La hora final de Carlos Alberto Montaner

Por: Agencia Bolivariana de Noticias
Fecha de publicación: 07/04/09

 

Caracas, 07 Abr. ABN (por Raúl Gómez).- La noticia no pudo llegarle en momento más inoportuno. En vísperas de cumplir los cada vez mas temidos 66 años de vida, el periodista hispano cubano norteamericano Carlos Alberto Montaner, recibió la noticia de que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos planea dejarlo fuera de sus nominas, luego de haberle servido como “activo de prensa” durante toda una vida.

En efecto, toda una vida. Fue precisamente en el mes de abril de 1962, hace ahora 47 años, cuando Carlos Alberto aceptó trabajar para la CIA “hasta la caída del comunismo en Cuba”. A ello contribuyeron de manera significativa José Ignacio Rasco y Rafael “Warry” Sánchez, dos curtidos anticastristas que ya trabajaban para la Agencia, quienes realizaron el estudio y la caracterización de aquel joven que acababa de cumplir sus 19 años. Por coincidencia o ironías de la vida, años mas tarde, la casa clandestina de la CIA en Miami, en la que se produjo el reclutamiento de Carlos Alberto, se convertiría en vivienda del propio Rasco.

Cabe la pregunta ¿Por qué la CIA dejaría cesante a un “activo de prensa” tan experimentado y supuestamente valioso como Carlos Alberto Montaner?

Lo cierto es que su abierto compromiso con las políticas fallidas de los Estados Unidos de George W. Bush lo invalidan para jugar un papel efectivo y constructivo en la nueva política que proyecta la administración Obama para Latinoamérica. Hoy por hoy, no conecta, ni tiene química con prácticamente ninguno de los presidentes latinoamericanos en el poder; y no es recibido por ningún presidente de la región desde la década de los noventa -hace mas de quince años- cuando él soñaba con que Fidel Castro le llamaría por teléfono para pactar la transición cubana.

Por otro lado, su defensa a cal y canto del mantenimiento del más férreo embargo contra Cuba y su oposición a cualquier paso en la dirección de normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba; y el abierto rechazo que genera su figura tanto en el gobierno como en la población cubana, lo convierten en un outsider en la agenda de Obama y en sus planes de revisar la actual política de Estados Unidos hacia la Isla.

Sin embargo, la gota que precipitó la decisión de la Agencia podría estar asociada a las recientes elecciones presidenciales en El Salvador, donde quedó claramente demostrada la inutilidad de la política de miedo -de la cual Carlos Alberto fue durante 20 años un devoto ejecutor- y la escasa influencia que tienen hoy sus artículos sobre la población, particularmente sobre los jóvenes, de ese pequeño país centroamericano.

Para colmo de males, Carlos Alberto tampoco logra una comunicación efectiva con el joven y eficiente equipo del que se ha rodeado el actual presidente del Partido Popular español, Mariano Rajoy, encabezado por María Dolores de Cospedal, que lo ve como un lastre, poco menos que como un apestado, por su vinculación anterior con el terrorismo y por su entusiasta alineamiento con la figura y las políticas del ex presidente José María Aznar y con las de George W. Bush.

Carmelo Mesa Lago, una de las cabezas económicas mejor amuebladas del exilio anticastrista, me dijo hace casi una década, en un evento en la Universidad de Miami, que los artículos en que Carlos Alberto se aventuraba a dictar cátedra sobre economía o a enumerar recetas neoliberales para todos y cada uno de los presidentes latinoamericanos, carecían de todo rigor científico y no tenían ningún valor agregado. El rotundo fracaso del neoliberalismo, del que Carlos Alberto era un alabardero, y el desprestigio que como periodista acusa actualmente en la región, parecen darle la razón al profesor Mesa Lago.

Pero, sin dudas, el tema que le ha causado mayor desgaste -y en eso lleva buena parte de culpa la propia CIA que le suministraba información falsa con la que Carlos Alberto hacia luego sus artículos- ha sido el de la salud de Fidel Castro. Irónicamente uno de los anticastristas que posiblemente haya contribuido más a la consolidación de la Revolución Cubana y a la larga permanencia de Fidel Castro al frente del gobierno haya sido Carlos Alberto Montaner. Sus constantes artículos donde presentaba a Castro poco menos que en las últimas sin dudas contribuyeron a adormecer a los cubanos de dentro y de fuera de Cuba y a crearles falsas expectativas con la esperanza de su inminente muerte.

Recientemente, en uno de los recesos del evento Globalización y problemas del desarrollo que tuvo lugar en La Habana, le pregunte a Lázaro Barredo, actual director del diario Granma y uno de sus antagonistas más reconocidos, por Carlos Alberto; su respuesta con sorna y a tono con los debates del evento fue: “es un papagayo viejo y enfermo que ya no puede aprender frases nuevas, y en America Latina se cotiza cada vez más a la baja”.

En mi modesta opinión, la peor desgracia que aqueja a Carlos Alberto como periodista es que no consigue generar ideas nuevas; está como prisionero en un puñado de frases hechas y lugares comunes, con los que logro escapar en décadas anteriores, pero con las que no consigue ahora conectarse con la juventud del continente, ni del mundo. Dicen, no me crean, que hasta su propia nieta Claudia, tan inteligente e irreverente como su madre, cuando Carlos Alberto le da a leer alguno de sus artículos, sin terminar la lectura le tiende una emboscada diciéndole: “abuelo, mándamelo a mi iPod touch donde lo puedo leer mejor…”.

Para colmo de males su salud está cada vez más renqueante y su hija, Gina, vive angustiada de pensar que su padre pueda dejarnos antes que lo haga Fidel Castro. Hace apenas unos días, un amigo común del doctor Antonio Guedes y mío me contaba de la creciente preocupación del galeno por los cada vez más frecuentes espasmos cardiacos que esta sufriendo Carlos Alberto. Según Guedes, el último le sobrevino el pasado 19 de marzo, mientras leía un cable de Europa Press donde se anunciaba que el presidente costarricense, Don Oscar Arias, anunciaba la reanudación de las relaciones diplomáticas entre su país y la Cuba de Raúl Castro.

Por todo lo anterior, no se extrañe si un día, mientras pasea con sus hijos o sus nietos por ese pulmón verde de Madrid que es el parque de El Retiro, usted se lo encuentra abrazado a un sauce llorón, platicándole sus desgracias y susurrando una jerga machacona, repetitiva e inextricable, de la que sólo se consigue entender “Castro esta muy enfermo” (…) “Castro esta muy enfermo”.

Irónicamente, una de las pocas cosas serias que escribió Carlos Alberto en su libro de fabulas sobre Estados Unidos titulado “200 años de gringo”, ha venido a revelársele con inusitada crudeza. Escribía entonces Carlos Alberto: “la sociedad norteamericana es muy competitiva; todos quieren estar con los winners, no con los losser”. Tal vez eso logre explicar, aunque solo sea en parte, por que la Agencia se dispone a cesantearlo. Nada, que a todos nos llega en algún momento la hora final, aunque Carlos Alberto -por llevar mas de 35 anos pregonando infructuosamente la hora final de Castro- se resista a acreditarlo.

 

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