Podemos en verde

La exigencia de una ruptura con el Régimen del 78 y una regeneración democrática profunda están haciendo de Podemos una alternativa real de gobierno a todos los niveles (local, autonómico y estatal). Esa regeneración democrática que debe asegurar los derechos sociales básicos de toda la población, como la vivienda, la sanidad, la educación o el empleo. Sin duda, entre estos derechos sociales básicos debe estar el disfrute de un medio ambiente de calidad. Podemos debe ofrecer, una vez en posición de gobierno, una relación con el entorno que proporcione salud mental y física, riquezas naturales y soberanía, al mismo tiempo que las asegure para las generaciones venideras.

Por lo tanto, la ruptura democrática que impulsa Podemos debe democratizar y ordenar también la relación del ser humano y su sistema de producción/consumo con su entorno. El objetivo de fondo debe ser un decrecimiento controlado que mejore la calidad de vida de la mayoría de la gente al mismo tiempo que acerque nuestros usos de los recursos naturales al territorio del que disponemos (es decir, que seamos conscientes de nuestra huella ecológica y actuemos en consecuencia). En esta línea, son muchas las medidas que Podemos podría llevar a cabo de las que recojo aquí diez de las que estimo más relevantes:

1.- Prohibir las prospecciones petrolíferas en el mar, la privatización de la gestión del agua (un recurso básico que debe ser gestionado por la gente para la gente) y la extracción de gas mediante fractura hidráulica, conocido como “fracking”. El fracking y la extracción de hidrocarburos en alta mar son técnicas tremendamente impactantes social y ambientalmente que vienen a potenciar el cambio climático y continúan concentrando el poder energético en unas pocas manos.

2.- Puesta en marcha de un plan de cierre a corto plazo de todas las centrales nucleares. La energía nuclear es una fuente de energía cara para las arcas públicas, sucia y riesgosa que solo deja beneficio a las grandes empresas eléctricas. Además, en su ciclo productivo se emite más gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático, que en los de las energías renovables y el desmontaje de las centrales nucleares genera empleo durante años.

3.- Fomento decidido y democrático de las energías renovables (solar, eólica, del agua motriz continental y oceánica, y biomasa) que potencie la producción y la acumulación descentralizadas. Con esta medida se democratizaría el uso energético y se abarataría el gasto, al mismo tiempo que se lucharía con fuerza contra el cambio climático. Un buen horizonte de trabajo sería que las energías renovables cubrieran el 80-90% de la demanda eléctrica en 2020 (actualmente estamos en cerca del 40%). Además, las empresas energéticas claves deberían estar bajo control ciudadano, habría que impulsar cooperativas de producción y consumo energético, y deberían aprobarse planes de ahorro energético (ej. transporte, aislamiento térmico de edificios, industria) y de reducción de residuos (ej. embalajes, prohibir la destrucción de productos para aumentar los precios) más exigentes que los actuales. En esta línea, podría impulsarse el transporte público (autobús y tren, fundamentalmente) y la bicicleta, así como el transporte ferroviario de mercancías. Con estas medidas se ahorraría energía, disminuiría la contaminación en las ciudades, el transporte sería más barato, mejoraría la calidad de vida y también se mitigaría el cambio climático. En esta línea, deberían frenarse todos los procesos de privatización de la gestión del transporte ferroviario y aéreo.

4.- Vetar los cultivos modificados genéticamente, que se utilizan actualmente sin cumplir el Principio de Precaución. Se trata de cultivos controlados por unas pocas empresas transnacionales que concentran las riquezas en unas pocas manos, al mismo tiempo que roban la libertad al agricultor/a.

5.- Llevar a cabo una reforma agraria, en los territorios donde sea necesaria, para al mismo tiempo que se reparten las riquezas se impulse la soberanía alimentaria y la diversificación del paisaje agrícola con objetivos ambientales y productivos. Además, hay que potenciar decididamente prácticas agropecuarias, como la labranza mínima, la combinación de agricultura y ganadería o la agroforestación, para disminuir los impactos socioambientales.

6.- Impulsar la transformación in situ de los recursos naturales, agropecuarios y forestales, para tejer una red de productores que aporten valor añadido a nuestra riqueza natural y generen empleo, especialmente aquellos proyectos de producción cooperativa.

7.- Fortalecer la red de espacios naturales existentes, especialmente reduciendo los “efectos bordes” desde sus periferias y conectándolos mediante una red funcional de corredores ecológicos que aporten coherencia ecológica y favorezcan la conservación de la biodiversidad. En esta línea, podría ponerse en marcha una gran campaña de forestación con especies autóctonas que favoreciese la biodiversidad y generase un gran sumidero de carbono para luchar contra el cambio climático. Esta campaña de plantaciones debería extenderse al medio urbano, especialmente a la periferia degradada de las ciudades.

8.- Prohibición de las actividades que conlleven sufrimiento y/o tortura animal, ya sean, por ejemplo, fiestas populares, espectáculos o actividades productivas.

9.- Revisar y hacer cumplir realmente la legislación ambiental para asegurar la conservación ambiental y mejorar la gestión del entorno. Alguna legislación en materia ambiental, como la Ley de Aguas, tiene una gran potencialidad en la gestión sostenible del entorno si realmente se cumpliera. Otra legislación, como la que regula la evaluación de impacto ambiental, debe modificarse en profundidad para asegurar la conservación de nuestro patrimonio natural. En esta línea, deberían internalizarse en los costes productivos las “externalidades” o impactos socioambientales más o menos difusos al entorno general (ej. contaminación de acuíferos con nitratos procedentes de la agricultura).

10.- Creación masiva de empleo (en el orden de un millón de empleos verdes directos en 2020)en tareas relacionadas con la gestión y la conservación ambiental, en los sectores públicos y privados (especialmente en el ámbito cooperativista) en actividades como el mantenimiento de bosques, la restauración de ecosistemas degradados, la vigilancia ambiental, las energías renovables, la agro-alimentación ecológica, el turismo rural, etc.

Sin duda quedan muchas medidas en el tintero, pero creo que las expuestas dan una idea de hasta qué punto podemos transformar la política ambiental de manera que pase de ser un problema incómodo a un valor social y democrático. Todas estas medidas pueden ponerse en marcha a corto y medio plazo, y algunas deberían quedar consolidadas en una nueva constitución que asegure las necesidades básicas de toda la población. ¡También podemos en verde!

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