Los últimos días del disco

Ocurrió hace un año. Puerta del supermercado chino del barrio. Compradores de último minuto escondidos detrás de una marea de bolsitas blancas a punto de explotar, que cargan más allá de la capacidad permitida por sus extremidades. La falta de visual obliga a fintas impensadas con los clientes que ingresan y, de pronto, el piso comienza a tornarse inestable. ¿Terremoto? No, los DVD de un mantero que son pisoteados por el consumidor saliente.

Con mayor o menor fortuna, todos hemos tenido en algún momento que esquivar esos puestos improvisados que ofrecen, por cada vez menos dinero, estrenos de dudosa calidad y procedencia.

Sin embargo, este fenómeno que podría llamarse la última línea del aparato de piratería, comienza a desaparecer. En el último año, los vendedores ambulantes de películas y CD se han replegado y de a poco comenzaron a bajar el caudal de presencia en plazas, avenidas y calles. Y los motivos no tienen que ver con un mayor control de las autoridades, o una mejor educación para el usuario, sino con el avance del único actor en este juego que podía enfrentarse al negociado pirata y vencerlo: el consumo on line.

Recientemente se conoció un estudio a nivel global publicado por Bloomberg que reza que este año será el primero en el que el streaming de películas superará a los medios físicos. En otras palabras, que la gente verá más películas por Internet que en DVD o Blu Ray. El streaming legal, con Netflix a la cabeza, crece exponencialmente sacando del juego a los medios físicos. De acuerdo al informe, el ver películas a través de la web se duplicará en relación a 2011, marcando una tendencia pocas veces vistas en el pasado.

El fenómeno por sí mismo ya es una novedad, pero se complejiza y presenta nuevas aristas de análisis cuando a partir de lo informado surge una pregunta inevitable: ¿por qué?

EL SABER NO OCUPA LUGAR

Independientemente de la zona geográfica en la que se encuentre, el ser humano es un gran consumidor de material audiovisual. En la Argentina particularmente, la avidez por conocer permanentemente nuevas formas de la cultura nos define como sociedad. Todavía retumban los ecos de las distribuidoras internacionales cuando aseguraban que los filmes de Woody Allen funcionaban mucho mejor aquí que en su patria, incluso antes de que Europa supiera quién era. Eso no cambió ni con el tiempo, ni con la crisis económica que nos azotó a principios de siglo.

Lo que sí fue mutando son los hábitos de consumo, y eso se entronca con este final que ningún analista supo ver oportunamente, y que se basa en una serie de falsos supuestos.

El primero tiene que ver con la calidad de la imagen. Cuando el VHS fue definitivamente enterrado por el DVD, el bando ganador se llenó la boca diciendo que la única verdad era la calidad.

Nada de tracking ni imagen a los saltos, sin importar su edad los filmes volvían a ser tan cristalinos, o aún más, que al momento de su estreno. El paso del tiempo dio por tierra con esta idea, porque al Blu Ray (epítome de la calidad), no hubo televisor LED que lo hiciera despegar. Nació y sobrevive como un formato para estetas cuya fecha de vencimiento parece estar cada vez más cerca.Otro falso supuesto tiene que ver con el fetichismo hacia el elemento. Una discusión que hoy se plantea en la sociedad sobre el enfrentamiento “libros vs. ebooks”, se revela como déjà vu de la discusión “disco sí, disco no”. La creencia de que todas las personas son potenciales coleccionistas recorrió un camino inversamente proporcional al valor de los discos, mientras explotó la burbuja “DVD Clubs” que, se creía, iba a durar para siempre.

Ni una cosa ni la otra, el usuario buscaba comodidad sin tener que estar calculando si el filme en mano se alquilaba por 24 o 48 hs, o si tenía que ponerse una campera para ir corriendo a devolverlo antes de las 12. El tercer aspecto tiene que ver con los costos, ya no de compra sino de alquiler. El bolsillo no siempre acompaña los deseos de ver cine, ni en las salas ni en casa. Y aquella solución de verlo entre varios daba por tierra cuando empezaron las discusiones entre sacar la última película de Bruce Willis o de Abbas Kiarostami. Una tarifa plana, que permita acceder a un catálogo sin restricciones de género y tiempo de visionado, manejable sin moverse de casa, no suena tan loco, ¿no?Así son las cosas, y así es el formato dominante que, también hay que decirlo, evidencia algunos puntos flacos.

La falta de disponibilidad de algunas joyas de la cinematografía poco rentables es uno, la ausencia de estrenos, últimos lanzamientos o restricciones por zona geográfica es otro. Al mismo tiempo, se termina con la idea de atesorar para siempre una película significante para nuestra vida. Como queda claro, la tendencia del streaming que llegó para quedarse es claramente superior a todo lo conocido, aunque como se ha visto tampoco es la panacea. Si perdurará o no en el tiempo dependerá mucho de la evolución del consumidor dentro de la sociedad. Pero ésa es otra nota.


The Pirate Bay en baja

Una denuncia señala que el sitio de descargas fue censurado por el mensajero instantáneo de Microsoft.

Piratería en Internet hay mucha, pero pocos ataques han sido tan virulentos como los que se vienen ejerciendo contra el sitio de descarga sueco The Pirate Bay. Histórico yacimiento gratuito de archivos torrent, el sitio hace años que se encuentra en la mira de Estados y particulares que buscan una forma de hundirlo para siempre.

El último adversario que parece haberse sumado a la gesta es Microsoft. Desde el sitio VentureBeat.com han acusado a la corporación de censurar los links a material de Pirate Bay que se transmiten a través del MSN Messenger.

De acuerdo al informe que se distribuyó a través de Internet, cuando se intentaba manipular un link a la página a través del mensajero instantáneo aparecía el siguiente cartel: “El link que intentas abrir ha sido bloqueado tras ser reportado como inseguro”. De acuerdo a pruebas que se han realizado, esto no tendría que ver con el programa en sí, ya que utilizando otros clientes habría sucedido lo mismo.

Si bien existen muchos usuarios que se han quejado de este comportamiento, al momento de escribir esta nota la prohibición ya no estaba activa. Sin embargo, sí aparece un cartel de Microsoft avisando que se está saliendo de un sitio seguro para ingresar a otro desconocido. En otras palabras, que nos dejan ir pero no se hacen cargo de los probemas que vayamos a tener.

Quienes denunciaron este “control”, también volvieron a la carga con la falta de privacidad que tenemos como usuarios frente a quienes nos prestan servicios, una discusión eterna que cada vez suma más empresas a sus bandos.

La presunta “persecución” a The Pirate Bay se suma a la decisión por parte de la web de iniciar un proyecto que tenga como fin utilizar servidores aéreos. En una medida que parecería tener más de ciencia ficción que de realidad, se anuncia que los servidores se colocarían en “aviones no tripulados que funcionarían mediante un sistema satelital de conexión inalámbrica”. De esta manera, y siempre de acuerdo al imaginativo plan, se convertirían en un objetivo difícil de alcanzar. Aunque suene digno de una película de James Bond, hay otro proyecto de un consorcio de hackers que habla del espacio como centro de operaciones.
Mientras la justicia ya no sabe qué hacer para pararlos, los creadores de The Pirate Bay se convierten en un bastión difícil de franquear. Ni por aire, ni por tierra, ni por Internet.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar//2012/04/04/5266.php

Fuente: Rebelion.

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