- Libre Mercado -
Merkel y Sarkozy juntos en una Cumbre acuerdan el futuro de la Eurozona. Al día siguiente aparecen en la portada de todos los periódicos, generalistas y económicos. Los mercados bursátiles reaccionan con virulencia ante los acuerdos pactados, en un gesto de optimismo exagerado.
Unos días más tarde, Yorgos Papandreu, el ya exprimer ministro griego, sorprende a propios y extraños anunciando un referéndum sobre las condiciones del segundo rescate internacional del estado heleno. Las bolsas se desploman, y con ellas también el optimismo sobre los acuerdos que presuntamente iban a zanjar por fin el asunto de la crisis de la Eurozona. Poco después, el mismo Papandreu retira su propuesta de consulta popular.
En ambos casos, decisiones políticas disparan o hunden las bolsas en el corto plazo, generando una volatilidad brutal que asusta incluso a los inversores no conservadores. Son ya infinidad los episodios de este tipo que han acontecido desde que llevamos de crisis, tanto en Europa como al otro lado del Atlántico. La influencia del mundo de la política sobre el comportamiento errático de las bolsas parece indudable.
El referéndum de Papandréu en Grecia
No obstante, debe tenerse en cuenta que los mercados bursátiles son de por sí inestables, especialmente en tiempos como el actual. Como explica Juan Ramón Rallo, "en momentos en los que se reciben señales contradictorias sobre el rumbo futuro que seguirá la economía (datos buenos, datos regulares y datos malos), es normal que la bolsa tienda a descender en medio de una elevada volatilidad".
Esto es así, básicamente, porque los precios actuales de las acciones, que representan un "derecho de propiedad sobre una parte de una empresa, es decir, un derecho sobre una parte de sus beneficios futuros", dependen de expectativas acerca del futuro -que es por definición incierto-. De esta manera, al ir conociendo los inversores datos e informaciones nuevas acerca de la coyuntura macroeconómica o la situación particular de la empresa, van ajustando sus expectativas comprando y vendiendo.
Pero que el futuro sea inherentemente incierto no implica que los gobiernos no tengan ningún papel en agravar las cosas, no sólo aumentando la volatilidad en la bolsa sino también frenando la actividad económica. De hecho, reputados analistas señalan a las discrecionales acciones de los policy-makers, en particular de la Administración Obama o del Gobierno italiano, como parcialmente responsables de la ausencia de una recuperación económica vigorosa. No en vano, aparte de la extrema volatilidad bursátil que desató Papandreu hace escasos días, las dudas acerca de la dimisión o no de Berlusconi ha vuelto ha generar estados de pánico esta misma semana.
La dimisión de Berlusconi en Italia
Según Robert Higgs, economista del Independent Institute, lo que sucede en Estados Unidos en la actualidad guarda cierto paralelismo con la fase de la Gran Duración de la larga depresión de los 30. La incertidumbre institucional debida a la volatilidad legislativa de los policy-makers es de tal magnitud, sugiere Higgs, que los inversores y empresarios tienen gran desconfianza para invertir sus recursos a largo plazo y crear empleo sostenido, por lo que prefieren mantener su dinero parado (en cash) o en inversiones muy poco arriesgadas y a corto plazo.
Algunos economistas, por el contrario, han desechado esta idea por estar apoyada solamente en motivaciones políticas e ideológicas, consistentes en el deseo de los "economistas conservadores" de echar del poder a los Demócratas o criticar sin fundamento al gobierno. Sin embargo, un reciente trabajo de Scott Baker, Nicholas Bloom y Steven J. Davis, economistas de las Universidades de Stanford y Chicago, aporta evidencia empírica en línea con las tesis de Higgs para el caso de Estados Unidos.
En primer lugar, señalan cómo el reciente comportamiento volátil de la bolsa se debe, no a las noticias económicas y financieras de actualidad -como ocurría antes de 2008-, sino a las acciones y decisiones de las autoridades políticas en relación a los planes de rescates bancarios o de países, las medidas de consolidación fiscal o reformas regulatorias. "Hoy todos los ojos están sobre los policy-makers, lo que está generando incertidumbre económica masiva", afirman.
La política económica de Obama
Así lo muestra el índice que han construido de incertidumbre de la política económica (economic policy uncertainty), que lleva en niveles muy altos desde la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 y la posterior aprobación del TARP (Troubled Asset Relief Program), el plan de rescate bancario de EEUU.
Este indicador se ha construido combinando tres tipos de información: 1) la frecuencia con la que artículos de los periódicos hacen referencias a la incertidumbre económica y el papel de las políticas; 2) el número de leyes del código fiscal federal que expirarán en años próximos; y 3) el grado de desacuerdo entre las predicciones sobre la inflación futura y el gasto del Gobierno.
Existen diversos elementos detrás de esta incertidumbre, pero los fundamentales tienen que ver con cuestiones monetarias, regulatorias y de fiscalidad, como la puesta en marcha de nuevos estímulos monetarios (QE3), la reforma del sistema sanitario y de regulación financiera, o la (in)decisión respecto a extender las rebajas de impuestos sobre la renta de la era Bush. Asimismo, destacan otros asuntos relacionados con los posibles aumentos de los aranceles sobre las importaciones chinas -lo que amenazaría con desencadenar una guerra comercial- o las interminables negociaciones políticas en la Eurozona.
Además de aportar evidencias de la elevada inestabilidad del entorno de las políticas económicas en la actualidad, muestran cómo ésta actúa como un importante obstáculo a la recuperación económica. "Dado que es costoso cometer errores de contratación de trabajadores o de inversión, muchas empresas naturalmente esperan a tiempos más tranquilos para expandirse. Si demasiados negocios lo hacen, la recuperación nunca despega", afirman.
Mediante técnicas econométricas estiman los efectos de la incertidumbre de la política económica sobre la producción industrial y el empleo. Concluyen que si la incertidumbre se redujera y volviera al nivel de 2006, la producción industrial podría aumentar en un 4% y el empleo en 2,5 millones en unos 18 meses. Estos resultados, señalan, "no son suficientes para crear una economía en expansión, pero es un gran paso en esa dirección".
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