Podemos ha irrumpido con tal fuerza en la escena política del Estado español que ha provocado, por un lado, la inmediata reacción a su discurso por parte de su propio blanco de tiro —no es difícil pensar en los intentos de emulación de Pedro Sánchez en su primer discurso como secretario general del PSOE /1, o los intentos de neutralizar torpemente el término casta por parte del PP /2—; por otro lado, la reestructuración de las fuerzas de izquierda con un PSOE en colapso, una IU al borde del estancamiento y una izquierda alternativa que oscila entre el entusiasmo, la confusión, el escepticismo y el rechazo más virulento.
Como militantes anticapitalistas que entienden la importancia de intervenir en Podemos, vemos la necesidad de un análisis detenido del discurso predominante de esta nueva fuerza política, sus mecanismos de articulación, sus límites y potencialidades para extender una ideología antagónica, su capacidad como herramienta de transformación social. Con este artículo tratamos, en definitiva, de pensar el papel y el margen de intervención de las y los anticapitalistas en el ciclo político que se acerca.
El discurso instalado por la promotora de Podemos, que tiene una gran hegemonía dentro de los círculos y que ha conseguido apelar al resto de organizaciones políticas del país, se desarrolla en el marco teórico del populismo latinoamericano de la mano de autores como Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, quienes se apoyan en una lectura de Gramsci fundamentalmente semiótica, desde la perspectiva del discurso y no de la lucha de clases.
Es importante entender la base teórica de la que se parte, porque desde ella se han ido desarrollando los binomios que determinan nuestra intervención en Podemos. Tengamos en cuenta que, en este marco teórico, las identidades políticas se construyen como agrupamientos a partir de elementos comunes articulados en un relato, en una narrativa que compite por atribuir un significado político determinado a un hecho social contra otras, diferentes o antagónicas, ante las que se define por oposición, según la lógica amigo/enemigo formulada por Carl Schmitt /3. Así, el sujeto populista ha de ser nebuloso, abierto, no definido por su función en la estructura social ni por el lugar que ocupa en el modo de producción, sino sólo por la nominación laxa del enemigo en la propia narrativa y la agregación en torno a reivindicaciones ya muy extendidas en la población.
Es por ello que el discurso de Podemos es reconocidamente keynesiano/4 y apuesta por el blindaje de los derechos sociales básicos y la aplicación de políticas redistributivas. Se trata, a fin de cuentas, de exigencias de un gran consenso social en torno a las que articular, en oposición a un enemigo determinado, una identidad amplia: la gente, la gente normal, la gente decente, por oposición a la casta en el afuera y al activista en el adentro; la gente que no tiene ideología sino sentido común, del que Podemos es sólo un altavoz y un método, la gente que es la que tiene que hacer política incluso si no participa del debate colectivo porque la gente normal, la gente decente no tiene tiempo y las nuevas herramientas de comunicación le permiten participar de todos modos, y Podemos está abierto a la gente y por eso es nuevo, no como la casta o la izquierda del discurso perdedor que están cerradas a la gente, a la gente normal, y son inevitablemente viejas.
Se trata de un discurso bien articulado a partir de cuatro binomios: (1) gente/casta-activista, (2) abierto/cerrado, (3) nueva política/vieja política, (4) delegación/participación, a los que se añade la experiencia heredada del 15M en su sentido más anti-vanguardista y también en la insatisfacción general ante la ausencia de soluciones políticas. El uso de este anti-vanguardismo, encauzado contra el sistema de delegación, hace difícil cualquier intento de estructuración en que el debate colectivo como generador del discurso, y el poder decisorio de los círculos como herramienta de empoderamiento, sean los pilares esenciales. La insatisfacción por la ausencia de un cambio institucional tras la explosión en las plazas se concreta en una admisión de la derrota del 15M en el plano político y la necesidad consiguiente de un liderazgo mediático para que éste consiga, por fin, dar el salto a la política; es a esta sensación de derrota a la que se apela toda vez que el binomio eficacia/democracia, o más bien proyección a la sociedad y control democrático del líder —la herramienta de proyección—, se ponen en tensión dentro de Podemos. La presencia de un liderazgo fuerte, pese a resultar incómoda a las bases, es vista como necesaria y por ello se ha comulgado y se comulgará con ciertas pérdidas de democracia interna/5.
