"That`s ridiculous!”
es una expresión muy común en la boca de los estadounidenses. La palabra
central de esa frase significa lo mismo y suena casi igual en inglés y
en español: ridículo es algo extravagante y fuera de tono. Claro que el
sentido del ridículo gringo no se parece mucho al nuestro -¡por
fortuna!- aunque la transculturización galopante ha surtido sus efectos,
y son muchos los venezolanos que, por mencionar solo un ejemplo, tienen
entre las grandes metas de su vida ir a Disney, ponerse unas orejas de
Mickey Mouse y tomarse una foto con Pluto.
La disertación viene a cuento porque una doñita llamada Jen Psaki, vocera del Departamento de Estado, soltó el clásico “That`s ridiculous!”
cuando le preguntaron sobre las acusaciones formuladas por el
presidente Maduro y otros altos funcionarios en torno a la participación
de Estados Unidos en la conjura para un golpe de Estado en Venezuela.
Luego de invocar la ridiculez, la señora
tuvo el tupé de decir: “La política adoptada hace mucho tiempo por
Estados Unidos es no apoyar transiciones políticas por medios no
constitucionales. Las transiciones políticas deben ser democráticas,
constitucionales, pacíficas y legales".
En realidad, hacer ese tipo de
afirmaciones no es algo propiamente ridículo. Ojalá lo fuera, pues
podríamos reírnos con ligereza, como lo hacemos cuando vemos
(transculturización mediante) alguna de las tantas sitcom que nos trae la TV por cable made in USA
y que oscilan entre lo muy ingenioso y lo muy bobo. Lamentablemente,
cuando un funcionario estadounidense dice mentiras tan impunemente no
está forzando el sentido del ridículo, sino el del descaro.
Decir que EE.UU. no apoya transiciones
no constitucionales es un acto de cinismo extremo. Pretender que esa es
una política que aplicó la superpotencia en otros tiempos, pero que ya
no lo hace, es una desfachatez. Si se realiza un análisis
desprejuiciado, se llegará a la conclusión de que el gobierno del premio
Nobel de la Paz, demócrata y negro Barack Obama ha sido tan
intervencionista y genocida como lo fue el de su predecesor, el zafio,
republicano y catirito George W. Bush. En los años que lleva en la
presidencia ha patrocinado golpes de Estado, rebeliones populares,
operaciones con mercenarios, supuestas revoluciones y guerras
fratricidas a lo largo y ancho del planeta. Todas esas fórmulas son
inconstitucionales y, en algún momento, degeneran en violencia. Nada de
eso es ridículo, porque lo ridículo es hasta cierto punto inofensivo, y
esto que hace EE.UU. es sencillamente criminal.
Cuando los voceros de EE.UU. intentan
llevar al terreno de la burla y el chiste las denuncias de continentes
enteros sobre los consuetudinarios abusos del poder imperial (con la
comparsa de sus lacayos locales, dicho sea de paso) están, por
contraposición, afirmando que su país es la referencia y el ejemplo a
imitar de la seriedad y la coherencia. Ante eso no queda más que decir,
con el perdón de la gringada: “That`s ridiculous!”.
(Por Clodovaldo Hernández / clodoher@yahoo.com)
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