La ofensiva contra el euro llevada a cabo por los mercados financieros durante los meses de abril y mayo de 2010 no es un simple episodio de la guerra económica entre los dos continentes. Es el síntoma de una mutación geopolítica. La iniciativa de Estados Unidos, dirigida a desestabilizar a la Unión Europea, se ha llevado a cabo con la participación de las propias instituciones europeas. Esta convergencia confirma la elección previa de ambos protagonistas de integrar a la Unión Europea en un futuro gran mercado trasatlántico.
La crisis del euro es el resultado de la elección política de las autoridades europeas de empeñar la moneda común en vez de reorganizar la deuda soberana griega. Dicha reorganización habría protegido el euro, pero necesitaría la contribución de los bancos, los cuales perderían una parte de sus créditos en la operación. Las instituciones financieras francesas tendrían alrededor de 50.000 millones de deuda helénica en sus balances y los bancos alemanes 28.000 millones (1).
Sin embargo, el salvamento de algunas decenas de miles de euros de las instituciones financieras no justifica semejante riesgo. La apuesta fundamental, metiendo presión sobre la moneda común, es hacer que paguen la crisis los trabajadores y de esa forma efectuar una gigantesca transferencia de los ingresos internos hacia las empresas, en particular a las instituciones financieras. La envergadura de esa operación es de tal magnitud que sólo puede estar dirigida por los mercados y su brazo armado, el Gobierno estadounidense.
Una ofensiva dirigida por Estados Unidos
La crisis del euro estalló por la concentración del ataque de las agencias de calificación estadounidenses Standard&Poor’s, Moody’s y Fitch contra las deudas de Grecia, España y Portugal. La rebaja de las notas de estos tres países por parte de las agencias de EE.UU., sobre todo la de Grecia, relegada a la categoría de las inversiones especulativas, es la consecuencia de una acción concentrada. La rebaja de las notas dio lugar a una serie de decisiones repetidas y muy seguidas. Los ataques estuvieron apoyados por el aparato de Estado de EE.UU., en especial por las declaraciones alarmistas del asesor económico del presidente Obama, el ex presidente de la Reserva Federal estadounidense Paul Volker, que habló de una futura desintegración de la Eurozona. El ataque contra el euro aparece como un pretexto, tanto más que «desde 2004 se sabía que las autoridades griegas hacían trampas» (2) sin que esto provocase ninguna reacción de las agencias de calificación.
Esta ofensiva contra el euro es, en primer lugar, una acción destinada a llevar a Estados Unidos los capitales extranjeros necesarios para cubrir el déficit creciente de la balanza financiera estadounidense. Es una señal de advertencia a países como China, que había empezado a reequilibrar sus reservas de divisas comprando euros en detrimento del dólar. Para Estados Unidos, en efecto, es un asunto urgente. Hasta 2009, la financiación de su déficit y la defensa del dólar estaban garantizadas por el saldo positivo de los flujos financieros. Pero durante ese mismo año aunque el movimiento de capitales permaneció positivo, no llegó a compensar el déficit. El saldo se volvió negativo con un montante de 398.000 millones de dólares (3). A un nivel puramente económico, la ofensiva contra el euro forma parte del mismo objetivo que la lucha contra el fraude fiscal iniciada por el presidente Obama en 2009 (4). Se trata de devolver los capitales al regazo estadounidense.
Operación de desmantelamiento de la UE
A esta actuación táctica se añade una operación estratégica, un movimiento de desmantelamiento de la Unión Europea en beneficio de una unión económica que cubrirá ambos continentes. El proyecto de creación de un gran mercado trasatlántico (5) es aquí la manifestación más visible. En función de este segundo objetivo se puede entender la actitud de Alemania que tanto en el nivel de la lucha contra el fraude fiscal como en el del ataque al euro, ha suministrado un apoyo a la ofensiva estadounidense. Esta doble actitud es coherente con el compromiso privilegiado de este Estado europeo en el establecimiento de una unión económica trasatlántica.
La Unión Europea se construyó en torno a Alemania y se estructuró en función de los intereses de ésta. Por el hecho de ser el país más competente en la época del establecimiento del mercado común, Alemania ha podido utilizar plenamente sus ventajas comparativas, sin limitación política, sin gobierno económico ni transferencias importantes hacia las zonas desfavorecidas. Hasta este año, la Eurozona absorbe tres cuartas partes de las exportaciones alemanas (6). Alemania, por las declaraciones de sus responsables políticos y de sus banqueros, así como por la repetitiva exhibición de sus vacilaciones, ha contribuido a la ofensiva contra el euro. Para ella, los beneficios de esta acción son inmediatos. La bajada de la moneda común permite aumentar sus exportaciones fuera de la Eurozona. Además puede financiar su propio déficit a mejor precio. La crisis y la huida hacia la calidad que engendra permite a los bonos alemanes colocarse con una baja tasa de interés.
En definitiva, si Alemania da la impresión de que está serrando la rama a la que está asida, es porque ha decidido cambiar de rama y quiere integrarse en un conjunto más amplio: el gran mercado trasatlántico. La «construcción europea» está en una encrucijada. Hasta ahora ha permitido un desarrollo permanente de Alemania. Este proceso ya no puede continuar de la misma forma. La UE no puede salir de la crisis sin establecer un gobierno económico que dirija una política económica común, una armonización del desarrollo y, por eso, asegurar las transferencias financieras consecuentes hacia los países y regiones desfavorecidas. Esta gestión política está en total oposición al simple Pacto de Estabilidad promovido por Alemania. La política presupuestaria de disminución acelerada del déficit, reimpuesta en nombre de dicho Pacto, se va a hacer en detrimento del poder adquisitivo de las poblaciones y no puede realizarse sin una recesión económica. La Eurozona ya no puede ser el destino privilegiado de las exportaciones alemanas. Alemania ha hecho su elección: el gran mercado trasatlántico y el mercado mundial.