El primer binomio, central en la retórica de Podemos y al que el resto se subordina, se configura pues bajo el concepto de gente, que denomina un sujeto indefinido sólo acotado por sus opuestos y articulado por un discurso post-ideológico en el que se intenta superar el eje izquierda-derecha mediante el sentido común —la decencia, la defensa de los Derechos Humanos— y la regeneración democrática a través de un método —primarias abiertas, programa participativo, financiación colectiva, herramientas de participación telemática.
Contra ella la casta, que tiene una definición muy clara en el plano político y no tanto en el plano económico. En el sentido político del término están los partidos que gestionan la austeridad y están manchados por la corrupción, así como las organizaciones —sean políticas o sindicales— de izquierda cuyas estructuras han sufrido un proceso de burocratización y están alejadas de la lucha en las calles. En el plano económico el concepto de casta puede ser entendido como la burguesía del capital monopolista/6, si bien sería desacertado no ver que la centralidad del concepto está en su significado político y que, en el momento en que trata de extenderse a lo económico, surgen posturas diversas /7. Esto no es baladí y viene acompañado por el hecho de que Podemos esté recuperando cierto lenguaje de la Transición —ruptura democrática, campo de fuerzas democráticas—: así se intenta resignificar el momento histórico en que nos encontramos como una segunda Transición para situar a la casta política en el papel del Búnker y reforzar la imagen de Podemos como agente de regeneración democrática, sin necesidad de definirse en exceso por sus propuestas económicas.
El binomio abierto/cerrado va parejo al de nuevo/viejo, siendo lo abierto y lo nuevo el método plebiscitario y el uso de las herramientas telemáticas, así como es abierta la indeterminación misma del sujeto gente —porque inherentemente heterogéneo— y es nueva la lógica de representación que liga a la gente con el líder mediático a través del método. Vieja y cerrada es, por otro lado, la lógica de representación clásica:
Esa comunicación ha permitido que se desborden los ejes fundamentales de la representación clásica: la forma partido, la cultura del militantismo, el eje izquierda/derecha, la concepción intransitiva de la relación entre representantes y representados, una idea de la identidad política que depende de la definición de un sujeto más o menos dado./8
En esta cita subyacen dos ideas que conviene analizar. Por un lado y vinculado al binomio delegación/participación, se deslegitima con un curioso movimiento elíptico la democracia representativa actual y la democracia asamblearia que, al utilizar un sistema de delegación, subordina la votación al debate colectivo, todo ello para proponer un nuevo modo de prácticas democráticas que regresan a los principios de la democracia liberal: la comunidad política está formada por «singularidades asociadas»/9, por una agregación de individuos reunidos en virtud de un contrato social que, como tal agregación heterogénea, no puede ser representada.
Y no obstante se defiende la figura del líder mediático y del grupo de técnicos que lo rodean. Si eso es así, es porque estas personas no se dicen representantes de su base social, sino meros altavoces, meros articuladores de una narrativa que recoge el sentido común ya existente. La querencia anti-vanguardista del 15M es reempleada para reforzar una idea de meritocracia, o «democracia de las capacidades» /10, que no deja de encubrir otra forma de vanguardia. En tanto que no se contempla la lucha de clases, la vanguardia no puede ser el sector más concienciado de las clases populares que trata de intervenir en aquélla y movilizar a sus iguales en la pugna; la intervención de la vanguardia no está encaminada al empoderamiento popular sino a la institución de sentido, al hallazgo del relato que consiga captar el sentido común de una mayoría social y hacerlo propio enajenándoselo a la clase dominante. Así, la capacidad de unos cuantos técnicos —que no obstante toman decisiones de alto calado político— se propone en sustitución al activista, al que se coloca por oposición a la gente y que ha llegado a ser señalado, bajo esta oposición, como antidemocrático/11. Por ello señalábamos que el primer binomio no opera sólo entre gente y casta, sino también —a nivel de las discusiones internas a la organización— entre gente y activista.
