| Intereconomía
Sólo su abandono podrá permitir la urgente tarea de la reconstrucción y la regeneración de España. Sólo su abandono impedirá que el daño no sea irreversible. Si acaso no lo es ya.
En su larga historia nacional, nuestro país ha sufrido crisis, y de envergadura. Pero ésta es de tan amplio alcance que, en la práctica, no hay en la vida pública española ninguna institución que se libre de la crisis, ninguna área de Gobierno que no se vea afectada por la mezcla de incapacidad y sectarismo ideológico de Rodríguez Zapatero.
La irresponsabilidad y la culpable –y extraordinaria– demora del Gobierno en emprender las reformas necesarias para reconducir la economía y la nave del Estado han suscitado en los últimos tiempos un continuo crescendo de queja: la Unión Europea ha tenido que proveer un fondo multimillonario para precaverse de la nefasta gestión de países como España, y la misma Unión Europea ha obligado al Gobierno a los recortes que ahora procede a hacer, de mala gana y con mucha mayor gravedad de lo que hubiera sido necesario de haber procedido a las reformas tiempo atrás.
Por último, incluso Barack Obama, el mismo presidente norteamericano idolatrado con tanta ingenuidad como demagogia por el zapaterismo, ha sometido a Zapatero a la humillación última de exigirle reformas urgentísimas para que España no se convierta en el agujero por el que se pierdan definitivamente otros países europeos.
Todo el mundo tiene claro que Zapatero es un peligro, y que España es un peligro con Zapatero. El presidente nos engañó negando la crisis repetidamente cuando ya había crisis, y nos ha querido volver a engañar ahora, anunciando, también en repetidas ocasiones, la salida definitiva de la crisis. Los españoles, lo dijo miserablemente Rubalcaba, no nos merecemos un Gobierno que nos mienta.
Más improvisación
Hace sólo siete días, en su reunión con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno descartó tomar medidas contra el déficit.
Para ser exactos, contra el déficit que él solo ha conseguido, una vez dilapidada la herencia, saneada y positiva, que recibió al llegar al poder.
En estos siete días, y hasta la penosa comparecencia parlamentaria de ayer, el Gobierno se ha visto forzado a aplicar, a improvisar con un escasísimo margen de tiempo, las severas medidas de austeridad que hasta ahora se ha negado a aplicar.
Y, lo que es peor, al no haber sido por iniciativa del propio Gobierno la puesta en marcha de las reformas, ahora nuestras cuentas públicas van a quedar mucho más estrechamente bajo la vigilancia y supervisión de unas autoridades europeas del todo conscientes de la insolvencia y la absoluta falta de fiabilidad del Gobierno de Zapatero.
Así entramos, por citar el tenor literal de la intervención de Mariano Rajoy, en una economía bajo protectorado de la Unión Europea. Nuestra economía está intervenida. Rajoy acertó plenamente en la calificación.
Esto no es sólo un insulto lacerante para tantos españoles que recuerdan una España no hace tanto tiempo próspera, solvente y ejemplar. También es un desmentido de plena autoridad contra la coartada de irresponsabilidad alegada una y otra vez por José Luis Rodríguez Zapatero, auténtico malversador del dinero de los españoles, que hasta prácticamente el día de ayer ha gastado irresponsablemente bajo el pretexto de “un Gobierno social”.
Ahora, Zapatero ha quedado desnudo, expuesto ante la opinión pública, al verse obligado a desechar también esta coartada: al margen de la necesaria congelación salarial de los trabajadores de la función pública, serán grupos tan prioritarios en la atención social como los pensionistas y las futuras madres quienes hayan de sufrir unos recortes que hubieran podido evitarse de haber aplicado medidas mucho antes.
La redefinición forzosa de nuestro Estado del Bienestar retrata a Zapatero como el presidente más antisocial de nuestra historia democrática: todos sus alegatos propagandísticos, de la Ayuda al Desarrollo al cheque-bebé, de la Ley de Dependencia a los grandes proyectos en infraestructuras e inversión pública, todo ello ha pasado a la historia.
Lamentablemente, el zapaterismo no ha tenido agallas para recortar en lo que más se debe recortar: un Estado de las Autonomías que nos lleva al desastre. Y no deja de ser tragicómico que aquellos que han legitimado al zapaterismo en las instituciones –CiU, ERC, PNV– salgan ahora a criticar aquello de lo que ellos mismos son cómplices.
La herencia del presidente
Dada la gravedad de la situación, urge también que se movilicen los socialistas honrados y aquellos que entregaron su voto al PSOE de Zapatero. Porque ésta es la herencia del zapaterismo en sólo dos años de legislatura: se ha doblado la tasa de desempleo, con más de cuatro millones y medio de parados, por encima del 20% de la población activa.
Se han destruido cerca de dos millones de puestos de trabajo, han cerrado 200.000 empresas y se han dado de baja 300.000 autónomos.
En nuestras cuentas públicas, hemos pasado del superávit al déficit propio de quien gasta el doble de lo que ingresa.
El consumo va a la baja, y seguirá más a la baja cuando se aplique esa subida indiscriminada del IVA que nos va a perjudicar a todos, disminuyendo nuestra calidad de vida.
En 2010 dejaremos de ser la octava potencia económica del mundo, y seremos la única potencia todavía en recesión.
Nuestra renta per cápita vuelve a estar por debajo de aquello que fue un logro de envergadura histórica: igualarla a la media de la Unión Europea.
A todo ello hay que añadirle el sectarismo de ideología izquierdista más cainita, con hitos de tanta repugnancia como la Ley del Aborto y la aplicación de la ideología de género a ultranza, así como la disolución de la presencia de España mediante su política exterior.
Si le queda un ápice de vergüenza tiene que presentar su dimisión y convocar elecciones anticipadas. Ya no se puede aguantar más.
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