Matar al embajador (muy pronto en sus pantallas)

"NO SE PIERDA ESTA PRODUCCION INTERNACIONAL EN SU CINE FAVORITO"

Por Iñigo Sáenz de Ugarte
Guerra eterna
Los servicios de inteligencia iraníes. Cárteles de la droga mexicanos. Un proyecto de atentado en el que se utilizarían explosivos C4. Objetivo: el embajador saudí en Washington. Posible número de víctimas: decenas de personas. Todo junto ya da para una secuela de ‘Syriana’. O una temporada entera de ‘24′. Con razón dice el director del FBI que se parece a una trama de Hollywood, aunque también apunta que se trata de un peligro muy real.

Así es cómo describe la película trama el FBI:


La denuncia penal alega que, a partir de la primavera de 2011 y octubre de 2011, Arbabsiar y sus co-conspiradores en Irán, incluyendo a Shakuri de la Fuerza Al Quds, planearon el asesinato del embajador saudí en Estados Unidos. En cumplimiento de esta conspiración, Arbabsiar supuestamente se reunió en varias ocasiones en México con una fuente confidencial de la DEA (CS-1) que se presentó como miembro de un violento cartel de narcotráfico internacional. Según la denuncia, Arbabsiar estaba dispuestos a contratar al CS-1 y a sus cómplices para asesinar al embajador, y Shakuri y otros con co-conspiradores en Irán conocían y aprobaron el plan. Con la aprobación de Shakuri, Arbabsiar presuntamente trasladó 100.000 dólares a una cuenta bancaria en los Estados Unidos como pago inicial para CS-1 por la muerte del embajador, que iba a tener lugar en los Estados Unidos.

La Fuerza Al Quds, unidad de élite de los Guardianes de la Revolución, es lo más parecido a la CIA que tiene Irán y ha sido relacionada con multitud de acciones militares en el exterior. La eliminación de adversarios del régimen parece estar dentro de sus capacidades y de su historial. En palabras del ex agente de la CIA Bob Baer, casi puede matar a quien le plazca.

¿Y estos agentes secretos sin escrúpulos terminan contratando a un fracasado vendedor de coches de segunda mano para asesinar al embajador saudí en territorio norteamericano? ¿A una persona que viaja a México y recluta a un narco de Los Zetas que en realidad es confidente de la DEA? ¿Y que hace transferencias bancarias con cantidades fácilmente detectables por las autoridades?

La historia es tan absurda que no es extraño que algunos lo intenten explicar recurriendo a luchas internas dentro del sistema poder iraní, a una facción de la Fuerza Al Quds que pretende poner en evidencia a Ahmadineyad y otros complicados razonamientos. Julian Borger, corresponsal diplomático de The Guardian, no tiene empacho en dar salida a algunas de estas hipótesis, a pesar de que desafían lo que se sabe del funcionamiento interno del régimen iraní. Otros periódicos dan la versión oficial sin cuestionarla en absoluto.

Es el líder espiritual, el ayatolá Jamenei, el que controla a los Guardianes de la Revolución. Estos organismos militares y de espionaje están fuera del control de Ahmadineyad, y por tanto si cometen algún error dramático en el extranjero nadie puede en Teherán hacer responsable directo al presidente. Como ocurrió tras las elecciones presidenciales, los intereses de Jamenei y Ahmadineyad coinciden en muchas ocasiones, pero no siempre. Y eso no quiere decir que el presidente tenga poder suficiente como para poner en marcha una arriesgadísima y chapucera operación en el exterior contra el criterio de Jamenei.
No se puede decir, con independencia de que sea cierto o no, que un objetivo prioritario del régimen es la fabricación de armas nucleares, y luego creer que están dispuestos a eliminar al embajador saudí y crear una crisis internacional y quién sabe si una guerra, lo que pondría en peligro la consecución de ese objetivo.

Los hay que, al tener claro su destino final, ya saben cómo utilizar esta historia en su beneficio: lo suicida de esta operación revela que no se puede confiar en que el Gobierno iraní se comporte de la forma racional que se espera de los estados, la presunción del ‘actor racional’ que está en la base de la disuasión nuclear, como dice un periodista del conservador National Journal.

Eso ya empieza a estar más claro. La conspiración puede sonar ridícula pero sus consecuencias serían muy favorables para los que creen que la respuesta a la amenaza iraní no es la contención o las sanciones, sino medidas mucho más agresivas.

Qué raro que Tony Blair no haya aprovechado la situación para pedir la invasión de Irán.

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