Bajo esta perspectiva, el sistema de delegación es rápidamente asociado a la burocratización y por tanto a la vieja política. Su contrario es la participación online de las personas que, no habiendo asistido a la construcción del debate colectivo, hacen virtud de su sentido común y someten las decisiones internas de Podemos a sus fuertes contradicciones —en contradicción está, por ejemplo, el discurso de la igualdad con la discusión abierta sobre las listas cremallera/12— y al influjo mediático del líder. Estos mecanismos de participación favorecen la derechización de Podemos y pueden llegar a neutralizar los consensos tomados en sus bases mediante la discusión en los círculos.
Ya en otro orden de cosas, si analizamos las bases materiales sobre las que se sustenta Podemos como iniciativa política, una de las más importantes es la proyección mediática que tiene y ha tenido Pablo Iglesias y su equipo en medios de comunicación generalistas como La Sexta, Cuatro o Público. La promotora ha construido un dispositivo de comunicación política sobre la cual basa su legitimación frente a los círculos bajo dos premisas. La primera es que las personas que participan en los círculos son especialmente receptivas al discurso de la promotora, dado que la composición ideológica de los círculos es heterogénea y que su acercamiento a Podemos ha sido sobre todo a través de este discurso. La segunda es que el éxito de este al instituir sentido toca muy de cerca la sensación de falta de victorias que han sentido muchos activistas/13, explotando a su favor la contradicción citada más arriba entre proyección pública y control democrático de la iniciativa.
Las limitaciones de estas bases materiales están en la falta de estructuración del aparato de la promotora a nivel regional. Esto genera una doble estructura entre la promotora, que basa su legitimidad en la proyección mediática y en su éxito electoral, y los círculos organizados territorialmente en coordinadoras. Un punto sensible en este esquema es la necesaria articulación que en algún momento se tiene que producir entre la promotora y las estructuras regionales para que se pueda hablar de un aparato de partido y que de esta manera la promotora deje de depender exclusivamente de su proyección mediática y de su estrategia semiótica. Este problema organizativo se intentará resolver en octubre, cuando se produzca el proceso constituyente de la organización. Dada la heterogeneidad de los círculos y el calado que tiene el discurso de la promotora, es probable que los poderes territoriales ahora existentes sean desmantelados políticamente, despojados de capacidad decisoria y mantenidas sólo sus funciones organizativas y de difusión. El grado de este proceso es todavía difícil de medir porque depende de varios factores, como pueden ser las propias fricciones que pueda haber en el interior de la promotora y la beligerancia con que afronte el debate el sector crítico de los círculos.
La previsible limitación de los poderes territoriales actuales y su parcial sustitución por un aparato más centralizado desplazará inevitablemente las contradicciones internas actuales a los nuevos espacios de decisión, es decir, a las listas electorales y a la elección de cargos de los órganos de decisión de la organización. Estos procesos se decidirán por primarias abiertas a toda la ciudadanía /14, lo cual favorece el proyecto populista dentro de la iniciativa. Aun así, las condiciones de auto-organización que se han dado en algunos territorios, así como la dificultad del nuevo aparato para llegar a todos los lugares del
estado, posibilitan en cierta medida la emergencia de poderes con prácticas y discursos más radicales, por ejemplo en la CAM, que podrían constituirse en pequeños bastiones políticos para la izquierda transformadora; esto es, es factible que determinadas compañeras y compañeros del sector crítico puedan ocupar algún puesto en las listas de las municipales y autonómicas.
Antes de continuar es necesario, para poder captar mejor las tendencias internas, que realicemos una pequeña caracterización tanto de la militancia como del votante de Podemos. En primer lugar muchas de las personas que participan en Podemos han comenzado por primera vez a militar y a tener contacto con el activismo, pero las personas con mayor peso político en las asambleas suelen ser personas con recorrido político ya sea en asociaciones de vecinos, sindicatos, asambleas 15M, mareas, cooperativas o partidos. Y si esto podría parecer positivo en muchos casos, en tanto que son activistas con una buena
capacidad organizativa y política, nos encontramos con un problema que la propia iniciativa ha generado desde el principio: se trata de militantes muy condicionados por un discurso socialdemócrata o de un anticapitalismo laxo, dubitativo en el mejor de los casos, problema que ha heredado la izquierda de este país y que el discurso de la promotora potencia. Esta es una de las razones que ponen seriamente en duda la premisa de que el empoderamiento en los círculos generará órganos de contrapoder a la promotora.