Bajo la tutela del FMI
En vez de reorganizar la deuda de los países débiles, Europa ha puesto en marcha dos fondos de intervención. El Eurogrupo, formado por los ministros de Economía de la Eurozona, ha desarrollado un mecanismo inédito de 750.000 millones de euros de préstamos y garantías con el fin de ir en auxilio de los países de la Eurozona que tuvieran dificultades para conseguir préstamos en los mercados financieros. El mecanismo prevé 60.000 millones de préstamos europeos garantizados sobre el presupuesto de la Unión Europea, 440.000 millones de euros de garantías aportadas por los países miembros de la Eurozona, así como 250.000 millones de euros de préstamo del FMI, es decir, un total de 750.000 millones (7). Este mecanismo de ayuda está previsto para una duración de tres años.
A pesar de que no existe ninguna imposibilidad financiera para asumir la totalidad del fondo, el Eurogrupo elige atarse las manos con el FMI, en el que Estados Unidos tiene la mayoría de los derechos de voto. Ese dispositivo de servidumbre voluntaria reproduce, y amplifica, el esquema que ya se constituyó para ayudar a Grecia, cuyo programa es de un total de 110.000 millones de euros de los que 30.000 proceden del. FMI
¿Qué significa la voluntad del Consejo Europeo de delegar en el FMI el procedimiento establecido para acudir en auxilio de los países de la Eurozona? Si observamos las recetas aplicadas por esa institución internacional en los países a los que concedió préstamos, la forma de operar es inmutable: imponer una rebaja de los salarios directos e indirectos, privatización de los servicios públicos y supresión de las políticas sociales. La política del FMI siempre ha llevado a un importante empobrecimiento de las poblaciones (8).
En caso de depresión, o incluso de estancamiento económico, la «política de consolidación de los gastos públicos» está condenada al fracaso. Los 750.000 millones de ayuda previstos servirán para reembolsar a los bancos en detrimento del poder adquisitivo del contribuyente, y ese vertido a las instituciones financieras por lo tanto incrementará la recesión. Así, la ubicación bajo la tutela del FMI y la creación de fondos de ayuda a los bancos son dos aspectos complementarios de una misma política. Se trata de proceder a una importante redistribución de las rentas a favor de las empresas financieras.
¿Cuál es el futuro de la Unión Europea?
Semejante operación contra las rentas de las poblaciones necesita neutralizar cualquier proceso de decisión a nivel de los Estados nacionales, una estructura en la cual los ciudadanos disponen de algunos medios defensivos, en provecho de los mecanismos del mercado, establecidos fuera del área de toda presión política. La cuestión es saber qué papel van a jugar las instituciones europeas en ese proceso de la ubicación bajo dependencia de los mercados financieros.
Una primera respuesta se encuentra en el acuerdo por el que los presupuestos de los Estados de la Eurozona se pondrán bajo la tutela de un organismo compuesto por la Comisión, el Banco Central Europeo y el Eurogrupo.
Los países que no consigan poner su deuda por debajo del 60% del PIB serán multados por Bruselas. Ese texto considera la posibilidad de sanciones incluso aunque el límite actual del 3% del PIB, fijado por el Pacto de Estabilidad, todavía no se ha sobrepasado. La idea sería poder desencadenar procedimientos, por déficit excesivo, a los países en los que la deuda no retroceda lo suficiente (9). A continuación no se excluye una modificación de los tratados con el fin de permitir suspenderles el derecho de voto en las reuniones ministeriales.
El modelo alemán inscrito en la Constitución, el principio del equilibrio presupuestario también apoyado por Francia, está llamado a generalizarse. Eso suprimiría cualquier posibilidad, ya actualmente muy débil, de iniciativa presupuestaria. Los Estados miembros serían, frente a la Unión Europea, como los Estados Federales estadounidenses frente al Estado Federal. Sin embargo, no nos confundamos, aquí no se trata de fortalecer la construcción europea sino, al contrario, de la disolución de cualquier posibilidad de iniciativa política con el fin de reforzar el poder absoluto de los mercados.
La construcción europea fue una imposición de Estados Unidos tras la guerra, que la puso como una condición para las ayudas del Plan Marshall (10). Se construyó en torno a Alemania, cuyos intereses inmediatos eran complementarios de los de Estados Unidos. El ataque al euro y la operación de desmantelamiento de la Unión Europea también son el resultado de una ofensiva lanzada por Estados Unidos e igualmente llevada a cabo por la primera economía del Viejo Continente y por las instituciones de la Unión Europea.
La Comisión y el Consejo confirman así su participación en la descomposición de la Unión y la integración de ésta en una nueva estructura política y económica trasatlántica bajo dirección estadounidense, el mismo papel que desempeñaron en las negociaciones de los acuerdos sobre la transferencia de los ingresos personales de los ciudadanos europeos hacia Estados Unidos y las negociaciones para la creación de un gran mercado que agrupe ambos continentes.
La puesta bajo tutela del FMI del gobierno económico europeo representa una etapa suplementaria en la disolución de toda capacidad de iniciativa de los países miembros de la UE en la etapa de transición para su integración en un conjunto trasatlántico. El euro se mantendrá como una cáscara vacía. La supresión de la moneda común no convendría a Alemania, cuya vuelta a un marco valorizado como moneda refugio sería suicida para su economía, ni a Estados Unidos, que no tiene ningún interés en extender la soberanía de su moneda y la utilización de los privilegios que conlleva.
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