Scott Walker, el controvertido gobernador republicano de Wisconsin que ha propuesto recortar los salarios de sus funcionarios y quitarles gran parte de su derecho a la negociación colectiva, tenía previsto proponer su polémico plan de recortes.
Walker ha hecho caso omiso a las protestas que desde hace dos semanas han paralizado la capital, Madison, y causado un auténtico debate nacional en EEUU sobre el papel de los sindicatos.
El gobernador afirma que su propuesta es necesaria para reducir el agujero presupuestario y asegura que los sindicatos utilizan su poder para bloquear las medidas necesarias para salvar al estado de la bancarrota.
El plan lleva paralizado desde el 17 de febrero, cuando sindicatos y senadores demócratas se plantaron y crearon un ola de protestas por todo el país. Walker ha pedido a los 14 senadores que se han "refugiado" en Illinois y sin los cuales no hay quórum suficiente para votar que vuelvan
RECORTES A ESCUELAS
El gobernador de Wisconsin, que se ha enfocado durante semanas en restringir los derechos de negociación colectiva por parte de los empleados públicos sindicalizados, presentó el martes un plan presupuestario que recortaría 1.500 millones de dólares en ayuda a las escuelas públicas, gobiernos locales y atención a la salud de los necesitados.
La propuesta, que debe ser promulgada por la legislatura estatal, busca evitar cualquier impuesto o alza en tarifas, así como los despidos masivos.En vez de ello, dijo Walker, los recortes al presupuesto serán pagados en parte al obligar a que los empleados del gobierno desembolsen más dinero para sus pensiones y prestaciones de salud.
DESARROLLO
A la sombra de la sublevación popular en el mundo árabe ha ido creciendo en las últimas semanas en el corazón de la América industrial, en Wisconsin, un movimiento de protesta que tiene un origen sindical y local, pero que, en realidad, es un reflejo del mayor y más complejo debate que tiene lugar en estos momentos en Estados Unidos: buscar una solución a la crisis capitalista, la reducción del déficit público y el papel del Estado.
Del resultado de ese debate depende no solo el futuro político de Wisconsin, sino el rumbo de este país Imperial en la próxima década.El conflicto comenzó por la audacia temeraria de un gobernador republicano, Scott Walker, quien, espoleado por el avance de las ideas conservadoras en las elecciones de noviembre y forzado por la lastimosa situación financiera del Estado de Wisconsin, decidió atacar el problema presupuestario desde dos frentes, el económico y el ideológico.
Propuso una ley que impide que los sindicatos negocien convenios colectivos para los trabajadores públicos excepto para acordar mejoras salariales, e incluso en ese caso solo podrán hacerlo sin sobrepasar el índice de inflación del Estado.
De esta manera, Walker pretendía al mismo tiempo reducir la nómina de los funcionarios y el poder de los sindicatos, que equivale a reducir el poder del Partido Demócrata, para el que habitualmente recaudan fondos y piden el voto.
La iniciativa de Walker inmediatamente fue elogiada por los comentaristas conservadores y por otros gobernadores republicanos, que prometieron copiarla en sus Estados. El propio Walker se convirtió en un héroe de la derecha, que lo pone como ejemplo y lo anima a buscar la Casa Blanca.
La razón de esos elogios es que, con su ley, Walker se había atrevido a señalar al corazón del problema del déficit y la deuda nacional: los privilegios de los funcionarios y los abusos sindicales. Estirando un poco el argumento, Wisconsin era la evidencia de que para atajar el déficit hay que reformar el Estado, liberalizar el aparato estatal.
Esta propuesta no quedó, por supuesto, sin respuesta de quienes se sentían el blanco del ataque conservador: los trabajadores públicos de Wisconsin, los sindicatos y el Estado federal, representado por el propio Barack Obama.
"Yo no creo que se haga ningún bien a nadie cuando los trabajadores públicos son denigrados, vilipendiados o privados de sus derechos", dijo el lunes el presidente al dirigirse a una reunión de gobernadores, a la que, por cierto, no acudió Walker.
Los trabajadores ocuparon el Congreso de Wisconsin -sin violencia porque es de libre acceso a todos los ciudadanos-, los demócratas de ese Estado se negaron a participar en el debate de la ley y huyeron a Estados vecinos para no ser obligados por la policía a acudir a sus escaños, como el gobernador, en uso de sus potestades, ha ordenado hacer.
El pasado fin de semana los sindicatos realizaron manifestaciones de solidaridad en varias ciudades y el país se encuentra sumergido en una estimulante polémica sobre cuál de los dos bandos tiene razón.Una encuesta de Pew publicada el lunes daba el 42% de apoyo a los trabajadores y el 31% al gobernador.
En otro sondeo de The New York Times, la diferencia era de 60% a 30% en el mismo sentido. ¿Se pueden trasladar estas cifras a las preferencias políticas y electorales de los ciudadanos? Esa es la pregunta del millón.En el conflicto de Wisconsin los dos partidos están probando sus argumentos y ensayando sus armas ante la gran contienda de 2012.
Wisconsin es algo así como lo que la Guerra Civil española fue para la Segunda Guerra Mundial. El déficit público y el papel del Estado van a seguir, sin duda, siendo temas centrales del debate nacional cuando las aguas vuelvan a su cauce en Wisconsin.
Pero en esa batalla los republicanos están comprobando, por ahora, que no es tan fácil cumplir el programa revolucionario que prometieron, mientras que los demócratas han recuperado cierta confianza en sus fuerzas. Agencias
Libros Libres
-(.pdf 342 kb)
* Retos de la nueva configuración del Sistema Financiero Internacional en el contexto de la crisis económica.
* La agresión permanente.(Guy Allard y Eva Golinger)
Síguenos en Twitter en @inmigrantes en españa haciendo click AQUÍ.
0 Comentarios
DEJA UN COMENTARIO