Junto a ellos existe luego un sector crítico con posturas más transformadoras y relativamente beligerante con la promotora y el discurso populista —según la coyuntura, puesto que los momentos de mayor tensionamiento en las asambleas han debilitado sus bases. El sector crítico es una minoría visible, con capacidad de intervención política y discursiva pero muy condicionado por la correlación de fuerzas. Genera polémicas, convence a otros militantes, pero a menudo debe ceder en sus posturas.
Por otro lado, Podemos ha movilizado a un vot ante abstencionista, disputando el voto a IU y al PSOE y arrastrando a votantes desencantados con este último.
Ha sido capaz de conseguir fuerza en barrios históricamente obreros y populares, pero también tiene una afluencia de votos de las capas medias más empobrecidas con la crisis. De la misma forma, tiene una gran capacidad de movilizar el voto de la población joven. Se puede decir, en resumidas cuentas, que ha apelado a una mayoría social de izquierdas muy descontenta con la crisis económica y con el resto de partidos en el espectro político /15. Asimismo, el hecho de que las personas que han lanzado el proyecto sean jóvenes universitarios sin cargos políticos relevantes a sus espaldas en el Estado, les ha posibilitado no ser relacionados con la vieja política y quedar limpios de ella, aparentemente vírgenes.
Dentro de las tendencias en el panorama político español, Podemos está en un periodo alcista, en el cual puede estabilizarse como tercera e incluso segunda fuerza política —es primera en intención de voto declarado y con el mayor margen de crecimiento en el sondeo que realizó Metroscopia /16 en junio. En este sentido habrá que ver cómo se inserta Podemos entre la nueva dirección del PSOE e IU. En todo caso la promotora fortalece su legitimidad frente a cualquier fuerza disidente en los círculos también a través de su proyección electoral, de tal forma que la actitud de las personas que componen los círculos es más de preocupación por la perspectiva de defender la iniciativa frente a los ataques que realizan las fuerzas de la derecha, con PRISA a la cabeza, que por la cada vez más marcada derechización del discurso de Pablo Iglesias, que ya coloca el carácter transformador de su proyecto como una cuestión sólo ética —aquello que desearíamos—, centrándose en aquello que hoy es posible, es decir, reformas que no ponen en duda la actual hegemonía del capital monopolista/17. Los ataques de la derecha son vistos por la militancia de Podemos como prueba de que la iniciativa está verdaderamente a la izquierda, mientras que Podemos se
apropia poco a poco de la posición especular frente al PP de la que ha gozado el PSOE durante tanto tiempo.
Hemos realizado una caracterización del discurso hegemónico en Podemos, hemos intentado analizar sus bases materiales, su estructura y las posibilidades de este espacio como herramienta de empoderamiento popular, todo ello con el objeto de reflexionar sobre la capacidad y el modo de intervención de las y los militantes anticapitalistas en este espacio. Creemos que la diferencia clave entre el populismo y el anticapitalismo reside en el lugar predominante que ocupa la lucha de clases y el proletariado en uno, y su ausencia absoluta en el otro/18. A nuestro entender, esta ausencia en el discurso populista lo incapacita para generar una verdadera transformación social a través del empoderamiento popular, el único que permite llevar a cabo medidas que vayan más allá de un reformismo limitado.
