Hoy inicia en México el 6º Encuentro Continental de Solidaridad con Cuba. El Movimiento Mexicano de Solidaridad con la isla (MMSC) escogió esta fecha por cumplirse 35 años de la voladura en el aire de un avión de Cubana de Aviación con 73 pasajeros a bordo.
La nave sufrió un ataque terrorista planeado y dirigido desde Venezuela por Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, ambos agentes de la CIA con un notorio historial de acciones violentas contra Cuba. El primero reside allí como un respetable ciudadano y patriota estadunidense con quien Washington está endeudado a perpetuidad por sus valiosos servicios. Al segundo, sentenciado por acciones terroristas dentro de Estados Unidos, le fue otorgado el perdón presidencial por George W.H. Bush, director de la central de inteligencia en el momento del sabotaje. Vivió en Miami hasta su muerte donde recibió continuos homenajes en los que se jactaba de sus acciones.
La recordación del horrendo crimen subraya la sistemática política de terrorismo de Estado de Estados Unidos contra la Revolución Cubana. Su costo ha sido el de miles de cubanos muertos o mutilados además de cuantiosos daños económicos. Sus estragos no han sido mayores debido a que Cuba ha dedicado incalculables recursos a defenderse, un sagrado derecho y deber de los Estados. Esto, sin mencionar el interminable bloqueo, la más criminal de las acciones terroristas, intento confeso y sordo de genocidio del pueblo cubano, mantenido contra su reiterada condena por la Asamblea General de la ONU.
Cuando el presidente Clinton intentó un tímido diálogo con su homólogo Fidel Castro se puso en evidencia la enorme influencia política conseguida por la mafia contrarrevolucionaria de Florida en los círculos de poder estadunidenses. Debe reconocerse su habilidad para los trajines electoreros mediante sobornos, chantajes y contribuciones a las campañas de los candidatos, tanto republicanos como demócratas.
Como cada vez que se inicia un intento de distensión del conflicto Cuba-Estados Unidos, la mafia abortó el intercambio mediante constantes e impunes provocaciones desde Miami, que culminaron con el derribo por cazas cubanos de las avionetas del grupo terrorista Hermanos al Rescate. Las autoridades cubanas habían exigido a la Casa Blanca que pusiera fin a la frecuente violación de su espacio aéreo por esas aeronaves y, ante su inacción, advertido que serían derribadas.
La Habana disponía de una red que monitoreaba los grupos terroristas anticubanos en Florida. De ella procedían los pormenorizados informes que proporcionó a la FBI sobre la actividad de esos grupos, que solamente podía elaborar personal sobre el terreno.
Así que de la manera más oportunista y traicionera la agencia estadunidense arrestó en 1998 a los miembros de la red en lugar de actuar contra los terroristas, como había prometido. De los 10 arrestados, Cinco rechazaron las presiones para declararse culpables de espionaje y otros cargos calumniosos a cambio de la libertad: Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González.
Los Cinco proclamaron desde el primer momento que sí habían infiltrado a los grupos terroristas en defensa de su patria. Su juicio estuvo plagado de irregularidades, al extremo que una Corte Federal de apelaciones ordenó anularlo ya que en Miami -sentenció- se creó la “tormenta perfecta” para impedir un juicio justo pues no existen las condiciones para tratar con imparcialidad “nada que se relacione con Cuba”. En la cárcel los Cinco han sufrido tratos inhumanos y degradantes antes y después del juicio como el confinamiento solitario y los obstáculos a las visitas familiares. Mientras, los medios de difusión, salvo honrosas excepciones, permanecían -y permanecen- en silencio.
Se trata de un juicio altamente político, exactamente como los que critica Estados Unidos cuando presuntamente se efectúan en países que no le agradan. Por eso el fallo de la Corte de Apelaciones fue revertido.
Mañana René, uno de los Cinco, sale de prisión después de 13 años de encierro pero no podrá volver a Cuba con su familia pues quedará en libertad “supervisada” tres años, nada menos que en Miami, la boca del lobo. Los otros cuatro continuarán purgando sus injustas, revanchistas, y desproporcionadas condenas. Sólo una ola arrolladora de solidaridad internacional y dentro de Estados Unidos, como la que se está levantando, puede acabar con esta atroz injusticia.
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