Hugo Chávez arropa a Oliver Stone en la presentación de 'South of border' en Venecia

"Se trata de un jefe de Estado. Su agenda cambia cada media hora. La última noticia que tengo es de ayer a las siete de la tarde y, como comprenderá, no puedo decir nada". Desde el gabinete de prensa de la Mostra, ni palabra. ¿Sabe algo de cuándo llegará Hugo Chávez al Lido? Esta vez la misma pregunta para Oliver Stone. Respuesta: "No puedo decir ni sí ni no". Pues eso.

Tras la proyección de 'South of the border', hoy tocaba esperar, esperar a Chávez, el protagonista. Y llegó. Por primera vez, un jefe de Estado desembarcaba en el Festival de Cine de Venecia. Y lo hacía desde Irán. En helicóptero, que no en alfombra persa. Eso sí, se limitó a hacer la alfombra. La roja. Abrazó a propios y extraños, ejerció de mesías, dio varias vueltas y a otra cosa.

La película es un documental de Stone, pero a la manera de Moore

Se le veía feliz. Traje negro, corbata roja, pin de Venezuela. Impecable y feliz. Y razones tiene para ello. La cinta en la que ejerce de líder (que no de protagonista), sencillamente, se rinde a sus pies. La película es un documental de Stone, pero a la manera de Moore. De hecho, al director se le ve hasta un poco más obeso, gracioso y con más ganas de cámara que Messi de balón. Stone habla, opina, mete baza y, de vez en cuando, hace una pregunta. En frente de él, Chávez, que, como toca, habla, y habla, y vuelve a hablar. De vez en cuando, eso sí, también él hace una pregunta.

¿Demagogia? Pues sí. Como toca. El cine, sea de ficción o documental, de "Mi querido Oliver" (como le llama Hugo Chávez) es frontal. No admite más respuesta que la ola brazos en alto o el sarpullido. 'South of the border' más que dejarse ver, salta a la cara. Como su retrato de Fidel o Arafat, la cámara sigue al protagonista sin que en ningún momento haya debate o confrontación. Uno habla y los demás asienten.

La novedad con respecto a sus trabajos sobre el cubano o el palestino es que ahora la idea es radiografiar, además, una revolución en la que entran desde Argentina a Brasil, pasando por Ecuador, Bolivia, Paraguay y otra vez Cuba. Y Venezuela, claro. Todos anti-FMI, todos anti-Bush, todos esperanzados con Obama. Cada uno de los presidentes del continente atiende, se entusiasma y... ¡a por ellos! La euforia.

AFP

Como en el caso de Michael Moore, la cosa funciona en la justa medida que debe funcionar. Se trata de un panfleto (es descripción no juicio) con el ritmo ajustado a su razón de ser: dar respuesta al fuego cruzado de la conservadora Fox y aliados. Pedrada por pedrada.

En su accidentada comparecencia ante la prensa (la de Stone, no la de Chávez), el director se mantuvo firme en las razones y convicciones de su película: "Por primera vez, Sudamérica entera se pone de acuerdo para plantar cara al imperio". Gritos de cabreo en la sala. No, no es que los periodistas protestaran contra la proclama, simplemente la traducción simultánea al italiano se había cortado. Hasta diez veces se repitió la escena. Sólo Venecia procura momentos tan intensos.

A lo que íbamos, Stone se refería al ideal bolivariano que mantiene su actor-presidente. "En los años 80, todo el continente no fue sino un lugar para experimentar las tesis neoliberales del Fondo Monetario Internacional. Chávez ha conseguido que esto deje de ser así". Nube de murmullos (ya saben por qué).

La película, más allá de su probada efectividad para proclamar alto y claro las consignas 'bolivarianas', es, sobre todo, una ventana desde la que contemplar la opinión de un sector de la sociedad americana sobre lo que está sucediendo al sur de sus fronteras. La parte más lograda, de hecho, corre a cuenta de las intervenciones estelares de algunos y algunas periodistas de la televisión al norte de Río Bravo. Una de ellas, después de intercambiar Bolivia por Venezuela, pasa a confundir el cacao con la coca. Memorable. Tierno.

El filme es una ventana desde la que contemplar la opinión de un sector de la sociedad americana sobre lo que está sucediendo al sur de sus fronteras

"Una de las cosas que más me llamó la atención y por la que decidí hacer la película es por la inquina con la que se trata en los medios a un señor que ha ganado hasta siete elecciones", dice el cineasta. Y todo ello, como ya es habitual en el cine del director de 'JFK', con una probada maestría por el montaje y, de su mano, el ritmo. De hecho, nada se cuenta en la película que cualquier lector, atento o desatento, de periódicos no conozca. Eso sí, se hace en un suspiro y, lo más importante, con gracia.

El momento más rumboso llega de la mano de Evo Morales. Recién aterrizado en La Paz, Stone empieza a masticar hojas de coca. Por aquello de la altura. Morales le hace notar la mala calidad de lo que deglute y le ofrece una alternativa más verde y lustrosa. Un segundo es lo que tarda el director en ponerse a pastar con una fruición desusada. Simpático.

Como simpático fue Chávez en la entrada principial del Palacio del Cine a las cinco de la tarde. Como los toreros.



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