Pero ello no quiere decir que sea sencillo articular un discurso de clase hoy en día. Desde mayo de 2011 se ha abierto un nuevo periodo de luchas con características y autonomía propias que ha cambiado de manera relevante el panorama en el Estado español. Bajo nuestra perspectiva, el acierto de Podemos como iniciativa política reside en haber captado un aspecto fundamental de este nuevo periodo. Este aspecto no es tanto la existencia de una mayoría social amplia, sino la convergencia de una unidad de intereses entre amplias fracciones de la pequeña-burguesía y del proletariado, que incluso llegan a incluir a
pequeños capitalistas y propietarios. Si bien las condiciones de esta unidad de intereses estaban dadas, son los movimientos sociales en su lucha los que la han forjado. La extrema atomización que ha sufrido la clase obrera a través de las políticas neoliberales ha desplazado el eje de lucha y defensa de la reproducción de la fuerza de trabajo fuera de la producción —la fábrica—, y lo ha trasladado a la reproducción, al plano de la vivienda, la sanidad o la educación, que se han convertido así en lugares de convergencia de distintos sectores de la población. Bajo esta perspectiva, la hipótesis nacional-popular en que Podemos basaba parte de su estrategia populista se revela acertada, en tanto que apuesta por la conformación de una alianza interclasista amplia. Se trata de que esa alianza interclasista sea capaz de aglutinar a las capas populares, arrastrar a una parte de las capas medias, neutralizar a la restante y aislar a la gran burguesía. Sin embargo, si esta alianza no está hegemonizada por la clase trabajadora lo estará por los sectores progresistas ya insertos en el régimen, cuyos intereses son contrarios en último término a su caída.
El problema ante el que se encuentra la izquierda anticapitalista, por tanto, es la carencia de un análisis sólido de las líneas de articulación que existen entre la clase obrera, las capas populares y su relación antagónica frente al bloque en el poder. Los efectos de esta carencia teórica y política se expresan de tres maneras distintas.
En la primera, una serie de organizaciones apelan al sujeto obrero clásico, que al no corresponderse con la nueva composición ni de clase ni popular tiene efectos mínimos y relega a estas organizaciones a la marginalidad. Una segunda expresión está en aquellas organizaciones como Izquierda Anticapitalista que deciden trabajar en Podemos y, al carecer de un análisis de clase, son incapaces de mantener una autonomía política propia y por tanto de diferenciarse, más allá de matices, del discurso populista, ya que sólo por medio de un discurso de clase coherente y antagónico puede distinguirse de la promotora. La
carencia de tal análisis teórico y de una práctica en coherencia tiende a disolver estas organizaciones en Podemos. La tercera es más compleja y la encontramos en el caso de Izquierda Unida, en tanto que su bloqueo se debe a que una lectura —y una intervención— de y sobre las nuevas articulaciones sociales la ponen en contradicción con los intereses de su burocracia. Estos se encuentran unidos a que IU siga orbitando como partido alrededor del Estado y de sus aparatos, lo que le impide una política transformadora.
Todo ello nos conduce a concluir que es una tarea urgente volver a pensar la clase con todas sus contradicciones, distinguir los puntos de articulación con el resto de sectores que se disponen a un lado frente al bloque en el poder —el régimen—, así como analizar cuáles son las posibilidades de éste para cambiar los equilibrios de fuerzas frente a una posible aplicación de políticas neokeynesianas. Si no, lo más probable es que las fracciones de clase más progresivas dentro del régimen capitalicen las nuevas luchas —incluida la lucha política que ha abierto Podemos— para mejorar sus posiciones estratégicas dentro del bloque en el poder, bloqueando a la par cualquier proceso de transformación social profunda /19. Sin perspectiva de clase, las y los militantes anticapitalistas careceremos de elementos discursivos y políticos para combatir este peligro, y nuestra intervención en Podemos sólo habrá ayudado a apuntalar nuestra derrota.
Rocío Cruz, Juan Medem y Clara Marañón son militantes anticapitalistas
Notas
/1
Véase el artículo de El Mundo «Pedro Sánchez rechaza ‘el patriotismo de quien elige patrimonio en vez de patria’» en www.elmundo.es/espana/2014/0...
/2
Así leemos el comentario de Montoro: «Nací en Jaén, en 1950, cuando la renta per cápita era inferior a 2.000 dólares. Ahora soy de la casta de la derecha. Lo que hicimos de este país para que algunos jóvenes nos llamen casta...» (www.publico.es/politica/5332...) o el de Martínez-Pujalte: «Si entiende por casta que unos señores me han votado, igual de casta es Pablo Iglesias» (www.cuatro.com/las-mananas-d...)
