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"I love Benni". Varias jóvenes italianas bajaban Paseo de Recoletos abajo camino de la misa inaugural de la Jornada Mundial de la Juventud luciendo orgullosas los tatuajes de ánimo al Papa grabados en sus brazos.
"Venir aquí es un camino de fe para todos los jóvenes del mundo", explicaba una de ellas mientras una compañera ondeaba una bandera de Italia y otra de la escudería Ferrari. ¿Y eso? "Es que somos de Modena (sede de la escuderia italiana)", respondían a la vez.
El Paseo de Recoletos, Gran Vía y las calles adyacentes se convirtieron en una gran torre de Babel donde los peregrinos de todos el mundo venidos a Madrid mostraban orgullosos sus banderas. Al cruzarse con grupos de otros países se saludaban y animaban.
"U-S-A", gritaban los estadounidenses, que trataban de hacerse un hueco entre la multitud para escuchar la misa. Cada uno se buscaba el mejor lugar para que no le diera el sol. En los portales, bajo los árboles, en las aceras. "Hay mucha gente, es casi imposible escuchar la misa; nos hemos tenido que salir", comentaba Aurora, en una calle paralela a Recoletos donde daba la sombra y donde se había instalado uno de los puestos del Samur, que en total atendió a más de 170 personas, en su mayoría por desmayos y lipotimias.
No escucharon la misa
Pese a que se habían repartido numerosas pantallas de televisión gigantes por las cercanías de Cibeles, muchos se quedaron sin escuchar la misa, pero todos tenían claro lo que venían a buscar.
Como Lucas, de Fortaleza (Brasil): "Vengo a encontrarme con Dios; Dios hace nuestras vidas mejores". O Sara, de Italia: "Es un momento magnífico para encontrarnos con gente de otras culturas que comparte nuestra fe". O Claire, de Francia: "Aquí lo más importante son los amigos, la fe, el papa y la fiesta".
Entre los miles de peregrinos también había muchos madrileños creyentes que no querían perderse el momento. "Te llena el corazón de alegría ver a gente que viene de todo el mundo y que piensa lo mismo; es una emoción muy fuerte", señalaba María, una jubilada que seguía la homilía sentada en un soporte de granito del paseo.
"Esta jornada es un impulso para España y para las vocaciones. Compartir la fe con otros jóvenes es crecer la fe en nosotras; es un impulso para las vocaciones", comentaba una monja de las Hermanas de los Ancianos Desamparados.
Entre los peregrinos españoles había cierto ánimo de catarsis tras "malos momentos". "Después de todo lo que ha pasado en Madrid es un refuerzo, sentir que no estamos solos. Aquí nos sentimos que somos pocos; además, en los últimos meses ha habido robos de sagrarios, a los curas les dicen de todo en la calle; esto nos da fuerza", explicaba Marta, una joven voluntaria de unos 20 años.
"Sirve un poco para contrarrestar los ataques a la Iglesia", comentaba su amigo Javier. "Esto es la salvación para España y para el mundo", salía al paso Irene, una de las miles de voluntarias de la JMJ.
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