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El contra-ataque bolivariano al que llama el presidente Chávez no puede entenderse sin considerar un conjunto de hechos externos e internos a nuestro país. Más que una coyuntura electoral debe ser evidenciada como una señal de alerta, señal que no es nueva, pero sobre la cual debe reflexionarse.
En el ámbito internacional los factores que impulsan este “contra-ataque” derivan de un conjunto de rearticulaciones que inicia la derecha en América Latina, fundamentalmente a partir del Golpe de Estado en Honduras, que continúa además con la instalación de 07 bases militares en Colombia, la posibilidad de instalación de nuevas bases militares estadounidenses en Panamá, los resultados electorales en Chile, y la militarización de Haití como los aspectos más resaltantes, pero que evidencian una clara confrontación a las propuestas de cambio que se han dado los últimos años en América Latina.
Es necesario reafirmarlo: La rearticulación de la derecha en América Latina debe notarse como la consolidación de un bloque de ataque a las propuestas de cambio iniciadas por gobiernos progresistas, a la consolidación de nuevos bloques regionales como el ALBA y como un ataque directo a las fuerzas populares de nuestra región, tal como movimientos sociales, colectivos y comunidades organizadas -que pretenden dar un giro a la pobreza y exclusión a la que el sistema capitalista las ha sometido-. Y es necesario destacar que son estas fuerzas populares y anti-sistémicas el pilar fundamental en el que nos debemos apoyar para llevar a cabo un verdadero proceso de transformación socialista perdurable en el tiempo.
Con este contraataque que propone el presidente Chávez, se pretende incluso reforzar los procesos internos con miras a las elecciones legislativas de este año, y con miras a la reelección presidencial del 2012. Sin embargo, y sin desmerecer la importancia de los procesos electorales de nuestro país, la coyuntura electoral no debe arroparnos si consideramos a la Revolución Bolivariana como un proceso de profundización democrática que debe prolongarse en el tiempo, la permanencia del gobierno chavista es una garantía momentánea, pero en el largo plazo sólo la fortaleza de nuestras comunidades organizadas, de nuestros colectivos y nuestros movimientos sociales puede garantizarnos la transformación social que hemos iniciado.
En ese sentido, el 23 de enero de 1958, sigue siendo una fecha a recordar y conmemorar, sobre todo, porque para muchos y muchas la lucha sigue, luego de más de 50 años, es en este momento de la historia venezolana cuando se inicia el paso hacia una “democracia del pueblo”. La democracia puntofijista relegó la actividad democrática al mero ejercicio electoral (poco confiable además), es ahora con el paso de la democracia representativa a la democracia participativa y protagónica que se inicia un período de profundización democrática; he allí la amplia distancia que debemos marcar con el sistema puntofijista: la actividad electoral, sí, es importante, pero es tan importante como la profundización de los procesos políticos participativos y protagónicos, así como lo es la incorporación de los debates y necesidades de las comunidades en las políticas gubernamentales.
La democracia venezolana no puede darse por sentada, el Psuv, y los compañer@s que no pertenecen a la organización partidista pero que acompañan un verdadero proceso de cambio en nuestro país deben tener a la democracia como eje transversal siempre presente, los espacios colectivos que se han logrado hasta ahora deben seguir su proceso de consolidación, dando lugar a muchos otros espacios y semillas de cambio, la construcción del socialismo debe nacer del debate permanente, de la crítica constructiva y de la unión con todos los pueblos otros de Nuestra América, sólo así podremos hacer frente a los retos futuros.
Germania Fernández F
Socióloga - UCV - Venezuela
Maestrante en Estudios Latinoamericanos
Universidad Andina Simón Bolívar - Quito, Ecuador
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