Así viven los políticos españoles con nuestro dinero - elConfidencial.com


El presidente del Gobierno y la vicepresidenta primera en el Congreso de los Diputados (Reuters).

@Federico Quevedo / Daniel Forcada

Son las siete de la mañana de un viernes cualquiera, laborable. En la madrileña calle Hernani, situada entre El Corte Inglés de la calle Orense y los Nuevos Ministerios, un coche se ha detenido delante del portal de un edificio de viviendas con buena apariencia. Mientras un par de escoltas vigilan discretamente la acera, del vehículo se bajan dos mujeres jóvenes con sendos maletines propios del trabajo de una esteticién de lujo. Ambas entran en el edificio. Minutos después, otro coche se detiene delante del mismo portal, y de él desciende un empleado que traslada un porta trajes al interior del inmueble. Arriba, las dos esteticién trabajan ya sobre el rostro y, sobre todo, el cabello teñido de rubio y cortado en media melena de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Su rostro requiere un trabajo intenso, con sucesivas capas de maquillaje. También le retocan las manos.

El empleado de la boutique abre el porta trajes y enseña a la vicepresidenta un último modelo de traje de chaqueta en todos añiles de la marca Adolfo Domínguez, prestado por una franquicia de la madrileña calle Velázquez. Será el traje con el que la vicepresidenta comparezca unas horas más tarde ante los medios de comunicación en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, una imagen que verán millones de personas a través de los telediarios. En el domicilio de la vicepresidenta aguardan otros dos escoltas que se suman a los que esperan en la calle la salida de De la Vega con destino al complejo residencial del Palacio de La Moncloa, donde tiene su ubicación la Vicepresidencia Primera del Gobierno, y donde se va a celebrar la reunión del Gabinete ministerial, como cada viernes. Según los vecinos de la vicepresidenta, este ritual se repite casi cada día, sobre todo cuando la ilustre vecina tiene alguna aparición pública, que suele ser casi todos los días, especialmente los miércoles -sesión de control al Gobierno- y los viernes -Consejo de Ministros-. Nadie le ha visto nunca repetir con el mismo modelo, y dado que es imposible que un fondo de armario pueda albergar semejante variedad de género, la única explicación es que, en efecto, todo es prestado. Al igual que ocurre con los accesorios.

El asunto del fondo de armario de la vicepresidenta De la Vega ya fue objeto de una muy relatada ‘bronca’ parlamentaria en la pasada legislatura. El entonces portavoz del PP, Eduardo Zaplana, le echó en cara uno de sus también numerosos viajes al África Subsahariana -lugar muy frecuentado por la vicepresidenta en visitas oficiales, curiosamente aprovechando periodos de vacaciones estivales- y bromeó respecto al atuendo con el que la vicepresidenta había salido en las fotos y en las imágenes de los informativos. La reacción no se hizo esperar. La diputadas de la izquierda abandonaron el hemiciclo visiblemente ofendidas por el comentario de Zaplana dirigido a la misma De la Vega que impulsó aquel famoso encuentro de ministras y la revista Vogue que dio lugar a una portada por la que a la vicepresidenta se le cambió el nombre: de De la Vega, a De la Vogue. Lo cierto es que la vicepresidente se ha acostumbrado a vestir ropajes dignos de marquesas, al tiempo que obsequia al personal con un lenguaje obsceno y tabernero dirigido a los diputados del PP en el Congreso, templo de la soberanía nacional y el respeto a las ideas.

En aquella ocasión De la Vega llamó a Zaplana “machista ignorante y maledicente”, ofendida en su orgullo feminista por su afición al embozo. ¿Estaba preparado? Es lo más probable a tenor del resultado, y probablemente hubiera dado igual cualquier otra censura que hubiera sido recibida como afrenta por De la Vega y las féminas de la izquierda. El plante hubiera sido el mismo. La cuestión, como siempre es hacer pasar por desapercibida la afición de la vicepresidenta al lujo y la ostentación.

Lo cierto es que a lo largo de estas dos legislaturas que ya dura el Gobierno de Rodríguez Zapatero, nadie ha investigado cómo es posible que el fondo de armario de la vicepresidenta tenga capacidad para guardar tanta insidia como trajes de Carolina Herrera. Nadie se ha preguntado cómo el salario de su cargo le permite lucir un modelo distinto cada día -no precisamente comprado en Zara- con los abalorios propios a la ocasión -bolsos, pañuelos, pulseras, broches, pendientes, collares, etcétera- e igualmente onerosos, y que pocas veces se le haya podido contabilizar uno repetido. Y tres cuartos de lo mismo ocurre con sus viajes a lo largo y ancho del mundo, siempre buscados ad hoc para que coincidan, a ser posible, con periodos vacacionales pero con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, ya que siempre hay una excusa, la mayoría de las veces ligada al compromiso del Gobierno con la igualdad, el feminismo u otros asuntos de carácter social, pero que le permiten a la vicepresidenta conocer mundo ‘gratis total’.

