La política de intervención con el objeto de dominar territorios soberanos ha sido siempre un principio en la política exterior del gobierno de Estados Unidos.
En repetidas oportunidades han destruido naciones, han asesinado, han desestabilizado con la participación de sus aliados nacionales y ONG, para provocar el derrocamiento de gobiernos que no responden a la política ni a los intereses de EEUU.
Hoy vemos con estupor un nuevo estilo, mejorado desde esa concepción, que combina los métodos antes mencionados, de forma más sofisticada.
La nueva técnica utiliza esencialmente a mercenarios, quienes ejecutan atrocidades para luego culpar de ellas al gobierno que se pretende derrocar. Estos sujetos cuentan con el apoyo de las grandes transnacionales de la comunicación, que trabajan de la mano con entes nacionales y organizaciones no gubernamentales para la creación de las matrices que les permiten crear una mala imagen del gobierno que buscan inculpar.
Esta política ha sido aplicada por Estados Unidos recientemente en Libia, Siria y Ucrania. Dicho mecanismo les ha permitido encubrir su rol protagónico, por su acción encubierta, evitando así el costo político dentro y fuera de Estados Unidos, como el generado por las invasiones directas en Afganistán e Irak...
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