Los egipcios hablan claro:
no quieren reformas, no quieren a Mubarak,
no quieren reformas, no quieren a Mubarak,
Furiosos ante aviso de desalojo de los manifestantes de la Plaza de la liberaciónPor: Agencias
Después de que ayer cientos de miles de personas protagonizaran la mayor protesta contra el régimen de Hosni Mubarak, hoy la multitud congregada en la plaza de la Liberacion ha desbordado a primera hora el recinto y ha puesto rumbo a la cercana sede del Parlamento, enfurecida tras el aviso de que los manifestantes que anoche acamparon frente al Parlamento para exigir la disolución de las cámaras iban a ser desalojados por la Policía. Miles de personas están tomando el centro de la ciudad en dos grandes marchas, encabezadas por sendas banderas, entre gritos de "fuera, fuera" y recibiendo el apoyo de los vecinos asomados a los balcones de sus casas.
La policía y el Ejército, mientras tanto, están intentando frenar esta marea humana cerrando calles y accesos para evitar que la protesta se propague por toda la ciudad.
Mientras, la revuelta se ha ampliado con una dimensión laboral gracias a los paros y sentadas realizados en varias de las mayores empresas privadas de Egipto. Los trabajadores ayer reclamaron un aumento salarial equivalente al concedido la víspera a los funcionarios, a los que se subió el sueldo un 15%, pero subrayaron que sus protestas formaban parte de la revuelta general en demanda de libertad y justicia. Universitarios y periodistas protagonizaron también actos de solidaridad con el movimiento representado por la plaza de Tahrir.
El régimen simula conceder un poco más, la calle aprieta mucho más. El régimen intenta ralentizar el ritmo, la calle acelera. El régimen protege la figura de Hosni Mubarak, un monumento derribado, mientras la calle exige que el ídolo caído sea barrido y escondido en el almacén de la historia. Egipto sigue atrapado en la tensión entre pasado y futuro. A las dos semanas de iniciarse la revuelta, los manifestantes exhibieron de nuevo ayer su fuerza con un caudal de multitudes en el centro de El Cairo y una marcha gigantesca hacia el Parlamento. No se había visto nada tan abrumador hasta la fecha. Washington endureció el tono y criticó la vacuidad de las promesas del régimen.
Quien hubiera creído percibir un cierto desánimo en la revuelta se vio obligado a reconsiderar las cosas. De forma relativamente sorprendente, porque no existía ninguna convocatoria unitaria, los ciudadanos decidieron aclarar cualquier duda. Ni en el Viernes del Adiós, cuando cinco días antes los egipcios fueron llamados a dar un último empujón a Mubarak, se había asistido en el centro de El Cairo a tal movimiento de masas.
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