Con Sonsoles, a las rebajas

El Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó en su primera legislatura un Código de Buen Gobierno que en su artículo cinco dice que los miembros del mismo, presidente incluido, “administrarán los recursos públicos con austeridad y evitarán actuaciones que puedan menoscabar la dignidad con que ha de ejercerse el cargo público”. El nueve va más allá y señala que “se abstendrán de realizar un uso impropio de los bienes y servicios que la Administración General del Estado pone a su disposición por razón de su cargo”. ¿Irse de rebajas a Londres a comprar en los almacenes Harrods, acompañado de su mujer y su suegra, a bordo de un avión oficial, puede considerarse un uso impropio de los bienes y servicios públicos? Cualquiera con dos dedos de frente diría que sí, pero se ve que el impulsor de ese Código, que ya estaba aprobado en aquel momento, pensaba lo contrario. El presidente del Gobierno, acompañado de su mujer y la madre de ésta, no dudó en subirse a un Airbus 310 de la Fuerza Aérea Española para irse un fin de semana de rebajas en Londres en el verano de 2006.

Testigos presenciales confirmaron que Zapatero y su séquito estuvieron de compras en los almacenes Harrods, extremo que incluso fue ratificado por un portavoz de la empresa. El viaje no oficial de Zapatero a Londres se producía en plena guerra en Oriente Próximo y tras la polémica abierta por el propio presidente al aparecer en un acto de partido con un pañuelo palestino anudado al cuello. Harrods no fue el único destino ‘consumista’ de Zapatero, que aprovechó para visitar una tienda de Zara en la capital británica y adquirir una camiseta naranja y unas playeras. Fue allí donde Zapatero se tuvo que fotografiar con varias dependientas que le reconocieron.

Por otro lado, el avión utilizado, el Airbus 310, es el de más capacidad del Ejército y se utiliza habitualmente para trasladar en vuelos de largo recorrido a la delegación diplomática. Dispone de 60 asientos de primera clase y estancias privadas. La confirmación de que ése había sido el modelo de aeronave utilizado por Zapatero salió del propio aeropuerto de Torrejón, el utilizado para los desplazamientos oficiales. Sin embargo, Presidencia del Gobierno aseguró que la aeronave que utilizó el presidente fue un Falcon de 10 plazas, el más pequeño que tiene el Ejército. El coste estimado del vuelo fue de 36.000 euros.

Pero el de Londres no ha sido el único viaje polémico de Rodríguez Zapatero. Solo un mes después, en agosto de ese mismo año, el presidente viajaba a Berlín un sábado por la tarde en un avión oficial. ¿El motivo de la visita? Acudir a un concierto organizado por la Fundación Barenboim-Said en el que participaba su mujer, Sonsoles Espinosa. Se trataba de un concierto que ofreció, en la capital germana, el director Daniel Barenboim con la orquesta West Eastern Divan, en la que están integrados jóvenes israelíes y palestinos. Uno de los pasajes que interpretaba la orquesta incluía la actuación de Sonsoles Espinosa, que formaba parte del coro.

El presidente salió hacia Berlín la tarde del sábado en un avión oficial en el que regresó esa misma noche. Fuentes oficiales del palacio de La Moncloa confirmaron el empleo de este medio de transporte, argumentando que no se trataba de un acto privado. Según Moncloa, Zapatero fue invitado al concierto por la Fundación y, por lo tanto, se consideró “que se trataba de un acto oficial”. La Fundación Barenboim-Said fue constituida el 27 de julio de 2004 por la Junta de Andalucía y el propio Barenboim y está administrada, según su escritura de constitución, por un patronato en cuya presidencia figura Manuel Chaves, ex presidente de la Junta de Andalucía, y entre sus vocales se incluye a Sonsoles Espinosa y al ex presidente del Ejecutivo Felipe González, junto a varios altos cargos de los gobiernos autonómicos y nacional.

La Junta de Andalucía es la principal promotora del taller West Eastern Divan, a la que financia anualmente con, al menos, tres millones de euros. Entre los asistentes al concierto figuraba Manuel Chaves, aunque el político andaluz y ahora vicepresidente tercero del Gobierno, no viajó con Zapatero, sino que llevaba ya tres días en Berlín por su directa vinculación con el taller de Barenboim. Pese a que desde Moncloa se aseguró que se trataba de un “acto oficial”, lo cierto es que no se ofreció información sobre dicho viaje. La realidad es que Moncloa trasladó a la embajada de España en Alemania la consigna de mantener la visita a nivel privado, con el objeto de que no hubiera que informar a los medios de comunicación.

*El Negocio del Poder. Así viven los políticos con nuestro dinero, es un libro de Federico Quevedo y Daniel Forcada (Editorial Altera) que llegará a las librerías el próximo 25 de mayo.

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