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Desde que el Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Aluvión comenzó su estudio sobre matrices y tendencias de los medios privados de comunicación a mediados de 2012, una constante se ha dejado ver sin perder un ápice de intensidad e intención: establecer la narrativa de un Estado fallido, forajido, fuera de control y volcado contra la población.
Esta construcción nunca fue inocente y la definición buscada de Estado fallido se inserta dentro del cánon occidental de calificar a un Estado (y particularmente su gobierno) como forajido/enemigo de los presuntos valores democráticos que se enuncian desde EE.UU., Europa y los países latinoamericanos alineados (en todos los sentidos) con esta noción de “democracia”.
Frente a esa construcción, la Revolución Bolivariana encarna precisamente el antagonista perfecto, el opuesto mejor delimitado, el enemigo de los poderes fácticos de la mediocracia (y de quienes la financian). Todo eso, queremos resaltar, para desembocar en el actual escenario. Los medios han buscado, sin interrupción, legitimar el escenario conflictivo y deslegitimar a Venezuela y al Gobierno Bolivariano. Esta, que aquí vemos en su última entrega, ha sido la meta.
La jerarquía dentro de la valoración cuantitativa de los medios privados (arriba en la primera gráfica) dan constancia precisamente de esa escenificación golpista que desembocó en el conflicto de hoy en día, donde, sin más, se trata de amén de la tendencia, elaborar el discurso de que “La Salida” del gobierno es la causa justa, dada su conducta “dictatorial”, “despótica”, de “Estado fallido”.
Que esta investigación sirva, una vez superada esta nueva prueba del pueblo revolucionario, para señalar a un grupo de autores intelectuales en la escalada violenta que vivimos hoy en día, y por la que, más pronto que tarde, la mediocracia debe pagar.
Locoldo, el falso héroe perseguido
El trabajo de El Nacional, El Universal, Últimas Noticias, Tal Cual, El Nuevo País y 2001 en prensa, más Venevisión, Televen y Globovisión en TV, durante los días del 8 al 14 de febrero, fue el de mantener su atención en la supuesta disidencia estudiantil para darle continuidad al golpe en ciernes, fortaleciendo las matrices del colapso nacional, la represión, los supuestos atentados a la libertad de expresión y la crisis de los medios, al tiempo que justificaban o solapaban la violencia presente en las protestas fascistas fue la tendencia central.
Leopoldo López se llevó el 40% del espacio dedicado a actores políticos de oposición en prensa, no solo como agitador del movimiento estudiantil, sino también como “víctima”. Luego de haber sido la pieza clave en la escalada guiando a los jóvenes hacia la ignominia, la violencia y la muerte, se lavó las manos asegurando que su convocatoria tenía como medio de protesta la no-violencia, y aprovechó la colita para culpar al gobierno de provocar los hechos de violencia, declaraciones que fueron sustanciosamente aprovechadas por los medios.
Como respuesta a la orden de captura que tiene López por sus reiteradas incitaciones a la violencia, envalentonado declara: “no tienen agallas para meterme preso”, palabras que son repetidas junto a las de Carlos Vecchio: “Leopoldo no le tiene miedo al gobierno”, no menos de seis veces en solo dos días.
Henrique Capriles, quien hasta hace poco había sido casi desaparecido de los medios, resucita bajo una figura parecida a la del “policía bueno”: se desligó de la convocatoria de Maripoldo en lo que originalmente parecía una fractura de la MUD, y ahora se asemeja más a una estrategia para no perder adeptos. Los más reaccionarios se van con Leopoldo. Los más ¿pacifistas?, con CAPriles. Puro decorado, Capriles también está sumado a esta agenda, desde su papel de dirigente de la línea suave.
Este país se lo llevó quien lo trajo, pero la MUD es buena
La matriz del colapso nacional sigue reforzándose con acusaciones relacionadas a las protestas estudiantiles y sus consecuencias. “Suspendidas actividades académicas universitarias hasta el lunes” (32%), “Solicitan a la OEA consejo permanente por actos violentos del 12F” (14%), “Falta de divisas para insumos de la salud” (14%), “Sectores políticos quieren caos” (7%), “denuncian maltrato en cárceles” (7%), “destaca papel represivo de colectivos” (7%), y otras afirmaciones, son utilizadas para satanizar al gobierno.
