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Mientras centenares de miles de personas seguían ayer desamparadas entre las aguas del tsunami, sin víveres o siquiera la certeza de que alguien acuda a su rescate, toda la atención se centraba en un lugar bien distinto, la central nuclear Fukushima 1.
El peligro de una gran fuga radiactiva era tan evidente que Japón contuvo la respiración durante todo el día. Y aún sigue haciéndolo. Poco después del mediodía, el Gobierno japonés aseguró que no había peligro para la salud pública y que el fallo de la planta estaba bajo control.
Al poco rato, una enorme explosión sacudía el recinto, hiriendo a cuatro ingenieros que estaban trabajando en solventar los problemas de refrigeración. La planta padeció serios daños tras la deflagración, aunque la autoridades confirmaron que el contenedor de acero que protege al reactor nuclear no sufrió ningún desperfecto y que la explosión se debió al "vapor de agua involucrado en la refrigeración". El Gobierno incluso afirmó que los niveles de radiación descendieron tras el accidente.
Lo que terminó de convertir la situación en una total contradicción fue la posterior medida de ampliar el perímetro de evacuación de los 10 kilómetros a los 20 kilómetros y declarar el estado de emergencia. Eso obligó a desalojar de sus casas a unas 120.000 personas más, después de que en la primera evacuación se trasladara de las inmediaciones de Fukushima a 50.000.
"El nivel de radiación es alto y no sabemos qué va a pasar. Todo esto da mucho miedo", declaraba un joven a la BBC británica, la única televisión extranjera capaz hasta el momento de llegar al centro del horror. ¿Existe realmente una fuga nuclear y el Gobierno japonés está tratando de ocultar la información para no provocar una nueva ola de pánico y caos? Esa es la pregunta del millón.
"Más información"
La Agencia de Seguridad Nuclear pidió a Tokio "más información" sobre el incidente, y calificó de 4 sobre una escala de 7 el nivel de radiación que padece la planta. Precisamente el 4 marca la frontera entre meros incidentes nucleares y peligrosos accidentes con consecuencias graves en el corto alcance.
Mientras, en Tokio cada vez eran más insistentes los rumores que apuntaban a una situación mucho más alarmante de la que el Gobierno japonés reconoce y la población empieza a preguntarse cuál es la auténtica realidad.
Se detectan isótopos de cesio altamente radiactivos en el entorno de la planta
Tokio, con una población global de 35 millones de personas, se asienta a sólo 270 kilómetros del reactor. Si se produjera una fuga de mayor magnitud y los vientos soplaran hacia el sur, la capital podría sufrir una evacuación masiva.
A pesar de la llamada a la calma y el aparente control de la situación, la agencia nuclear japonesa confirmó antes de la explosión que se habían detectado isótopos de cesio-137 y 134, con alta actividad radiactiva, en los alrededores del reactor, lo que acrecienta las sospechas. Es más, según el canal NHK, al menos tres pacientes fueron evacuados de un hospital que se encuentra cerca de la planta.
Como medida preventiva, médicos expertos en exposición a la radiación repartieron durante todo el día yodo entre los residentes. El yodo tiene la capacidad de bloquear el paso del yodo-131 radiactivo a la glándula toroidal, previniendo el cáncer de tiroides.
Para todos aquellos que viven más allá del perímetro de 20 kilómetros, los expertos recomendaron cerrar ventanas y evitar salir a la calle a menos que se trate de una emergencia.
Un pueblo desaparecido
Tal es el caos que hay en el noreste de Japón que al mismo tiempo que la alarma nuclear se desataba en Fukushima, a apenas unas decenas de kilómetros al norte, en la prefectura de Miyagi, las escenas de caos y destrucción seguían asomando a medida que los equipos de rescate y las cámaras de la televisión japonesa accedían al lugar. La noticia más grave fue la desaparición de 10.000 habitantes de la localidad costera de Miyamisenriku, según las autoridades del lugar. Eso supone la mitad de su población.
El Gobierno japonés dice que el nivel de radiación desciende tras el accidente
Los coches, las casas y los barcos seguían amontonados tierra adentro como juguetes desechados por un niño malcriado. En la ciudad de Sendai, los habitantes empezaban a hablar de más de un millar de desaparecidos. Y son cifras bastante conservadoras. Si bien en esta catástrofe el campeón de la precaución está siendo el Gobierno japonés. A última hora de ayer, la cifra oficial de muertos se situaba en 637, aunque ya se hablaba de 1.800. Según la Organización Mundial de la Salud, son 621. Nadie duda de que la cifra real es muchísimo más elevada.
"Debemos hacer todo lo posible, especialmente hoy, mañana y pasado mañana para salvar y abastecer a las víctimas" del seísmo y el tsunami, declaró el primer ministro, Naoto Kan, durante una rueda de prensa. "La seguridad de nuestros ciudadanos es la prioridad que guía nuestras acciones", prosiguió. Kan confirmó que más de 3.000 personas han sido ya rescatadas de entre los escombros.
Entretanto, más de 215.000 personas volvieron a dormir ayer a la intemperie, en tiendas de campaña los más afortunados, por segunda noche consecutiva. Probablemente, no será la última.
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