El Imperio ataca desde la cuna


Yvke mundial - Armando Carías
La Estrella Azul, símbolo de gran plan disneyano de convertir todo el planeta en un gigantesco parque temático capitalista, brilla con repotenciada intensidad en el firmamento de la industria del entretenimiento, esparciendo su “inocente” mercadería en películas y espectáculos que nuestros querubines engullirán junto a cotufas y refrescos tamaño familiar.

Ahora el turno le toca a “UP”, cinta en la que los dibujantes del congelado Walter Elías insisten en su almibarado discurso visual y en la que los guionistas repiten la misma tarea de siempre: A quiere obtener algo que posee B y B desea lo que tiene A, mucha competencia, trucos, deslealtad y mañas que dan como resultado hora y media de inducción al libre mercado. Pura fantasía, pues.

La trampa está bien montada y de eso se encargan, no los asalariados que escriben y le ponen color a la historia, sino los estrategas que desde sus salas situacionales estudian y deciden que argumentos y personajes son los más apropiados, tanto por los beneficios económicos que aspiran obtener por la inversión, como por el escenario social y político sobre el cual buscan incidir en esta guerra de cuarta generación que se libra contra la infancia.

No es en lo absoluto gratuito el hecho de que sea Venezuela -La Gran Sabana- el espacio en donde este producto Disney –Pixar ubica las aventuras de sus personajes, no es casual que sean los tepuyes y la exuberante naturaleza de nuestra selva amazónica, el “telón de fondo” de la insulsa comiquita en cuestión, no es azaroso el hecho de que un venerable ancianito “de ánimo emprendedor” y un mocosito boy scout gringo, sean quienes vengan a “descubrirnos” a nosotros en nuestra propia tierra, mostrándonos desde su óptica colonizadora lo que nosotros, “buenos salvajes”, tenemos ante nuestras narices desde hace siglos. ¿Les suena conocido?

La casa del inocente viejito, elevada por los aires con la propulsión de cientos de globos inflados con helio, que lo pasearán sobre torres y rascacielos hasta hacerlo descender al lado del Churún Merú, es la metáfora de lo que la historia eufemiza como “descubrimiento de lo descubierto”, apropiación de lo que ya tiene dueño, privatización de lo que es de todos, denominar lo que ya tiene nombre.

Disney Productións no se anda por las ramas, agotados los cuentos de hadas, expropiados Collodi, Andersen, Perrault y tantos más de la literatura tradicional; ahora viene por ríos, selvas, cascadas, montañas y otras maravillas naturales de la Amazonía, esa que los afanes imperiales no han podido globalizar.

Ya lo hizo con África, al convertir “El Rey León” en una alegoría de la supervivencia en el más acabado estilo de Wall Street, solo que en lugar de hábiles corredores de bolsa, puso hienas que hablaban como latinos a depredar en nombre de “la ley del más fuerte”.

Olvidémonos por un momento de “UP” y revisemos la oferta que nos tiene El Poliedro para los próximos días: “Disney sobre Hielo”. Leyó bien, no son los recintos escuálidos del Aula Magna de la Central, ni el estacionamiento de la Metropolitana… es en El Poliedro, espacio administrado y programado por el Estado… ¿qué tal?

Veámoslo de esta manera: un espacio rescatado por la Revolución, puesto al servicio de la gran transnacional de la ideologización de la infancia, la firma que ha domesticado a millones de millones de niñas y niños en todo el planeta con un mensaje glorificador del consumo, la competencia, la transculturización y de todos los antivalores que estamos intentando desterrar.

¿Luce coherente con una política cultural y educativa que está librando una desigual batalla con los sectores que nos quieren colonia, el ponerle alfombra a un espectáculo que es clara expresión de todo lo que estamos intentando superar con planes de lectura y de rescate de nuestra identidad?

Estas, pues, dos perlas del mismo cofre que salas privadas y espacios oficiales ofrendan a los niños y niñas de un país en Revolución…

Y para que termine de parir la abuela, el Sambil nos invita a celebrar el aniversario de la Barbie, la muñequita anoréxica que mimetizó a millones de muchachitas que se quedaron en el autobús de su generación esperando la llegada de Kent.
Disney, Pixar, Matel… el Imperio ataca desde la cuna.

Publicar un comentario

0 Comentarios