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Algo se mueve en la eurozona. Y no sólo en los países periféricos agobiados por la presión de los mercados. También en Alemania y Francia, donde ven con preocupación la creciente presencia de China en países como España o Portugal. Lo que intranquiliza no es que la ‘fábrica del mundo’ compre deuda pública ibérica. Lo que inquieta es que gobiernos entrampados hasta las cejas conviertan sus territorios en gigantescos portaviones que faciliten la entrada en Europa de mercancías chinas desplazando a los bienes alemanes o franceses.
Este factor, según David Cano, socio director de Analistas Financieros Internacionales (AFI), explicaría en parte los últimos movimientos de Berlín y París en favor de aumentar el fondo de rescate hasta los 1,5 billones de euros y calmar a los mercados. “A Alemania no le han gustado esos viajes”, asegura Cano, “y antes de dejar que los chinos solucionen los problemas de los europeos -por supuesto que a cambio de algo- han decidido resolverlos ellos”. Y el instrumento ha sido anunciar un mecanismo de intervención más ambicioso que ha permitido calmar por el momento a los mercados.
La presencia de Pekín en Europa -China se ha convertido ya en el tercer socio comercial de España desplazando a Italia- no es, desde luego, el único factor que explica la caída de las tensiones financieras. También la sensación de que el incendio comienza a cercar a países como Italia y Bélgica, lo que alimenta las expectativas (si todavía quedaban algunas dudas) de que la crisis del euro va realmente en serio y no es solamente un fenómeno asociado a países con escasa credibilidad en los mercados.
Y para apuntarla esta idea, se echa mano de unas intranquilizadoras palabras de Otmar Issing sobre el futuro del euro recogidas por Financial Times. Issing no es un cualquiera. Es una autoridad. Entre 1998 y 2006 fue el economista jefe del Banco Central Europeo (BCE) y nadie duda de su apuesta por el euro. Es un europeísta convencido. Pero este martes ha reconocido que la actual crisis “amenaza la supervivencia de la unión monetaria”. Son palabras mayores en un contexto como el actual, y de ahí que Francia y Alemania hayan decidido poner manos a la obra.
Para ello cuentan ya con un instrumento decisivo. En las conclusiones del último Consejo Europeo se dejan bien claras las condiciones que tendrán que cumplir los países intervenidos. Y en concreto se matiza que las ayudas se basarán “en un programa estricto de ajuste económico y presupuestario y en un riguroso análisis de la sostenibilidad de la deuda efectuado por la Comisión Europea y el FMI, en contacto con el BCE”.
Es decir, y como no podía ser de otra manera, los países intervenidos tendrán que ser sometidos a una dura cura de adelgazamiento. Como sostiene José Luis Feito, director de la Comisión de Economía de CEOE, si España cae,” será la segunda vez que es intervenida. La primera, en 1959 con el Plan de Estabilización”.
Sube la rentabilidad del bono alemán
Pese al relajamiento de las tensiones monetarias, algunos analistas destacan el hecho de que la rentabilidad del bono alemán a 10 años -la gran referencia- se ha ido hasta situarse por encima del 3%. Muy lejos del 2,33% que marcaba en septiembre. La explicación que ofrece David Cano, de AFI, es doble. Por un lado, su evolución es coherente con los aumentos de rentabilidad del bono americano, y, por otro, Alemania pierde fuerza como país-refugio.
Esto último, en principio, es una buena noticia, ya que indicaría que hay deuda soberana atractiva para los inversores, pero ‘desnuda’ a quien interpreta el estrechamiento del diferencial con Alemania (que ayer se situó en 230 puntos) como una apuesta por la economía española. Lo cierto es que ayer el Tesoro tuvo que pagar un 27% más que en la última subasta para colocar 2.999 millones al 4,59%. A años luz del 1% en que se sitúa el precio oficial del dinero. Desde agosto, el bono alemán se ha encarecido en 65 puntos básicos (0,65 puntos porcentuales) y el español en 138, lo que da idea de la distancia entre ambas economías.
El próximo examen del Tesoro será el día 20, jueves, cuando tenga que colocar obligaciones a 10 años. El mercado espera una rentabilidad que puede situarse en el entorno del 5,3%. En todo caso, tipos altos que encarecen la financiación. No sólo de las administraciones públicas, sino también de los agentes económicos privados: familias y empresas. El cóctel es todavía más explosivo con la subida las materias primas, y en particular del petróleo, que ya roza los 100 dólares, lo que ha situado la gasolina muy cerca ya de sus máximos históricos.
En palabras de un dirigente empresarial, la economía española se acerca peligrosamente al primer semestre de 2008, cuando el endurecimiento del crédito y la caída de la renta disponible de las familias por el alza de las materias primas -además de otros factores- abocaron al país a un duro ajuste económico. Y ese es el argumento que va a utilizar Moncloa en las negociaciones con sindicatos y empresarios. O hay acuerdo o hay intervención, con lo que ello supone para el país.
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