La declaración del vicepresidente egipcio Omar Suleiman, conocido como "el sheik al-torturador" anunciando la dimisión de Mubarak y su decisión de entregar el poder a los militares ha sido recibida con júbilo en las calles del país y en algunas cancillerías occidentales. No obstante, más allá de las primeras explosiones de júbilo, comienzan a aflorar algunas dudas sobre lo ocurrido y sobre el escenario que se puede presentar a partir de ahora en Egipto.
Algunas fuentes locales, relegadas de la atención mediática, han apuntado a la posibilidad de que en realidad nos encontremos ante un soterrado golpe de estado. No hay que olvidar que durante estas semanas los militares egipcios han mantenido una actitud "prudente", al tiempo que colocaban a sus pesos pesados en torno a las cabezas visibles de una supuesta transición. Las figuras de Suleiman o Sharif, o incluso el papel en la sombra que ha venido desempeñando estos días el ministro de Defensa, el Mariscal de Campo Mohammed Hussein Tantawi, son un buen ejemplo de ello.
Además junto a ello encontramos la posición de Washington, que públicamente ha estado demandando una "estabilidad y una transición ordenada", al tiempo que mostraba su disposición para que el ejército dirigiese o controlase esa transición o sucesión de Mubarak, y que el mismo siguiera ejerciendo "el papel dominante en la sociedad, en la economía y en la política."
A partir de ahora se puede abrir el abanico de las especulaciones, sobre todo en torno a la actitud que pueda mantener el ejército y a la capacidad de la oposición para mantener la bandera de la ruptura. Muchos analistas coinciden en señalar que a partir de ahora los militares maniobraran para cumplir el guión establecido en Washington, y buscarán la fórmula que les permita mantener su posición privilegiada al tiempo que maquillan la situación con ligeras reformas y tal vez con la convocatoria de elecciones.
No obstante, ese poder fáctico, como el resto de actores influyentes hasta ahora, son conscientes que la celebración de unas elecciones libres puede alterar la relación de fuerzas y les puede hacer perder buena parte de su poder. Por todo ello, las maniobras en la sombra, si no han tenido lugar, seguramente se llevarán adelante en los próximos días.
Queda por ver si se cumplen las demandas de la población, o bien los militares acaban por apoyarse en buena parte del aparato pro-Mubarak (siguiendo la línea de la llamada "transición española"), y son muchos los que se inclinan a pensar que es esta la opción elegida, que además contará con el respaldo de EEUU y sus aliados occidentales, y con el beneplácito de la clase dirigente de otros estados árabes que durante estas semanas han visto cómo un sudor frío recorría sus hasta ahora intocables espaldas.
Probablemente los gestores de esta nueva situación no dudarán en ondear el "peligro islamista" y llamarán a la colaboración a figuras "moderadas" de la oposición, integrándolas en el "nuevo" escenario que se avecina. Tras la tormenta y tras la euforia puede dibujarse en las próximas semanas un nuevo fraude a las expectativas de ruptura y cambio profundo que demandaba la población en las calles, una situación que ya se ha vivido en otros lugares.
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