- El blog de Federico Ysart -
Rajoy debe comenzar a concretar la tierra prometida, y Pérez Rubalcaba dejar de decir simplezas, como lo de montar a los indignados un chiringuito de información. De ambos, y de sus formaciones, cabría esperar un pacto tan sencillo como reducir a la mitad el paréntesis de cuatro meses y medio en que estamos encerrados. Así la formación de un Gobierno nuevo sería real a finales de octubre, dos meses antes del 26 de diciembre apuntado.
¿Qué puede salir de un país cuyos dirigentes no emiten señal alguna ante lo que está pasando? Un país al que se le cierra el crédito internacional, un país que no ofrece trabajo a una quinta parte de su población pero aguanta franciscanamente el paso de los días como si el futuro fuera gratis y cayera del cielo. En estas circunstancias, un país decente no se toma vacaciones.
Sus dirigentes sociales, más allá de su pulsión a la pleitesía hacia el poder, y los políticos más acá de sus ojeras partidarias podrían levantar la voz como el niño del cuento El traje nuevo del emperador -"¡Está desnudo"- y decir lo que todos piensan: "Hasta aquí hemos llegado: fuera".
No se entiende qué esperan de los próximos cuatro meses los empresarios que despiertan cada mañana preguntando hasta dónde llegó la prima de riesgo y cómo cierra la bolsa nipona con la misma inquietud con que los hipertensos se miden la presión arterial. La bolsa les está cantando día tras día lo poco apetecible que resulta embarcarse en su negocio, hasta ayer envidiado. Con el crédito por las nubes y la demanda de lo que ofrecen bajo el suelo, o sin suelo, ¿a quién o qué estarán aguardando para defender su propia existencia?
De los políticos sabido es el grado de estima en que los tiene el común. Y no puede ser de otra forma. Una especie de clase social generada por la democracia, y degenerada por el torpe uso de sus reglas de juego, que calla como si otorgara. Los de la oposición y los del poder.
No estamos en el momento histórico en que el líder calle para que la sociedad tome conciencia de su situación. Eso pudo tener sentido en los primeros años de la democracia, con los ciudadanos recién liberados del corsé de una dictadura. Pero no es el caso después de las experiencias vividas y con una generación y media nueva en la plaza. El derecho a gobernar se gana señalando las metas y mostrando el camino para alcanzarlas.
Publicado con Scribefire para Ubuntu 11.04.
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