Un artículo de Julio Anguita.
Es ya una cansera el que se atribuya a la mayor esperanza de vida el origen de la incertidumbre para las pensiones del futuro.
Una y otra vez, y casi siempre ante el gran público televidente, se nos quiere advertir acerca de la inexorabilidad del fin de la actual situación en cuanto a las prestaciones públicas por jubilación. Trabajos y comunicaciones de autores cualificados como los profesores Viçens Navarro o Juan Torres, entre otros, han demostrado hasta la saciedad que con un crecimiento en la productividad ese riesgo es prácticamente inexistente.
No creo en absoluto que pueda atribuirse a la ignorancia la persistencia en la monodia del fin de los tiempos para las pensiones públicas en función de la estructura de la pirámide de población. El origen de la conseja no está en el desconocimiento de la realidad sino en dos cuestiones que nunca aparecen en primer plano: el apoyo a los fondos privados de pensiones y el convencimiento de que el paro, la precariedad y la desregulación se van a enseñorear aún más del mundo laboral y empresarial.
El hecho de que el ex ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, aconsejara hace unos meses que los fondos privados de pensiones podían ser una opción adecuada y beneficiosa para los futuros pensionistas se inscribe en esa línea de aliviar de obligaciones constitucionales a los poderes públicos en beneficio de unos fondos que en otras latitudes (EEUU, Holanda, etc.) están quebrando y en España han visto esfumarse recientemente 2.696 millones de euros, según la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco).
La otra cuestión es mucho más grave y preocupante. El que casi un 30% de la empresas españolas estén cerradas o desaparecidas a efectos de control administrativo, que el paro aumente y los escasos contratos nuevos estén mayoritariamente marcados por la precariedad sí es una grave amenaza para el Fondo de Reserva, en primer lugar, y para el erario público, a continuación.
Es ya una cansera el que se atribuya a la mayor esperanza de vida el origen de la incertidumbre para las pensiones del futuro.
Una y otra vez, y casi siempre ante el gran público televidente, se nos quiere advertir acerca de la inexorabilidad del fin de la actual situación en cuanto a las prestaciones públicas por jubilación. Trabajos y comunicaciones de autores cualificados como los profesores Viçens Navarro o Juan Torres, entre otros, han demostrado hasta la saciedad que con un crecimiento en la productividad ese riesgo es prácticamente inexistente.
No creo en absoluto que pueda atribuirse a la ignorancia la persistencia en la monodia del fin de los tiempos para las pensiones públicas en función de la estructura de la pirámide de población. El origen de la conseja no está en el desconocimiento de la realidad sino en dos cuestiones que nunca aparecen en primer plano: el apoyo a los fondos privados de pensiones y el convencimiento de que el paro, la precariedad y la desregulación se van a enseñorear aún más del mundo laboral y empresarial.
El hecho de que el ex ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, aconsejara hace unos meses que los fondos privados de pensiones podían ser una opción adecuada y beneficiosa para los futuros pensionistas se inscribe en esa línea de aliviar de obligaciones constitucionales a los poderes públicos en beneficio de unos fondos que en otras latitudes (EEUU, Holanda, etc.) están quebrando y en España han visto esfumarse recientemente 2.696 millones de euros, según la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco).
La otra cuestión es mucho más grave y preocupante. El que casi un 30% de la empresas españolas estén cerradas o desaparecidas a efectos de control administrativo, que el paro aumente y los escasos contratos nuevos estén mayoritariamente marcados por la precariedad sí es una grave amenaza para el Fondo de Reserva, en primer lugar, y para el erario público, a continuación.
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