El anuncio de esta tarde suena apocalíptico, y de hecho cambiará la estructura de internet, aunque los usuarios y muchos operadores aún no hayan percibido la magnitud del problema. La Agencia de Asignación de Números de Internet (IANA) ha entregado hoy simbólicamente, en un acto celebrado en Miami, las últimas direcciones IP disponibles en el mundo (en la práctica, las concesiones se enviaron vía mail hace un par de semanas). A Europa le tocan 16,6 millones. No hay más. No habrá más. Al final del verano se habrán acabado, y será inexcusable la puesta en marcha de un nuevo protocolo, el IPv6, más seguro e inagotable... "IPv6 es crucial para el mundo", ha dicho Paul Wilson, director general de APNIC, organización encargada de asignar IPs en Asia y en el Pacífico.
Los padres de internet, entre ellos Vint Cerf, nunca pensaron que su experimento para universidades pudiera tener un fin tan próximo. El protoco IPv4 (Internet Protocol versión 4) tenía un máximo de 4.300 millones de direcciones IP. En su momento debió parecer una barbaridad, pero pronto, hace unos quinces años, los expertos se dieron cuenta de que no iban a ser suficientes. De hecho, hace tiempo que se agotaron. Internet funciona en los últimos años con una «trampa» llamada NAT, Traductor de Direcciones de Red, que, en resumen, quiere decir que pocos usuarios tenemos una IP propia, o que el router engaña a internet con una sola dirección para múltiples conexiones en las empresas o en las universidades.
El sistema NAT también llega a su fin, por una limitación física y porque, además, es poco seguro, debido a que dificulta las conexiones extremo a extremo, el conocido p2p. Una videoconferencia con Skype entre dos usuarios, por ejemplo, se vuelve insegura cuando, para que funcione, necesita ocupar ancho de banda de un tercero (hay que tener en cuenta que todos los usuarios de Skype aceptamos compartir el ancho de banda cuando descargamos el programa).
De hecho, Skype destina un alto porcentaje de su presupuesto a salvar los problemas de NAT, lo que probablemente les impide asignarlo a otras campos más relacionados con el desarrollo y la innovación. Y algo parecido les ocurre a otras muchas compañías y proyectos que han frenado su desarrollo por la falta de direcciones IP, como es el caso del negocio de la domótica. La conexión de cualquier aparato de la casa con internet, y su manejo, requerie direcciones propias, algo que se ha vuelto una tortura cara e imposible.
Tras el anuncio de esta tarde queda claro que «se acabó lo que se daba». No hay más direcciones IPv4. Y tiene que entrar en juego el nuevo protocolo, IPv6, desarrollado en los últimos años, en muchos casos de forma altruista, por unos cincuenta expertos en el mundo, entre ellos los de la empresa española Consulintel, coordinados por Jordi Palet.
IPv6: más de 340 sextillones de direcciones
El nuevo protocolo IPv6 tiene 340 sextillones de direcciones, un número que casi no se puede pensar, y que en teoría será inagotable para el futuro, no solo para los ordenadores, sino para lo que se llama «el internet de las cosas». Cada aparato, bombilla, nevera... de casa o de la empresa podrá estar conectado a la red, y ser manejado desde cualquier lugar, sin problemas de seguridad, con conexiones extremo a extremo.
Desde 2002 ya hay direcciones IPv6 funcionando, aunque hasta que las operadoras no actualicen el sistema, tendrá abundantes fallos de conexión (hasta un 1 por ciento de los intentos). El 8 de junio, declarado el día IPv6, los grandes de internet (Google, Facebook...) intentarán sensibilizar a los usuarios y a las empresas de la necesidad de apostar definitivamente por el nuevo protocolo y de implementarlo antes de que la realidad nos atropelle. Será un test global, con todas las cartas sobre la mesa.
IPv4 y IPv6 convivirán durante un tiempo, aunque nadie sabe cómo irán de rápidas las cosas. Es posible que, en 2014, el 80 por ciento del tráfico fluya ya con el nuevo protocolo, aunque también es posible que las operadoras de algunos países se duerman en la adaptación, y nos acerquemos al vértigo del colapso de la Red, un miedo parecido al que ocurrió en el cambio del milenio. Entonces quedó en nada. ¿Ahora?
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