Stéphane Hessel, al que el movimiento del 15-M había elevado a la categoría de gurú, y la izquierda a la condición de pensador, a pesar de la endeblez y la inanidad de sus panfletillos, ha desvelado su auténtica caradura, para muchos, y ha dejado a sus seguidores a los pies de los caballos o, más concretamente, a los pies de Zapatero y de Rubacaba.
Nada que no fuera previsible, ni esperable, ni nada que no hay sido denunciando por activa y por pasiva, frente al tosco camuflaje de los falsos indignados, de los huérfanos del socialismo y de los lacayos de Rubalcaba. Yo mismo pude comprobar la cantidad de espumarajos que echaban por la boca, y el grito coreado de ‘violencia’, en Sol, cuando miembros de la Plataforma de las Clases Medias desplegamos una pancarta pidiendo la dimisión de Zapatero.
Porque, por lógica, entre las numerosas indignaciones justificadas, la más clara y obvia es contra Zapatero, contra su Gobierno y, muy especialmente, contra Rubalcaba. De manera harto curiosa estos siempre son preservados. De hecho lo que se esconde, no mucho, detrás de Hessel y de sus seguidores es una gran operación de camuflaje del socialismo europeo para hurtarse a sus evidentes responsabilidades en la provocación y la profundización de la crisis, haciendo una mutación del socialismo hacia un terreno puramente emocional –producto para mentes muy acríticas y degeneradas- intentando provocar un fuerte caudal de odio contra los ricos y los banqueros, esos mismos banqueros a los que el socialismo ha destinado ingentes cantidades de dinero del contribuyente.
Nada hay de espontaneidad, ni de fenómeno ni en Hessel ni en los que han hecho bandera de su libro, al que he respondido con el mío ‘¡Indignaos con razón!’ (Editorial Rambla), del que ahora sale la segunda edición. Hessel no es ningún antisistema, ni ningún disidente, sino que es un militante del Partido Socialista Francés, funcionario diplomático de alto standing, asesor de François Mitterrand. Es puro sistema, pura casta parasitaria francesa y su lanzamiento ha sido arropado por el PSF y por su aparato de propaganda, como aquí lo ha sido por el PSOE y los medios de izquierda depredadores del contribuyente, como la Sexta y Público.
Se trata, pues, de una operación política para intentar sostener al socialismo en su derrumbe y eso explica sus alabanzas a un Zapatero que ya no tiene quien le escriba o una frase tan delirante como que “tal vez Rubalcaba sea otro gran español”, referido al hombre que ha legalizado a Bildu. Se entiende ya que esta especie de hordas de orcos, que agreden e insultan a pacíficos peregrinos o la emprenden con la Iglesia católica en vez de con el Gobierno, sean mimados por el Ministerio del Interior y por la delegada del Gobierno hasta ponerles a los policías a su servicio, desarmados ante sus insultos y vejaciones.
El movimiento del 15-M no son otra cosa que los mamporreros ideológicos de Rubalcaba, ese gran español, a tenor del gurú. Un gurú muy inconsistente y bastante excéntrico intelectualmente que exhibe su condición de judío para sumarse a la causa palestina a través de Hamás, que en su texto fundacional proclama como objetivo el exterminio de los judíos, en coherencia con las enseñanzas islámicas. O que utiliza términos tan extravagantes como “dictadura de los mercados”. El conjunto de su mensaje es apropiado para indigentes mentales, con una adhesión acrítica al socialismo, para ese tipo de ignorantes ilustrados, llenos de clichés, que aquí han surgido como el efecto de la Logse, promovida por su padre Rubalcaba. Ese tipo de ignorantes, sectarios y llenos de pequeños dogmas inconsistentes, que consideran la racionalidad fascista, sin saber que el fascismo siempre fue un movimiento socialista, de izquierdas y que los fascistas son ellos.
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