No debemos extrañarnos de esto puesto que los grandes empresarios y banqueros están ligados a los políticos de los grandes partidos; en su mayor parte de la derecha, tanto nacionalista como españolista, pero también de los socialistas. Los ministros y presidentes después de su “trabajo” en el gobierno terminan en los consejos de administración de las grandes empresas, como Aznar o Felipe González, o ahora Rodrigo Rato, que después de hacer negocios con Bankia y ayudar a hundirla se va de consejero a Telefónica.
En el mismo gobierno de Rajoy quiénes llevan la manija son banqueros y grandes empresarios. Todo se queda en su buchaca. La política no se hace en los parlamentos, que es el teatro, se hace detrás en las reuniones con la oligarquía financiera y empresarial que domina nuestro país. Los Botín, González, etc, los grandes capitalistas, son realmente los que mandan y los que deciden.
Pero esta corrupción, este robo planificado a la sociedad, no es más que el reflejo del robo social que este sistema explotador hace al mundo del trabajo. El dinero de Bárcenas y del PP en Suiza no es más que una expresión del engaño a la sociedad, de la hipocresía de los que exigen sacrificios a la población para llevarse el dinero de todos. Incluso Rajoy y su gobierno nos quieren hacer cómplices “porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” y “¿quién no intenta defraudar a hacienda?
Muchos comentaristas se rajan ahora las vestiduras por el “descaro” del PP y de Bárcenas, dicen que está en juego la democracia, etc. Pero nada tenemos que esperar de esta democracia capitalista donde hay dos varas de medir: una para los ricos, banqueros, y empresarios y otra para los trabajadores. Para los capitalistas bajos impuestos, amnistías fiscales, subvenciones a empresas y protección para sus ganancias. Pero para los trabajadores, despido libre, cierres de empresas, subida de impuestos, bajos salarios y privatización de los servicios públicos.
Un país con 6 millones de parados, con cientos de miles de familias desahuciadas de sus viviendas por los bancos y con millones de pobres viviendo de la caridad pública o de sus familias, no se puede sostener.
Esta situación supone una catástrofe social y política de proporciones gigantescas que no podemos permitir. Somos los trabajadores la única clase de la sociedad con capacidad para cambiar las cosas.
Somos la única clase progresista porque somos el pueblo trabajador, desde el médico al tornero, desde el conductor al albañil o trabajador de la limpieza, los que mantenemos en funcionamiento la sociedad. Es nuestra responsabilidad tirar hacia delante por nuestro futuro y por el futuro de los que vienen detrás, en definitiva por el futuro de toda la sociedad. Por ello tenemos que salir a la calle para decir ¡basta ya! , expresar nuestro descontento y unificar las luchas de aquellos que están en huelga o en lucha.
Y contra esta corrupción política hay que terminar con el capitalismo y su régimen, que nos llevan al desastre.
| Voz Obrera
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