Cuando la realidad no se ajusta a sus deseos, suelen muchos colegas buscar refugio en teorías conspirativas, en manos invisibles que mueven los hilos para, según dicen, moldear voluntades a su antojo, como si los ciudadanos fuésemos un rebaño de borregos sin criterio. Tienen una visión de la política como un sistema que funciona de arriba abajo y menosprecian el poder de la sociedad civil y el poder de su indignación cuando detectan que sus representantes han dejado de serlo para convertirse en una nomenklatura de privilegiados.
No han comprendido, por ejemplo, que uno de 'los misterios' del éxito de Podemos se encuentra en un lugar tan enigmático para ellos como las redes sociales. Cada vez son más los ciudadanos que no recurren a los medios convencionales para informarse, que no aparecen en las encuestas y que no se sientan delante del televisor cuatro horas al día. La televisión es ya un medio fragmentado del que se selecciona únicamente lo que interesa para poder compartirlo en las redes. Es bastante probable que gran parte de los votantes de Podemos no hayan visto nunca una tertulia completa de la Sexta o Intereconomía, sino fragmentos de ellas a partir de un link. Y ahí, las grandes cadenas compiten en igualdad de condiciones que las pequeñas. Las nuevas tecnologías permiten ya lo que la sociedad demanda: democracia participativa y periodismo ciudadano para romper un sistema informativo edificado para apuntalar el bipartidismo, y en el que afortunadamente se coló un diario independiente como éste, razón por la que finalmente, después de años de acoso, se destituyó a su fundador y director, Pedro J. Ramírez.
Pero sigamos con Podemos. Es innegable que los resultados obtenidos en las últimas elecciones europeas ha sido una de las causas de la abdicación del Rey, o al menos la ha acelerado. En la Casa Real han entendido que las nuevas generaciones de españoles no están dispuestas a tolerar determinados escándalos y que la monarquía es vista cada vez más como algo innecesario para la convivencia política. Por eso no es de extrañar que hayan puesto la maquinaria de guerra en marcha y, para intentar desprestigiar la imagen de Iglesias lo acusan de simpatizar con ETA, de haber cobrado por hacer informes para Chávez o que le gustaría nacionalizar los medios de comunicación cosa que en realidad no ha dicho. Parece que los inmovilistas del agotado régimen del 78, se han dado cuenta tarde de lo que Anson, una de las personas que más secretos del poder atesora, viene advirtiendo desde hace meses: "O bien hacemos la reforma constitucional ordenadamente desde dentro del sistema o nos la harán revolucionariamente desde fuera".
El de Pablo Iglesias es un discurso muy bien articulado y muy bien expuesto, es el discurso que necesita una ciudadaní a decidida a no transigir más con la corrupción, la falta de perspectivas laborales y la imposibilidad de participar en la toma de decisiones políticas que determinan férreamente sus vidas. El de Iglesias es un movimiento de largo recorrido porque es la manifestación de los deseos ciudadanos de ser protagonistas de su presente político.
Via | elmundo.es
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