- Este domingo los sindicatos dicen que se van a manifestar contra la reforma laboral del gobierno. Están en su derecho y casi que en su deber. Pero como no atraviesan precisamente su mejor momento de representatividad y credibilidad, es más que posible, se desea y/o se teme (al gusto del consumidor) que los verdaderos protagonistas de la jornada no acaben siendo ellos sino nuevas versiones del 15-M, #yonopago, etc.
Eso sí, con una particularidad: si hasta ahora la Policía tenía orden de actuar poco y mal, y la mismísima delegación del gobierno en Madrid de no abrir expedientes o no abrirlos con posibilidades reales de prosperar, de ahora en adelante la ley se va a aplicar a rajatabla y sin complejos, prometen. La consigna es evitar magulladuras innecesarias y la proliferación de mártires, pero tampoco dejar a nadie irse de rositas. ¿Cómo? Pues por la vía de la sanción administrativa. Por de pronto varios de los del #yonopago identificados por los policías a los que se enfrentaron en el metro ya han empezado a recibir, o recibirán muy pronto, notificaciones de multas de 300 euros por alteración del orden público, que además van vía Agencia Tributaria, que es como más escuece. Esperan las autoridades que esto resulte más disuasorio que una carga policial. A partir de ahora ser antisistema, así en general, no solo ya no es gratis sino que tiene tarifa establecida y fija. Son 300 euros.
Hasta aquí los más o menos hechos, que como es lógico admitirán comentarios para todos los gustos. Habrá quien piense que esto es un abuso totalitario. Habrá quien considere que ya era hora. Yo personalmente siempre he creído que la guerrilla urbana es muy bonita en primera persona (a mí el cuerpo también me pide echarme al monte o por lo menos cortar la M-40 con el trabuco de mi abuela –que ella lo tenía-, ah, y dejar de pagar la hipoteca, los impuestos y los gintonics) o, si es en tercera persona, entonces vista bien de lejos, a ser posible en la tele, y mejor si es en la información internacional. De cerca suele ser un peligro público, una decepción inmensa y, por qué no decirlo, un coñazo. ¿He comentado alguna vez que vivo muy cerca de Sol?
Inciso angustiado: ¿es posible que algunas de las grandes y gloriosas movilizaciones y revoluciones del pasado fueran también un desastre de vacuidad (con suerte) vistas al natural? ¿Si hubiéramos estado ahí cuando el Mayo del 68, también habríamos tenido que elegir entre la leyenda y la inteligencia?
Volviendo a la triste actualidad, porque la cosa está que arde y porque mira Grecia. ¿Cómo reaccionarán los del 15-M, #yonopago, etc, ante la nueva estrategia de sanciones administrativas? ¿Desplegándose más, ahora que podrían conmemorar su primer aniversario, o replegándose? Por ahora la última novedad, dicen en la Policía, es que van y comunican oficialmente su intención de reventar un acto (pongamos en la Bolsa) y luego no aparece nadie y los agentes de la ley se quedan compuestos y sin disturbios. Vamos, como lo de las amenazas de bomba falsas, que es una manera fácil, descansada y barata de hacer perder tiempo y dinero al poder empresarial y temporal y a sus odiados secuaces.
¿Qué pasará este domingo? Atención al ruedo y al foro. Si la protesta irregular contra la reforma laboral desborda a la regular sin duda mucha gente se sentirá más regocijada y más vengada… que no necesariamente más motivada ni mejor servida por sus presuntos representantes políticos y sindicales. Recurrir a lo que se recurre en estos casos puede ser emocionante y hasta catártico. Pero no deja de ser una huida hacia adelante, un acto de desesperación, la expresión de un contundente y por ahora irreparable fracaso. De que nadie de la autoproclamada izquierda de este país tiene ni la más ligera idea de qué hacer.
Pues ya se siente, pero los gobiernos que no fingen ser de izquierdas, cuando tienen mayoría absoluta y están recién elegidos, no suelen tambalearse por cositas así.
Fuente: cuartopoder
RUSIA...Elecciones Presidenciasles 2012.
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