La presidenta Dilma Rousseff enfatizó anoche, en un mensaje por cadena de radio y televisión, que es “preciso oxigenar nuestro sistema político, que debe ser más permeable”. Pero agregó: “
Los países no pueden prescindir de partidos políticos ni del voto popular”. Reiteró que como jefa de Estado “tengo que oír la voz de las calles”, pero advirtió que, “si dejamos que la violencia nos haga perder el rumbo, correremos el riesgo de perder muchas otras cosas” conquistadas. Fue en ese contexto que subrayó: “Brasil luchó mucho para ser un país democrático y lucha para ser un país justo”.
La presidenta convino que las protestas de los últimos días “muestran la fuerza de la democracia” y llamó a sus ciudadanos a “fortalecer la democracia y los poderes institucionales”.
Insistió que los manifestantes
tienen el derecho de marchar “pacífica y ordenadamente ” y concluyó: “No puede ser que una minoría ataque el patrimonio y trate de llevar el caos a nuestros centros urbanos”. Dilma recordó: “Mi generación luchó mucho para que fueran oídas las voces de las calles. Pero estas no pueden ser confundidas con las de agitadores”. Destacó que las grandes movilizaciones transmitieron “un mensaje pacífico y democrático”, para señalar que gracias a esto “los tarifas bajaron y estos movimiento ganaron dimensión nacional”. Todos quieren “salud de calidad, transporte de calidad, más seguridad” y concluyó: “Para dar más, las instituciones y los gobiernos deben cambiar”. Entonces planteó su propuesta: “Voy a invitar a los gobernadores e intendentes, voy a conversar con los otros poderes, para lanzar un gran pacto para la mejora de los servicios públicos”.
Exigió, también, que el Congreso le apruebe su proyecto de utilizar todos los ingresos federales procedentes de la explotación petrolera para educación y salud.
Dilma tardó en anunciar su decisión de pronunciarse. Según afirman los medios brasileños, ella fue a grabar su declaración al país después de una reunión con los miembros más relevantes de su gabinete. Tendría además otra cita con el presidente del Senado, Renan Calheiros, su vicepresidente Michel Temer y el dirigente histórico del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB) José Sarney.
Lo que más asustó al gobierno federal fue la violencia de las protestas de algunos grupos juveniles, especialmente en Brasilia donde invadieron el Palacio de Itamaraty, la sede de la cancillería, e intentaron nuevamente entrar en el Congreso. En Río de Janeiro, en consonancia con el espíritu de la jefa de Estado, el gobernador Sergio Cabral cuestionaba ayer el desgajamiento de grupos de jóvenes que depredaron el edificio de la Asamblea Legislativa y el de la intendencia carioca. El mandatario fluminense dijo que no tolerará “el vandalismo”.
Aunque hubo
escenas aisladas de saqueos en Río y Brasilia, las manifestaciones de ayer bajaron las elevadas temperaturas que habían alcanzado el jueves, cuando centenares de miles de personas tomaron las calles de las grandes capitales del país. En San Pablo, un grupo de unos 1.000 jóvenes ocupó una plaza en el centro para protestar contra un proyecto “Cura gay” en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Liderada por el diputado y pastor evangelista Marco Feliciano, la aprobación del proyecto por esa comisión da por sentado que la homosexualidad es una enfermedad que puede ser tratada por psicólogos. El diputado Joao Campos, autor del proyecto, es miembro del Partido Socialdemócrata de Brasil (PSDB), la principal fuerza opositora a Dilma. Los manifestantes marcharon al canto de “Doctor, yo no me engaño, quien está enfermo es Feliciano”.
Las columnas de ayer, menos numerosas, se distribuyeron por distintos lugares de San Pablo. Y en Río se concentraron en dos barrios: Barra da Tijuca e Ipanema. Es que sin la participación decisiva que tuvo estos días el Movimiento Pase Libre,
ayer bajó la intensidad de las protestas.
Una de las razones que llevaron al MPL a abandonar las calles fueron los incidentes. En las refriegas grupos aislados autodenominados “nacionalistas” se abalanzaron contra manifestantes de organizaciones políticas que se habían sumado a los actos. Algunos partidos de izquierda, como el PSTU y el PSOL, desde un principio ayudaron a difundir las demandas del Movimiento Pase Libre.
Según el dirigente de esta agrupación, Douglas Beloni, “nosotros somos sin partido; pero no anti-partidos”. Las hostilidades contra militantes partidarios impulsadas por estos grupos “nacionalistas” indujeron al MPL a suspender cualquier nueva convocatoria. Ayer se vio el impacto de esa decisión. Las marchas fueron mucho menos numerosas.
clarin.com
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