Merkel pone precio (salarial) al rescate

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La exigencia alemana de devaluar los sueldos compromete al Gobierno español - El desacuerdo en la UE reactiva la presión sobre los países periféricos

La cumbre de la UE celebrada hace una semana debía ser, en palabras del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, "la cita definitiva para reforzar" el fondo de rescate de la UE. El acuerdo no solo se aplazó a marzo, sino que ahora es mucho más complicado. La canciller alemana Ángela Merkel condicionó la ampliación del fondo a un difuso pacto de competitividad. Lo único nuevo era la exigencia de que los Veintisiete se comprometieran a desvincular las subidas salariales de la inflación. Pero bastó para que la cumbre acabara como el rosario de la aurora; para que los inversores empujaran a Portugal otra vez al borde de la suspensión de pagos este jueves; y para empinar aún más la reforma de la negociación colectiva que el Gobierno español quiere cerrar, precisamente, en marzo.

Porque Alemania y España son los dos ejemplos extremos que ilustran la propuesta de Merkel. En la última década, Alemania ha disparado su superávit por cuenta corriente, en la misma medida que España aumentó su déficit exterior. Eso se ha traducido en que España y otros países periféricos, como Irlanda, Grecia o Portugal han llegado a la crisis con empresas y familias muy endeudadas y una capacidad de generar crecimiento apocada, ahora que la demanda interna tirita. Y aquí viene la receta alemana: el camino más corto para resucitar la competitividad de la economía, que permita aumentar exportaciones y reducir importaciones, es acompasar las subidas salariales a las ganancias de productividad. O mejor aún, rezagar los salarios respecto a la productividad durante unos años.

"En crudo, debe haber una pérdida de poder adquisitivo", aclara Javier Andrés, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia. "Casi todos, yo incluido, decíamos hasta hace poco que el déficit exterior dentro de la zona euro no era tan problemático porque había financiación asegurada. Pero hemos visto que no es así, que cuando hay una crisis financiera, los inversores vuelven a segmentar por países y no tratan igual a España y a Alemania", añade.

Andrés concede que "el aumento de los costes salariales no es la única, ni siquiera la principal causa de la pérdida de competitividad". Pero sostiene que sí es el único coste en el que se puede incidir con un efecto inmediato, ahora que España no puede devaluar su moneda. "El plan Merkel debería acompañarse con un paquete de estímulo europeo, con apoyo público a inversiones de I+D y de grandes infraestructuras", acota.

El planteamiento alemán, respaldado por varios expertos españoles y los servicios de estudios del Banco de España y de las entidades financieras, no puede ser más comprometido para el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, que es también uno de los más deseosos de que la ampliación del fondo de rescate se convierta en dique infranqueable para los inversores que castigan los títulos de deuda españoles.

El Gobierno respaldó el resto de la propuesta de Merkel, sintetizada en un folio con seis párrafos sin firma: elevar la edad de jubilación, poner límites en leyes nacionales al déficit y la deuda púbilcos, armonizar el impuesto de sociedades o crear un programa de resolución para las crisis bancarias. Pero la exigencia de desvincular las subidas salariales de la inflación amenaza con desbaratar otra vez el diálogo social, apenas recompuesto en el acuerdo de las pensiones. Más aún, cuando sindicatos, patronal y Gobierno se ponen otra vez a prueba con la reforma de la negociación colectiva. Y cuando el Ejecutivo se ha impuesto aprobarla antes del 20 de marzo.

"Si hablar de competitividad supone devaluar los salarios, no estaremos de acuerdo", advirtió este viernes Toni Ferrer, secretario de Acción Sindical de UGT. "Ligar los salarios a la productividad es imprescindible, los sindicatos deberían verlo con buenos ojos", rebatió el vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández. El asunto es tan espinoso que, por ahora, ha quedado fuera de las primeras rondas de conversaciones entre los agentes sociales.

"Es innegable que hay un problema estructural con la competitividad en la UE", comenta Miguel Ángel García, director del gabinete económico de CC OO. "Estamos dispuestos a hablar de productividad, como se ha hecho en otros acuerdos de concertación, pero primero hay que aclarar lo que se dice", reclama. "Porque si lo que se pide es que el salario nominal [sin descontar el efecto de los precios] crezca menos que la productividad real, eso significa aquí, y en Alemania, una pérdida de poder adquisitivo permanente", concluye.

El avance de la productividad real por empleado, en tasas interanuales, ha sido muy escaso en las últimas dos décadas, cercano al 1% en el mejor de los casos, salvo ahora, cuando la crisis se ha llevado por delante los trabajos que generan menos valor añadido (sobre todo en la construcción). La productividad no aumentó a mucho más ritmo en Alemania, pero sí cayeron a más velocidad los costes laborales unitarios, que relacionan remuneración nominal por asalariado y productividad real. Y ésta es una de las medidas de competitividad más empleadas por los organismos internacionales, con la OCDE y el FMI a la cabeza. De nuevo, si a la remuneración de los asalariados se le descontara la variación de los precios, las distancias se estrechan o anulan.

José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, cree en la moderación de los costes salariales como medida de ajuste. Pero sostiene también que el plan Merkel es "una cortina de humo" para no abordar lo urgente. "Los inversores lo han dicho claro esta semana: no comprarán más bonos portugueses y de otros países periféricos hasta que estar seguros de que el fondo de estabilidad va a ser más grande y flexible", afirma Díez. "Y para que eso ocurra, Merkel debe hacer entender en Alemania que serán sus bancos y sus fondos de pensiones los que correrán con los costes de la reestructuración de la deuda de Grecia, Irlanda y quizá Portugal".

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