Pero el ataque a la gestión revolucionaria abarca mucho más que lo anterior: en la prensa, las noticias sobre economía difunden mensajes como “Escasez se ubicó en 28%” (21%), “suspenden remesas a Colombia” (17%) –noticia que deliberada y maliciosamente omite la resolución del gobierno de realizar las remesas familiares en pesos colombianos, y no en dólares– e “Inician fiscalizaciones” (13%) –en el marco de la aplicación de la Ley de costos y precios justos, la cual, por cierto, es rechazada categóricamente por el empresariado venezolano, por significar esta un freno para el proceso de enriquecimiento de las arcar privadas y deterioro del bolsillo del venezolano–.
La intención de los actores políticos de oposición en su aparición en las pantallas de la TV privada es pieza fundamental para la guerra mediática que se está desarrollando: en un 31% se intenta movilizar al pueblo a unirse a las protestas estudiantiles, en un 28% se intenta reforzar las acciones de los dirigentes de la oposición; un 19% de las alocuciones pretenden responsabilizar al gobierno de la matriz del colapso nacional que pretenden instalar en el público; criminalizar al gobierno en un 12% de las ocasiones y colectivizar intereses en contra del mismo en un 10%. El balance deja relucir una sola cosa: las protestas no son de origen estudiantil. Los jóvenes son la excusa para orquestar todo un plan destinado a sacar a la gente a las calles, y que dios los agarre confesados.
La estrategia para persuadir al público en un 53% de las veces es la de ilegitimar al gobierno o culparlo del ambiente de caos que nos fabricaron los medios y la conspiración durante toda la semana. El otro 47% de la estrategia se destina, predeciblemente, a colectivizar los intereses de la oposición y hacer legítimas sus acciones.
Tomar el poder por la fuerza, usando a los estudiantes
Las intenciones golpistas de toda esta movilización supuestamente estudiantil se hacen notorias con el reiterado uso de la frase “va a caer, este gobierno va a caer” para referirse al gobierno en un 39% del tiempo destinado al Gobierno Bolivariano en las pantallas de Globovisión, Televen y Venevisión. En un 25% de las ocasiones se afirma que “este gobierno no respeta el derecho a la vida”.
Con casi once horas de exposición en pantalla se le da cobertura a las movilizaciones estudiantiles (61%), y el segundo tema favorito es el de la crisis nacional (10%), nótese el salto tendencioso y la astronómica diferencia porcentual. A los planes de seguridad desarrollados por el Estado apenas le dedican un 4%, y al diálogo nacional un triste 3% que apenas se advierte entre tanta demonización.
Las noticias sobre política nacional desaparecen casi del todo de la prensa privada venezolana. Sólo un 1% del centimetraje del cuerpo de política se dedica a la misma. En contraposición a esto, las protestas estudiantiles son cubiertas con un 45% del espacio, y los medios de comunicación y la MUD se llevan el 13% cada uno. La guerra mediática está declarada, y las armas son nuestros jóvenes.
El rol victimizado de los medios
En aras a contribuir con la matriz de la censura, y no contentos con hacer de la información un arma de guerra, los medios de comunicación se disfrazan de mansos corderos perseguidos por un gobierno dictatorial y perverso ocultando su lógica de maquinaria de guerra desde su vestido angelical, y denuncian censura por parte del mismo solidarizándose con un canal colombiano con capital venezolano (en el que Alberto Federico Ravell es accionista principal) llamado NTN24, que fue sacado del aire durante los sucesos del 12 de febrero por incitar a la violencia y difundir información tergiversada para colaborar con los planes golpistas de la derecha, tal como hiciera CNN durante el 2002.
La crisis de papel (16%), aunque fue desmontada recientemente, sigue siendo bandera para denunciar daños a los medios de comunicación, y aunque justifican la escasa cobertura que los canales de televisión le dieron a los sucesos del 12 de febrero en su momento alegando censura por parte del gobierno, contradicen esta versión cuando afirman que los “periodistas se mantendrán en la calle” (13%).
El montaje, el drama y las intrigas de los medios están a la orden del día en este culebrón de villanos rojos y bondadosas doncellas que salen a la calle a quemar basura y bloquear con escombros el tránsito. El golpe sigue activo y sale al ruedo. Envilecidos los medios por el rol que han asumido como frente de lucha de una derecha descubierta y debilitada por sus propios tropiezos, parecen no darse cuenta de que, como chacumbele, ellos mismos están siendo artífices de la muerte de su credibilidad. Una vez más. No pasarán.
(Misión Verdad)
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