Europa está en una encrucijada de la que dependerá su futuro. El proyecto europeo está en una crisis derivada de la propia crisis económica que ha puesto en evidencia todas sus carencias.
Europa no puede seguir siendo únicamente un amplio mercado de más de 500 millones de potenciales consumidores. Europa no puede por más tiempo pedir cesiones de soberanía sin que ello se corresponda con un incremento de la democratización de su gobierno y control de sus políticas.
En sus inicios el objetivo de la CEE y después de la UE era acabar de una vez por todas con los enfrentamientos entre los países del "viejo continente". Ahora no hay confrontaciones bélicas pero estamos muy cerca de que haya una fuerte confrontación política entre los diversos países que la conforman que pueda llevar a su disolución o su irrelevancia en un mundo globalizado.
Durante mucho tiempo la idea de una Europa Comunitaria era motivadora y positiva para la ciudadanía. Significaba el ejemplo de la democracia, el estado del bienestar, la cohesión social y el ámbito más desarrollado en el mundo de una sociedad de convivencia, al que se aspiraba como modelo a imitar. Este modelo era atractivo para la ciudadanía de aquellos países que aspiraban a formar parte de la Unión.
Hoy difícilmente podríamos afirmar lo mismo. La crisis ha llevado al renacimiento de los nacionalismos dentro de Europa, y más que plantearse una política del beneficio común se impone la del beneficio particular de cada país, y de ahí se pasa al dominio absoluto y el "diktat" del más poderoso, Alemania, sobre los demás y a un enfrentamiento del norte con el sur. Las políticas austericidas de Merkel están comportando un grave sufrimiento para los ciudadanos de los países mediterráneos, el resurgimiento de la germanofobia e incluso, situarnos en puertas del avance de ideas nacionalistas, xenófobas y antidemocráticas dentro de los diversos países de la Unión.
Alemania debe ser responsable y afrontar la realidad. Es necesario que opte por ser una Alemania europea, como ha sido durante un largo tiempo, en lugar de tratar de imponerse en una Europa germanizada que es de imposible realización y que puede comportar la ruptura del proceso de unidad europea que tantos esfuerzos ha costado.
Alemania debe reconocer su responsabilidad, y particularmente la de sus bancos en la crisis de los países del sur. No se puede hacer pagar a los ciudadanos de estos países la culpa, ni las deudas de las políticas especulativas de sectores empresariales y financieros privados, llevadas a cabo con el apoyo y beneplácito de las entidades financieras alemanas que obtenían y preveían pingües beneficios. Hoy en día la deuda de las entidades financieras españolas con las alemanas es de unos 200.000 millones de euros. Es necesario que todo el mundo acepte una auditoria de cuál es la deuda justa. No es aceptable traspasar a los ciudadanos, como deuda pública, lo que es deuda privada de sus entidades financieras, como está obligando la UE con Merkel al frente, para garantizar el reintegro de los capitales prestados por la banca alemana. Este es una deuda ilícita que deben solucionar las entidades deudoras y sus acreedores ya que ambos son culpables.
Es necesario un cambio profundo en la concepción de la Unión Europea y de sus políticas. Hay que afrontar de una vez y de raíz, las necesidades de potenciar una Europa Unida política, económica y socialmente e iniciar sin demora su construcción. Es urgente antes de que el euroescepticismo sea imposible de detener así como la idea de que todos los problemas y sufrimientos son culpa de la UE.
Hay que avanzar de una vez hacia una armonización europea a todo nivel. Hacia una verdadera Unión, monetaria y fiscal, con un BCE que haga de Reserva Federal, con la mutualización de la deuda, con los eurobonos y evidentemente con un control a fondo de todo el sistema financiero y monetario de los países que formen parte de esta Unión y quieran avanzar. Y es evidente que pueden existir descuelgues, especialmente de quienes como el Reino Unido sólo quiere las ventajas de un mercado único y nada más, incluso sería positiva su salida que puede ayudar a hacer avanzar más rápidamente al resto. Pero la unión monetaria y financiera debe ir acompañada de una armonización fiscal que evite el "dumping" fiscal, y también de una política económica y un presupuesto adecuado de la Unión capaz de hacer, en momentos como los actuales, planes de estímulo económico para las economías más débiles, y no sólo agresivas e imposibles políticas de recortes sociales austericidas y ajustes imposibles de cumplir. Y hay que hacer especialmente un reforzamiento democrático de todo el proyecto. No puede ser que medidas como las actuales las tomen órganos que no han sido legitimados por la ciudadanía. Hay que ir hacia una Europa Federal y unida políticamente. Con un Gobierno elegido por un Parlamento Europeo representativo y con poderes de control y capacidad de legislar.
Alemania debe comprender que esto es también positivo para su futuro. Es el principal país de la Unión el que más aporta a los fondos comunitarios pero también es el que más beneficios obtiene por sus exportaciones al resto de miembros. Pero sobre todo se volvería a tratar de construir una Europa sólida, capaz de hacer frente políticamente a los mercados, y que de nuevo sería un agente económico y políticamente importante, capaz de hacer frente a los agentes emergentes, como China, en razón a su mayor calidad y equidad en los planteamientos socioeconómicos de sociedad cohesionada.
Es evidente que el planteamiento puede parecer utópico y lejano, pero sin duda debe ser un objetivo para los que sean realmente partidarios de una Europa de progreso realmente democrática y unida. Por eso hay que dar pasos para crear una nueva conciencia europea solidaria y democrática. Es por ello que hay que dar la bienvenida a los planteamientos liderados por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) que da pasos para ser el representante de los trabajadores de toda Europa. En este sentido ha sido importante la Jornada Europea de Lucha del 14N y su previsible continuidad en el mes de marzo de 2013. Es un embrión positivo de la Europa de progreso que queremos, y lo es también por la diversidad de la actuación en cada país vinculada a su situación concreta, pero unificada en torno a la lucha y la solidaridad.
El esfuerzo del sindicalismo europeo nos indica el camino, pero no es suficiente. Hay que ir articulando una respuesta desde la izquierda europea, especialmente desde la izquierda alternativa y aún más en el ámbito de los países del sur que más sufren las actuales políticas. Deben irse unificando planteamientos estratégicos homogéneos que después se adapten tácticamente a la realidad de cada país. Pero se ha de articular una alternativa europea al actual modelo de la derecha que quiere menos estado del bienestar, menos participación ciudadana y menos democracia para la Unión. Es necesaria una alternativa política que se fije como horizonte las elecciones europeas de 2014 para demostrar que otra Europa es posible, y motivar a una ciudadanía, hoy presa del desafecto hacia la Unión y desencantada con el proyecto de la actual Europa. Se trata de evitar la lacra del crecimiento del euroescepticismo o peor de el antieuropeísmo. Porque lo debemos tener claro: el futuro de Europa o será de unidad, de gobierno democrático, de progreso y de solidaridad entre sus pueblos o no será.
Via: Diario digital Nueva Tribuna
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