemplo de que pueden convivir por un tiempo economías y lógicas antagónicas. Pero así como la Economía Social produce subordinada y sin posibilidad alguna de revertir la hegemonía capitalista, debe proponerse una incorporación subordinada de la economía burguesa a un proyecto de desarrollo endógeno de orientación socialista. Esto no solo es realista, sino posible. De hecho, así actúan las multinacionales con las burguesías nativas de los países periféricos. De hecho, así actúa PDVSA con empresas de capital trasnacional que tienen inversión en la explotación petrolera en Venezuela.
El control de cadenas de producción, distribución y comercialización solo puede hacerse efectivo con la dotación de esfuerzos e inversiones estratégicas destinadas a sujetos con capacidad demostrada, priorizando aquellas comunas que han demostrado capacidad organizativa y productiva, acorde a los desafíos planteados. Las políticas distributivas, “a cada cual un poco”, que promovió durante años el Banco Mundial son herramientas diseñadas para promover aterrizajes suaves frente a despidos masivos por privatizaciones o ajustes económicos capitalistas. En el mejor de los casos pueden servir para distribuir riqueza y aliviar la deuda social, o mejorar en lo inmediato, resultados electorales. No hay posibilidad alguna de utilizar esas herramientas para disputar eslabones estratégicos de cadenas de producción, o realizar transformaciones profundas en la economía.
En la identificación de las cadenas de producción y comercialización se debe advertir, que aún reduciendo al máximo las importaciones, será necesario comprar afuera algunos insumos imprescindibles para el funcionamiento de la economía. Quien compra afuera no esta negociando con “países amigos”, sino con multinacionales que controlan la comercialización de insumos en esos países. Esas multinacionales tienen intereses mucho mas cercanos con la burguesías locales que con proyecto emancipadores. Dejar librado el Comercio Exterior a los privados es exponerse, como mínimo, a la sobrefacturación.
En producción agropecuaria la discusión entre un modelo de agricultura industrial o agroecológico no es una discusión entre “productores” y “hippies”, sino entre un modelo que siendo crecientemente dependiente de insumos incorpora al negocio al “socio multinacional”, y un modelo que, defendiendo saberes y bienes naturales, fortalece la independencia económica del país y la salud popular. Entre un modelo antinacional y no sustentable productivamente y un modelo de soberanía alimentaria y de producción saludable, que pueden continuar las futuras generaciones. A modo de ejemplo en la Argentina, un país con capacidad de alimentar a 400 millones de habitantes, el modelo de agricultura industrial, donde las empresas multinacionales se llevan por pagos de insumos alrededor del 50% de las cosechas, ha despoblado los campos, generado una emergencia ambiental (destrucción de suelos y contaminación de napas) y ha promovido bolsones de hambre.
Venezuela está sometida a una guerra con muchas caras. En esa guerra, la promoción del contrabando de extracción y la infiltración del paramilitarismo son dos piezas importantes. La decisión del gobierno bolivariano de responder a una agresión armada contra la Guardia Nacional en el Estado de Táchira con el cierre de la frontera y la persecución de las bandas criminales de paracos que actuaban en la zona, son medidas acertadas. Convirtiendo el incidente en causa nacional y apelando al espíritu de cuerpo de las Fuerzas Armadas, se denuncian internacionalmente temas importantes, pero además se quita margen de maniobra a instituciones del Estado que, como mínimo, consentían el tráfico ilegal de combustibles y alimentos a Colombia. Obligar al Estado a que no se ausente de tareas asignadas es una medida de efecto inmediato. Promover la construcción de cordones comuneros fronterizos de poder popular, como aconseja la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, puede dar sustento en el tiempo a esta iniciativa
Pensando en la movilización popular, debe prestarse especial atención a los jóvenes. Los jóvenes son sujetos de rebeldía y de protagonizar sus sueños de construir una sociedad más justa, o son reducidos a objetos para promover el consumo. Por esa condición, por las limitaciones de las propuestas que provienen del chavismo y por carecer de la vivencia de la IV República, son los más sensibles a las manipulaciones promovidas desde las usinas de la guerra de IV generación. En términos electorales debe reconocerse que la incorporación de las nuevas generaciones ha fortalecido los resultados de la oposición.
Advierto que cuando se piensa en “movilizar jóvenes” se los subestima, limitando sus intereses al deporte, la recreación o el consignismo. Chávez movilizó a los jóvenes desde la política, desde convidarlos a una epopeya (la etapa inicial de la revolución Bolivariana fue una gesta de jóvenes). Ganar la guerra económica, conquistar nuevos territorios, sumar a la soberana Venezuela una dimensión ecosocialista, es un convite digno del espíritu de los jóvenes.
via -lahaine
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