/3
Véase el artículo de Íñigo Errejón Galván: «¿Qué es el análisis político? Una propuesta desde la teoría del discurso y la hegemonía» en Revista Estudiantil Latinoamericana de Ciencias Sociales, disponible en:
www.academia.edu/1385588/_Qu... _la_teoria_del_discurso_y_la_hegemonia
/4
Véase la entrevista de Pepa Bueno a Pablo Iglesias en el programa Hoy por hoy de la Cadena Ser, en el minuto 17:00: www.cadenaser.com/espana/aud...
/5
Ello no quita el malestar que generan dichas pérdidas, ni la posibilidad de que los sectores más activistas vayan distanciándose si el poder de los círculos queda anulado, pero desde luego hace que los sectores medios, las personas sin experiencia política pero de una mayor conciencia, se mantengan pese a todo en el proyecto si éste sigue teniendo éxito en el plano electoral
/6
Brais Fernández sugiere: «Esta capacidad del término “casta” de simbolizar la fusión entre poderes económicos y políticos tiene también su base material en el movimiento real: remite a aquel lema que inició el 15M que recordaba que “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”» en Brais Fernández: «Podemos, un gran acierto y una gran responsabilidad», Viento Sur, vientosur.info/spip.php?article9156
/7
Entre estas discordancias situamos las últimas declaraciones de Carolina Bescansa, miembro del grupo promotor de Podemos, sobre el apoyo de muchos empresarios a la organización. Véase www.cuartopoder.es/alsoldela...
/8
Germán Cano, Jorge Lago, Eduardo Maura, Pablo Bustinduy, Jorge Moruno: «Representación y desbordamiento», Diagonal, www.diagonalperiodico.net/la...
/9
Ibid.
/10
Ibid.
/11
Véase la intervención de Juan Carlos Monedero en la Coordinadora de Círculos de Podemos Madrid: «Los círculos no son democráticos», en politica.elpais.com/politica/2014/06/09/actualidad 1402295920_514605.html Claramente, aquí se exponen dos concepciones muy distintas de democracia.
/12
Véase vozpopuli.com/actualidad/46328-la-paridad-en-las-listas-electorales-de-podemos-genera-fuerte-debate-entre-sus-simpatizantes
/13
Remitimos de nuevo a la intervención de Juan Carlos Monedero citada arriba: «Si seguimos con estos discursos puede suceder que ocurra como con el 15-M, éramos radicalmente democráticos, pero radicalmente inoperativos»
/14
Así lo apunta el Preborrador de los principios organizativos de Podemos proporcionado por el Equipo Técnico para la Asamblea Ciudadana de otoño, y así será aceptado dado el amplio consenso que tiene en los propios círculos
/17
Véase la entrevista de radio a Pablo Iglesiascitada más arriba y las declaraciones, ya citadas también, de Carolina Bescansa
/18
«Identidades colectivas —la de clase en primer lugar, pero también las narrativas ideológicas tradicionales— en retroceso e incapaces de servir de superficie de inscripción para articular todos los diferentes descontentos con el statu quo. Uno de los retos a los que se enfrenta Podemos es ser capaz de articular esos descontentos y sus identidades», Pre-borrador de la ponencia política del Equipo Técnico de Podemos, pág. 1. Nótese que la clase es en este texto un concepto discursivo que puede generar o no agrupamientos sociales, no una fuerza social que es efecto de la lucha de clases en base a unas condiciones materiales objetivas. Nos encontramos, como decíamos al comienzo de este artículo, con una mirada semiótica de la realidad
/19
Un caso privilegiado para estudiar un proceso similar es la Transición. Las fracciones progresivas de la burguesía se apoyaron en las fuerzas de ruptura democrática cuando el movimiento obrero empezó a tomar tal fuerza que ponía en duda la continuidad del régimen franquista. La consolidación del PSOE es la viva expresión de este proceso.
via |vientosur.info
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