Pero después vinieron muchos accidentes más, que no pillaban nunca al monarca trabajando. En enero de 1983, durante las vacaciones navideñas en Gstaad, tuvo uno de los accidentes más graves. Resbaló con una placa de hielo, cosa que le produjo una fisura en la pelvis. Fue un susto importante que casi le costó un testículo. Tras ser atendido en Suiza, fue trasladado rápidamente a Madrid.
Cuando Sabino Fernández Campo, el secretario de la Casa Real, fue a recibirlo y lo vio postrado en la litera en que lo bajaban del avión, pálido, demacrado, despeinado.., vaya, hecho un asco, no pudo dejar de exclamar:
“Señor, con todo respeto, tengo que decirle que un rey sólo puede tener ese lamentable aspecto si viene de las cruzadas“. La recuperación de don Juan Carlos duró dos meses, pero le dejó como secuela un hematoma interno que originó una fibrosis reactiva (“brida fibrótica pelviana periuretral que ejerce presión sobre el uréter izquierdo“), que tuvo que ser operada dos años después. En la intervención se le extirpó la fibrosis y parte del testículo izquierdo. Los médicos le recomendaron entonces que pusiera las partes al sol para favorecer la cicatrización, y fue cuando tuvo la mala suerte de que un paparazzi le fotografiara desnudo sobre la cubierta del yate Fortuna en aguas de Mallorca, como si fuera un “naturista”, cuando sólo lo hacía por prescripción facultativa.
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